La ciencia española no necesita tijeras


Uniéndome a la iniciativa originada desde La aldea irreductible, hoy toca una entrada sobre la investigación en España.

¿En qué gastar en tiempos de crisis?

Tanto las crisis derivadas por un cambio en la actividad económica (por ejemplo, por el abandono de una actividad, que se agota, en beneficio de otra que está por desarrollarse) como las derivadas de un impedimento de adecuar oferta a demanda (por un problema de confianza en el sistema bancario, por ejemplo) implican recursos ociosos mientras se produce el ajuste y que observaremos en forma de desempleo y de capitales sin invertir.

En estas circunstancias, el Estado podrá intentar algunas cosas: coordinar esfuerzos para el desarrollo de las nuevas actividades de futuro, ayudar a reestablecer la confianza en el sistema y alentar el uso de recursos ociosos. Podrá, también, intentar paliar los problemas de los más afectados.

El Estado puede aprovechar, por ejemplo, que hay recursos ociosos en el sector de la construcción (y, por tanto, estarán baratos) para acometer obras públicas que ahora son rentables. No se trata de enterrar dinero para que los empresarios hagan algo al desenterrarlo, como decía Keynes, sino realizar obras que supongan una inversión que dé beneficios.

No es buena cosa que el Estado se desmane con esta política. Si lo hace, corre el peligro de dedicarle, no solo los recursos ociosos (un superávit público por aquí, un estímulo a un gasto privado sin mejor alternativa por allá,…) sino también recursos detraídos de los sectores no ociosos y evitar, de paso, que el sector que estaba en desuso no haga su reconversión al recibir señales contradictorias. Y corre el peligro, sobre todo, de no poder realizar las otras políticas que podría; entre ellas, el coordinar esfuerzos en las nuevas actividades.

Pues bien, la mejor manera de preparar a un país para el futuro es la inversión en educación e investigación. No hay una gran relación del progreso de un país con la disponibilidad de recursos naturales, pero sí la hay con la educación e investigación. En momentos de cambio el rendimiento relativo de la investigación respecto a cualquier otra inversión es todavía mayor y, por tanto, conviene aprovechar el momento para aumentar la inversión. Cualquier política en sentido contrario ahondará en el daño.

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