El tigre, el ciervo y el cocodrilo

El bestiario (1)

Tenemos hoy una percepción de la diferencia entre seres reales e imaginarios muy diferente de cuando imperaba el pensamiento precientífico; próximamente nos ocuparemos de esto y entonces nos serán útiles ejemplos como los de hoy, tomados del bestiario medieval, el de los vampiros chinos que vimos hace poco y otros que tendremos ocasión de ver próximamente.

Los bestiarios son recopilaciones medievales de descripciones de animales, vegetales y minerales que bebían de fuentes griegas, fundamentalmente a través del Physiologus (s. II d.C) y de la Biblia y de la tradición cristiana, fundamentalmente a través del libro XII de las Etimologías de Isidoro de Sevilla. Son realmente apasionantes y la miniaturas que los ilustran maravillosas. La descripción de los animales incluye la de su conducta y una lectura de ésta que extraía una enseñanza teológica, ya que se partía de que el mundo es una segunda Escritura, que hay que leer como se hace con la Biblia. Hemos escogido al cocodrilo y su enemiga mortal, la comadreja, al tigre cuya historia se diría una fantasía de Borges y al ciervo, disfrútenlos:

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El tigre:

Existe un animal llamado tigre, que es una variedad de serpiente. Esta bestia es de tal naturaleza, tan feroz y cruel, que ningún hombre vivo se atreve a acercarse a ella. Y cuando sucede que este animal tiene cachorros y que los cazadores han averiguado dónde se encuentran, se los quitan por el procedimiento que vais a oír aquí. Los cazadores toman espejos y los llevan consigo cuando van a apoderarse de los cachorros del tigre. Acechan al animal hasta que ven que se marcha a vagabundear, y que no está en su guarida con los cachorros; entonces se los llevan fuera del cubil. Y toman los cazadores sus espejos, colocándolos en el camino a medida que avanzan. La tigresa es de tal naturaleza, que por muy enfurecida que se halle, no puede ver un espejo sin fijar sus ojos en él. Piensa entonces que los que allí ve son sus cachorros; goza de su imagen con gran placer, y piensa ciertamente haber encontrado a su prole. Y tanto se deleita contemplando la belleza de su hermosa estampa, que olvida perseguir a quienes le han quitado sus cachorros. Y allí permanece inmóvil, como si la hubiesen capturado y así es como se llevan los cazadores sus cachorros.

Dice sobre esto el Fisiólogo: Tengamos cuidado de no parecernos a la tigresa. Y Amós el profeta dice que este mundo es semejante a la selva en que moran los tigres, y ruega a cada uno de nosotros cuide de conservar su cachorro, es decir, su alma. Pues los cazadores nos acechan y espían, y siempre tienen dispuestos sus espejos, por si pueden arrebatar nuestro cachorro. Los espejos son los grandes festines, los grandes placeres del mundo, que anhelamos; prendas, caballos, mujeres hermosas, y todos los demás pecados, como los que el cazador representa en su espejo, que arroja a la cara del hombre. Por eso debe el hombre seguir los dictados de su Creador; entonces es cuando el Enemigo no tiene poder sobre el alma del hombre, sobre ese cachorro del que desea apoderarse.


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El cocodrilo:

Existe un animal llamado enudrís [comadreja en otros bestiarios], que tiene forma de perro y es enemigo del cocodrilo. Cuando duerme, el cocodrilo tiene la boca abierta: entonces, el enudrís va a untarse todo el cuerpo de fango, y cuando éste se ha secado, penetra en la loca del cocodrilo, le roe todos los canales del cuerpo y le devora los intestinos.

El cocodrilo es, pues, semejante al demonio, mientras que el
enudrís es una imagen de nuestro Salvador: en efecto, Nuestro Señor Jesucristo se cubrió con la carne terrenal, bajó al infierno y aniquiló el dolor de la muerte, diciendo a los que estaban encadenados: «¡Salid! y a los que yacían en las tinieblas: «¡Mostraos!». Y dijo también el apóstol: «¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, infierno, tu aguijón?» (Cor 1, 15..5 5). Y después de tres días resucitó de la muerte, y con Él resucitó la carne terrena.

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El ciervo:
Otro atributo tiene el ciervo, y es que parece a la gacela salvaje; tiene cuernos con tres ramas después de cada tercera renovación. El ciervo vive cincuenta años, y al final de ese período corre a gran velocidad por los valles boscosos y los barrancos de las montanas localiza por su olor las madrigueras de las serpientes, y de inmediato acerca sus narices a la entrada de aquéllas, conteniendo el aliento. Entonces, la serpiente se precipita fuera y va a parar a la boca del ciervo, que se la traga; por ello se le llama élafos, porque sacó a la serpiente de las profundidades. Luego, corre con la serpiente hacia el arroyo; si no bebe agua antes de tres horas, morirá; pero sí encuentra agua, vivirá otros cincuenta años. Por eso dijo David: «Así como el ciervo desea el fresco manantial, así te desea mi alma, ob. Dios».
Y también tú, hombre piadoso, dispones en ti mismo de tres renovaciones que son el bautismo de la inmortalidad, la merced de la adopción como hijo, y la penitencia.
Y cuando atrapes a la serpiente que ha penetrado en tu pecho, es decir, el pecado, corre en seguida con ella al arroyo de la Escritura y de la profecía. Iluminado por éstas, bebe el agua de vida, o sea el don divino, y renuévate a ti mismo con el arrepentimiento: tus pecados quedarán destruidos.
En verdad, bien se ha expresado el Fisiólogo en lo concerniente al ciervo.

Estos fragmentos están tomados de la apasionante recopilación de Ignacio Malaxechevarría, publicada por Siruela bajo el título Bestiario medieval. Toma textos de diferentes ediciones y bestiarios, pero hemos preferido obviar las cuestiones ecdóticas; los interesados pueden encontrar los detalles y el texto completo aquí.

La capitular es de un manuscrito italiano del s. XV, tomada de aquí. Las miniatura del tigre procedel del Bestiario de Aberdeen y está tomada de aquí, la del ciervo, del Bestiario de Oxford, en cuanto la del cococrilo, procede de ésta página, que no cita la fuente.

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