La campaña SALIR



© Richard Dawkins

En los oscuros días de 1940, el gobierno francés previo al régimen de Vichy fue advertido por sus generales de que «en tres semanas Inglaterra tendrá el cuello retorcido como el de un pollo». Winston Churchill, después de la Batalla de Inglaterra, respondería con sarcasmo: «sólo algunos pollos, sólo algunos cuellos».
De manera similar, hoy en día los libros más vendidos sobre el «Nuevo Ateísmo» están siendo desacreditados por aquellos que quieren que su impacto sea mínimo con una frase equivalente: «sólo le predican al coro». ¡¿«Sólo»?! ¡¿al «coro»?!
Estoy persuadido –admitiendo lo subjetivo de las impresiones y la ausencia de información rigurosa– de que el grado de religiosidad en los Estados Unidos es muy exagerado. Nuestro coro es mucho más grande de lo que mucha gente cree. Aún cuando las personas religiosas son muchas más que las ateas, no son tantas como creen, ni tantas como tememos.
Para decir esto me baso no sólo en las conversaciones sostenidas durante la gira de promoción de mi libro y las sostenidas en las giras similares de mis colegas Daniel Dennett, Sam Harris y Christopher Hitchens, sino también en las encuestas informales difundidas ampliamente a través de internet. No en las de nuestra propia página web –cuyos colaboradores tienen un sesgo natural hacia el ateísmo– sino, por ejemplo, en los sitios de Amazon y YouTube, cuyos visitantes son principalmente jóvenes. Y aún cuando los religiosos tengan los números, nosotros tenemos los argumentos, tenemos a la historia de nuestro lado y caminamos al son de un redoble cada vez más sonoro, pues podemos oírlo también en los pasos que nos acompañan.
Nuestro coro es grande, pero en su mayoría permanece encerrado. Nuestro repertorio incluye las mejores melodías, pero muchos de nosotros sólo murmuramos sus letras, en voz baja, con la cabeza gacha y los ojos hacia el suelo. Sean entonces dirigidos nuestros esfuerzos de despertar conciencias, no hacia a la gente religiosa, sino a animar a los no religiosos para que acepten que lo son, ante ellos mismos, ante sus familias y ante el mundo. Es éste el propósito de esta campaña, la campaña SALIR.

Antes de continuar debo advertir de una posible malinterpretación. La obvia comparación con el «salir del closet» de la comunidad homosexual puede llevar a interpretar el «salir» como verbo transitivo cuyo objeto sea el desafortunado sujeto aún no preparado para confiar en el mundo. Nuestra campaña SALIR no tiene nada, repito, NADA que ver con el «salir» en ese sentido activo. Si un ateo desea salir es una decisión que él, y nadie más que él, debe de tomar. Lo que nosotros podemos hacer es proveer apoyo y ánimo a todos aquellos que deseen salir por sí mismos. Esto le puede parecer trivial a la gente de muchas partes de Europa o de ciertas regiones urbanas de los Estados Unidos dominadas por intelectuales, en donde el apoyo y el ánimo son innecesarios. Pero es cualquier cosa –salvo trivial– para la gente de muchas otras zonas de los Estados Unidos y, más aun, para la de aquellas partes del mundo islámico en las que la apostasía se castiga con la muerte, conforme a los preceptos coránicos.
La campaña SALIR tiene entonces muchas facetas. SALIR ADELANTE mostrando solidaridad y camaradería con aquellos que aún ya se animaron a salir o con aquellos que están tomando valor para hacerlo. SALIR AL FRENTE y formar asociaciones, grupos, foros de internet. Asistir a campañas y marchas. Asociarse a grupos existentes. SALIR EN DEFENSA y escribir cartas a los periódicos locales, presionar a los representantes políticos a nivel local y nacional. Mientras más gente SALGA –y que se sepa que lo han hecho– más fácil será para otros seguirlos.
SALGAN y organicen actividades y eventos en su vecindad. Inscríbanse en alguna asociación atea local o formen una. Peguen una calcomanía en su automóvil. Usen ropa con símbolos distintivos hechos por ustedes mismos o adquiridos en lugares como CafePress o no usen nada, pero no se amilanen con la idea de ser contados entre los ateos. Lo admito, simpatizo con aquellos escépticos que temen que estemos engendrando una suerte de ortodoxia cuasi-religiosa. Nos guste o no, me temo que tendremos que tragarnos ese poco de orgullo si deseamos poder influir sobre el mundo real. De lo contrario, nunca superaremos el ser como un rebaño de gatos. Si aún lo dudan, échenle un vistazo a la exhortación de P. Z. Myers.
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SALGAN y exijan que la Iglesia se mantenga fuera de las escuelas, que se respete el principio de separación entre Iglesia y Estado. SALGAN y exhorten a otros a salir. Los ateos no son demonios con cuernos y cola, son gente como todos. Demuéstrenlo con ejemplos: la agradable vecina puede ser una atea, lo mismo el doctor, el bibliotecario, el operador de computadoras, el taxista, el peluquero, el animador, el cantante, el chofer, el comediante. Los ateos son gente común que solamente tienen una interpretación diferente sobre el origen del cosmos, no hay por qué alarmarse.
¿Qué otras cosas podemos imaginar? Bien, sugiéranlas ustedes mismos. Voten en contra de representantes que discriminen a los no-religiosos en la forma como lo hizo George Bush padre cuando dijo que los ateos no eran ciudadanos de una nación regida por Dios. Los políticos siguen a los votos y sólo podrán contar los de los ateos que hayan SALIDO. Algunos ateos se resignan de antemano a un fracaso pensando que nunca seremos efectivos debido a que no somos mayoría, pero para ser efectivos lo único que tenemos que hacer es ser reconocidos por los legisladores como una minoría suficientemente grande. Los ateos somos más numerosos que los judíos religiosos, y sin embargo no tenemos ni una pequeña parte del poder político que tienen ellos por la sencilla razón de que no hemos podido actuar unidos en la forma en que los judíos brillantemente lo han hecho: nuevamente nos comportamos como un rebaño de gatos. Y este argumento se aplica no sólo con los políticos, sino también con los que hacen publicidad, con la televisión, la radio y el cine, con los que quieren vender algo. Quien quiera vendernos algo acudirá a las estadísticas demográficas. Debemos entonces ponernos de pie para ser contados, de modo que las estadísticas reflejen nuestros gustos y nuestras opiniones. Esto hará las cosas más fáciles para la siguiente generación de ateos. Coloquen «ateo» en cualquier formulario en el que se les pida sus datos personales, especialmente en el del siguiente censo poblacional.
¡SALGAN! Algunos podrían hasta celebrar fiestas de SALIDA en donde se celebre con alegría el coraje de todos aquellos que decidieron poner a un lado los hábitos de toda una vida, o las costumbres de sus ancestros, para abrazar una vida libre de supersticiones e irrumpir en el mundo real. Rompan con el conformismo religioso y, celebrando su nueva libertad, rompan una botella de champaña.

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