LA DE JESÚS NO FUE UNA MUERTE DIGNA
“¿Alguien puede decir que la de Jesús no fue una muerte digna?â€. Esa pregunta lanzó ayer en el via crucis el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, probablemente picado por el recentÃsimo caso de la francesa Chantal Sébire. Pues bien, yo lo afirmo: la muerte de Jesús (mi tocayo más famoso) no fue una muerte digna. Fue, de hecho, ejemplo de muerte indigna: cacotanasia. De ello llevan siglos dando fe las siniestras (maguer que en general edulcoradas) celebraciones de estas fechas, y, por si acaso quedaba alguna duda, el morboso y voyeurista filme de Mel Gibson sobre la Pasión.
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(¿Mon?)señor Sebastián (como arzobispo, buen conocedor y practicante de los razonamientos falaces) deliberadamente confunde (quiero decir: trueca ) la cuestión de si el tormentoso proceso "incompatible con la vida" al que Jesús fue sometido por los invasores de Palestina fue (o no) un proceso respetuoso con la dignidad humana (¡claramente no lo fue!), con la cuestión de si aquel festival, o reality show a la judeorromana, tuvo o no consecuencias significativas y gloriosas desde el punto de vista del armazón moral del universo (aquà hay disparidad de opiniones) o, al menos, desde el punto de vista de la evolución de la historia humana (aquà tampoco hay dudas).
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Optando por la interpretación más favorable al cuento en el que basan sus privilegios el arzobispo y su caterva, podemos decir que el Autor Intelectual del Universo estuvo en su derecho de morir como le saliera de las orquÃdeas. Quién sabe, si yo fuera Dios, a lo mejor me ponÃa lo de ser torturado y crucificado los viernes por la tarde, aunque, puestos a perdonar graciosamente a la humanidad de no sé qué culpas, mejor habrÃa usado el BOE para publicar un decreto de perdón, y aquà paz y después gloria. Pero en todo caso, lo que podrÃamos afirmar es que Jesús eligió (¿?) una muerte indigna, la muerte más indigna de todas, para llevar a cabo sus salvÃficos planes. [Bueno, desde el punto de vista histórico, lo más seguro es que a Jesús y a sus discÃpulos, la muerte del jefe les llenara de sorpresa, pues al fin y al cabo esperaban la liberación de Judea y la llegada de Disneylandia a la tierra a muy corto plazo; el mismo San Pablo seguÃa pensando asà dos o tres décadas después... hasta que cayó él mismo; y lo mismo el autor del Apocalipsis de San Juán, algo después; y tuvieron que morir dos o tres generaciones de cristianos para que empezasen a aceptar que Disneylandia todavÃa tenÃa que tardar un poco -¿siglos?, ¿milenios?- en plantar su tienda entre nosotros].
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¿Implica eso que la muerte de mi tocayo más famoso fue ejemplar en algún sentido práctico? ¡Desde luego que no! Sólo algunos pirados piensan que, puestos a morir, lo único digno es hacerlo en la cruz ("si fue un ejemplo, que lo sea hasta sus últimas consecuencias"). Tampoco usaba mi tocayo más famoso calzoncillos ni gafas, y eso no quiere decir que haga yo mal en utilizarlas. Y si en mis últimas horas o dÃas o años voy a tener que sufrir de manera inhumana, pues pueden llevarse todos los arzobispos mi sufrimiento y lacerarse la piel con él hasta que los gusanos les coman la pus, que ya se lo premiará su Jefe en la Disneylandia celestial. Yo, sin su permiso (y el Suyo me importa tanto como el de Osiris), preferiré dejar este mundo y viajar a la nada con el menor dolor posible.
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Amén.
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