La credulidad que se esconde tras la crisis
¡La crisis! ¡La crisis! no hay dÃa en el que esta dichosa palabra no salga a la palestra, ya sea en la televisión, en la radio, en internet o en alguna conversación que mantengas.
No, no voy a realizar un análisis de porque estamos como estamos, más que nada porque no tengo el conocimiento para ello. No obstante, nada me exime de pensar y de, a ser posible, hacerlo crÃticamente, asà pues, lo que aquà hay es una breve reflexión sobre la importancia de pensar crÃticamente, o por decirlo de otra manera, de ser escéptico.
El ser escéptico no es un estado final al que uno llega, más bien es un estado transitorio por el que se pasa hasta alcanzar una postura concreta. Por ejemplo, yo no soy escéptico respecto a la astrologÃa, lo fui, y cuando era escéptico sobre la astrologÃa me dedique a leer y pensar sobre la misma. Leà textos sobre la misma y textos crÃticos con ella, busqué que decÃan las pruebas. Al final mi escepticismo me llevó a la incredulidad más dura y descarada hacia la pseudociencia de la astrologÃa. La astrologÃa es una pseudociencia, sus postulados son falsos, contradice todo el conocimiento que tenemos, y no hay ni una sola prueba que demuestre que sus ideas y sus afirmaciones sobre el mundo son ciertas.
Pero el pensamiento crÃtico no está solo para distinguir entre ciencia y pseudociencia, el escepticismo, como bien nos recordaba hace unos dÃas Retiario, es una herramienta que podemos y debemos aplicar a todo y a todos.
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Dicho todo esto, voy a realizar la siguiente afirmación: la actual coyuntura económica se debe, no sé si en mucho o en poco, a que hemos sido crédulos, muy crédulos. Durante años hemos abandonado el pensamiento crÃtico y el escepticismo, y todos, bueno, seguramente todos no, pero una gran parte de la población, abrazó una creencia que se repetÃa como un mantra. La creencia en cuestión era esta “el precio de los pisos no va a bajarâ€, esta creencia se instaló en nuestros cerebros y tuvo efectos perniciosos. Si los precio de los pisos no van a bajar puedo comprarme el piso que quiera, poco importa si dentro de unos años no lo puedo pagar, lo vendo y como el precio habrá subido saldré ganando pasta. Esta creencia también pudo tener su efecto en los encargados de conceder las hipotecas, que más da si lo van a poder pagar o no, si les va mal lo venden por un precio mayor y a mi me darán lo que me deben, asà que no hay problema. Que quede claro, que aunque todos podamos tener parte de culpa en que estemos como estamos, no todos somos igual de responsables, algunos agentes son más responsables que otros.
Está creencia se adueñó de nosotros. El papel que dicha creencia ha jugado en la creación de la burbuja inmobiliaria es algo que no puedo cuantificar. Lo que si parece estar claro es que la explosión de dicha burbuja es, en buena parte, la causante de la crisis en la que nos encontramos.
Hemos sido crédulos y esa credulidad, en mayor o menor grado, nos ha metido en este berenjenal, si hubiéramos sido crÃticos, si hubiéramos tenido el valor de ser escépticos, lo mismo no estarÃamos tan mal. Se me dirá que no era fácil, y es cierto, es difÃcil mantenerse independiente cuando todo el mundo alrededor piensa de una determinada manera, pero esto no es más que una excusa y lo que se sigue de ella no es que no debamos ser crÃticos, sino que el ser escépticos requiere algo, o al menos, una forma de valor, y esto es relevante, porque normalmente al escéptico se le cataloga como una persona de cierta arrogancia, pero nos estamos equivocando con ese juicio, no es arrogancia, es valor, valor a dudar de lo que todo el mundo acepta, valor para no conformarse con creer sino querer saber. Cuando somos escépticos estamos haciendo una declaración de principios, no queremos aceptar las afirmaciones porque la mayorÃa lo crea sino por si son ciertas o no. Muchas veces me han dicho: qué más da lo que crea la gente, o no seas tan crÃtico, o que manÃa tienes con criticar las creencias de los demás déjales que crean lo quieran. Todo esto te lo dicen por querer saber que hay de cierto en esas creencias, es decir, por querer saber si son creencias justificadas o si esas creencias no son más que pura y llana credulidad. ¿Qué más da lo que crean los demás? No da lo mismo, la credulidad, como parecen demostrar los hechos, es peligrosa.