El origen puramente humano de la Biblia
Los musulmanes creen firmemente que las sagradas palabras del Corán nunca fueron creadas. Existen desde siempre, como una verdad eterna. Es un concepto fascinante, pero terriblemente ingenuo. Por bonito que sea vivir de fantasÃas, resulta difÃcil creer que estaba prohibido comer cerdo desde antes de que Alá creara las bocas y los cerdos.
También los judÃos y cristianos están convencidos de que sus respectivos libros tienen origen divino. No de la manera radical que imagina el Islam, pero sà sostienen que su dios intervino en la redacción de esos textos. En pocas palabras, escritores como Moisés, IsaÃas, san Lucas o san Pablo sirvieron de poco más que secretarios que tomaban dictado. Yavé, el supremo dictador, les dictó lo que tenÃan que escribir.
Linda idea. Pura mentira. Una obra de inspiración divina relatarÃa los eventos desde un punto de vista más "elevado", serÃa clara e imparcial y, sobre todo, carecerÃa de toda referencia antropocéntrica. Un rápido análisis del Antiguo y Nuevo Testamento probará lo que acabo de decir.
El Manual de la Culpa Enfermiza, es decir, Génesis, narra que Yavé prohibió bajo amenaza de muerte comer del árbol del conocimiento del bien y el mal. Esta sencilla advertencia delata la perspectiva del autor: es imposible que en el principio de la vida Adán hubiera entendido lo que significaba morir. Semejante frase sólo tendrÃa sentido para quien ya supiera lo que era la muerte, es decir, para los lectores.
Del mismo modo, antes de adquirir el conocimiento del bien y el mal Eva no podÃa juzgar la calidad moral de sus actos. Ni siquiera sabÃa para qué servÃa el dichoso árbol. Sin ese conocimiento, el nombre "árbol del bien y el mal" no le habrÃa comunicado nada que pudiera entender. No es la forma que usarÃa un dios para explicarles la situación a sus ignorantes criaturas. Es como pedirle a un aborigen que firme un cheque sin antes explicarle para qué sirven los bancos.
Cuando leemos que Eva fue castigada con los dolores del parto (y después dicen que Dios no es sádico), resulta difÃcil imaginar que ella siquiera hubiera entendido lo que era un parto. AsÃ, a lo largo del comienzo del Génesis, Yavé dice un montón de cosas que habrÃan resultado totalmente incomprensibles para los primeros humanos, en particular desde la perspectiva de recién llegados a un mundo sin historia ni civilización. ¿Por qué a Adán y Eva les iba a importar estar desnudos? Sólo para un lector muy posterior existirÃa la necesidad (creada) de ponerse ropa. Los primeros humanos no tenÃan forma de saber lo que era eso. Nunca habÃan visto a nadie vestido ni tenÃan razón para suponer que la desnudez tuviera algo de malo. La necesidad de vestirse sólo existe para el autor del libro y sus lectores.
La orden a Noé de construir una barca no habrÃa tenido el menor sentido pra alguien que vivÃa en una cultura que nunca habÃa navegado. Pero el anacronismo más espectacular está en la espada flameante que expulsó a los inquilinos del Edén. ¿Vamos a creer que Adán y Eva percibieron ese objeto como una amenaza en una época en que el hierro no se habÃa descubierto, la metalurgia no se habÃa inventado, no se habÃa peleado ninguna guerra y, en consecuencia, no se habÃan forjado espadas en ninguna parte del mundo? Además, sin haber visto a ningún muerto, difÃcilmente nuestros supuestos ancestros pudieron haberse sentido intimidados.
¿Quién enseñó a CaÃn y Abel a hacer ofrendas? ¿Ya habÃa sacerdotes para entonces? Es más: ¿cómo sabÃa Abel la forma correcta de presentar su ofrenda? Aparte de inventar la espada, ¿tuvo Dios necesidad de inventar también la liturgia? Todos estos eventos revelan un conocimiento muy posterior al entorno primitivo de sus personajes y una visión claramente antropocéntrica del mundo.
La descripción del segundo dÃa de la creación, con sus aguas de arriba y sus aguas de abajo, es un excelente ejemplo. Se supone que Yavé habita un espacio sobrenatural separado de nuestro universo. En ese caso, no habrÃa tenido un punto fÃsico de referencia para separar las aguas. Las palabras "arriba" y "abajo" sólo tienen significado para alguien situado en el plano material, un habitante de la Tierra.
Tenemos confirmación de este punto de vista en Job, donde el arrogantÃsimo Dios dice que la Tierra descansa sobre cimientos, afirmación imposible para un creador enterado de la redondez de nuestro mundo. Sólo un autor primitivo habrÃa soltado esta referencia a una Tierra horizontal, plana.
De nuevo en Job, Dios habla de la creación de los animales, y menciona que puso al asno salvaje en el desierto porque no le gusta el ruido de la ciudad. ¿Dios habrÃa pensado en ese detalle cuando aún no habÃa ni gente que construyera ciudades? Éste y otros comentarios revelan que es realmente el autor quien está hablando.
En las descripciones alegóricas de Dios es frecuente encontrar rasgos humanos, que suelen explicarse como la solución que el autor encontró para describir la idea que querÃa comunicar. Pero estas representaciones antropomorfas son utilizadas por el mismo Dios cuando se muestra, lo que resulta sospechoso.
Ezequiel cuenta que Yavé ocupa un trono de zafiro que anda sobre ruedas. Para qué necesitarÃa el topoderoso tan complicado medio de transporte es algo que Ezequiel no nos dice, pero sà procede a describir el cuerpo de Dios como mitad fuego y mitad metal. En el Apocalipsis el trono está rodeado de un arco iris esmeralda y un mar cristalino, y su ocupante brilla como el jaspe. Tantas referencias a gemas intrigan. ¿Para quién son importantes las piedras preciosas? ¿Para Dios, que supuestamente las creó a todas y no tiene necesidad de ellas, o para nosotros, que les hemos dado su significado y valor? En el Apocalipsis Jesús lleva puesto un cinturón de oro, pero sólo para nosotros es importante ese detalle.
Es como el perÃodo profético de mil años: ¿por qué escogerÃa Dios precisamente ese número? ¿Por qué mil años y no doscientos veintidós, o cinco mil cuatrocientos veintinueve? El número mil solamente es impresionante para nosotros, los seres humanos, que tenemos diez dedos y contamos el mundo en grupos de diez y potencias de diez. Fue un ser humano quien tuvo la idea de ese número, un ser humano quien concibió y redactó el libro.
Los fenómenos del cielo son descritos con instrumentos de fabricación humana: un rollo sellado, candelabros, antorchas, copas, trompetas. El cielo se parece demasiado a la Tierra. Por lo menos Dante es más honesto y se vale de una representación abstracta para ilustrar el aspecto de Dios: una formación triangular de esferas luminosas. El Dios del Apocalipsis se sienta en un trono de rey y reparte arpas a los santos. ¿Hará falta recordar que la monarquÃa y la música son invenciones humanas?
A partir de todos estos ejemplos queda claro que Yavé y todo lo asociado a él son fabricaciones de origen humano, abstracciones que los autores adornaron con sus propios sÃmbolos, imágenes que solamente tenÃan significado para quienes escribieron sobre ellas. Dios es una producción cultural.
También los judÃos y cristianos están convencidos de que sus respectivos libros tienen origen divino. No de la manera radical que imagina el Islam, pero sà sostienen que su dios intervino en la redacción de esos textos. En pocas palabras, escritores como Moisés, IsaÃas, san Lucas o san Pablo sirvieron de poco más que secretarios que tomaban dictado. Yavé, el supremo dictador, les dictó lo que tenÃan que escribir.
Linda idea. Pura mentira. Una obra de inspiración divina relatarÃa los eventos desde un punto de vista más "elevado", serÃa clara e imparcial y, sobre todo, carecerÃa de toda referencia antropocéntrica. Un rápido análisis del Antiguo y Nuevo Testamento probará lo que acabo de decir.
El Manual de la Culpa Enfermiza, es decir, Génesis, narra que Yavé prohibió bajo amenaza de muerte comer del árbol del conocimiento del bien y el mal. Esta sencilla advertencia delata la perspectiva del autor: es imposible que en el principio de la vida Adán hubiera entendido lo que significaba morir. Semejante frase sólo tendrÃa sentido para quien ya supiera lo que era la muerte, es decir, para los lectores.
Del mismo modo, antes de adquirir el conocimiento del bien y el mal Eva no podÃa juzgar la calidad moral de sus actos. Ni siquiera sabÃa para qué servÃa el dichoso árbol. Sin ese conocimiento, el nombre "árbol del bien y el mal" no le habrÃa comunicado nada que pudiera entender. No es la forma que usarÃa un dios para explicarles la situación a sus ignorantes criaturas. Es como pedirle a un aborigen que firme un cheque sin antes explicarle para qué sirven los bancos.
Cuando leemos que Eva fue castigada con los dolores del parto (y después dicen que Dios no es sádico), resulta difÃcil imaginar que ella siquiera hubiera entendido lo que era un parto. AsÃ, a lo largo del comienzo del Génesis, Yavé dice un montón de cosas que habrÃan resultado totalmente incomprensibles para los primeros humanos, en particular desde la perspectiva de recién llegados a un mundo sin historia ni civilización. ¿Por qué a Adán y Eva les iba a importar estar desnudos? Sólo para un lector muy posterior existirÃa la necesidad (creada) de ponerse ropa. Los primeros humanos no tenÃan forma de saber lo que era eso. Nunca habÃan visto a nadie vestido ni tenÃan razón para suponer que la desnudez tuviera algo de malo. La necesidad de vestirse sólo existe para el autor del libro y sus lectores.
La orden a Noé de construir una barca no habrÃa tenido el menor sentido pra alguien que vivÃa en una cultura que nunca habÃa navegado. Pero el anacronismo más espectacular está en la espada flameante que expulsó a los inquilinos del Edén. ¿Vamos a creer que Adán y Eva percibieron ese objeto como una amenaza en una época en que el hierro no se habÃa descubierto, la metalurgia no se habÃa inventado, no se habÃa peleado ninguna guerra y, en consecuencia, no se habÃan forjado espadas en ninguna parte del mundo? Además, sin haber visto a ningún muerto, difÃcilmente nuestros supuestos ancestros pudieron haberse sentido intimidados.
¿Quién enseñó a CaÃn y Abel a hacer ofrendas? ¿Ya habÃa sacerdotes para entonces? Es más: ¿cómo sabÃa Abel la forma correcta de presentar su ofrenda? Aparte de inventar la espada, ¿tuvo Dios necesidad de inventar también la liturgia? Todos estos eventos revelan un conocimiento muy posterior al entorno primitivo de sus personajes y una visión claramente antropocéntrica del mundo.
La descripción del segundo dÃa de la creación, con sus aguas de arriba y sus aguas de abajo, es un excelente ejemplo. Se supone que Yavé habita un espacio sobrenatural separado de nuestro universo. En ese caso, no habrÃa tenido un punto fÃsico de referencia para separar las aguas. Las palabras "arriba" y "abajo" sólo tienen significado para alguien situado en el plano material, un habitante de la Tierra.
Tenemos confirmación de este punto de vista en Job, donde el arrogantÃsimo Dios dice que la Tierra descansa sobre cimientos, afirmación imposible para un creador enterado de la redondez de nuestro mundo. Sólo un autor primitivo habrÃa soltado esta referencia a una Tierra horizontal, plana.
De nuevo en Job, Dios habla de la creación de los animales, y menciona que puso al asno salvaje en el desierto porque no le gusta el ruido de la ciudad. ¿Dios habrÃa pensado en ese detalle cuando aún no habÃa ni gente que construyera ciudades? Éste y otros comentarios revelan que es realmente el autor quien está hablando.
En las descripciones alegóricas de Dios es frecuente encontrar rasgos humanos, que suelen explicarse como la solución que el autor encontró para describir la idea que querÃa comunicar. Pero estas representaciones antropomorfas son utilizadas por el mismo Dios cuando se muestra, lo que resulta sospechoso.
Ezequiel cuenta que Yavé ocupa un trono de zafiro que anda sobre ruedas. Para qué necesitarÃa el topoderoso tan complicado medio de transporte es algo que Ezequiel no nos dice, pero sà procede a describir el cuerpo de Dios como mitad fuego y mitad metal. En el Apocalipsis el trono está rodeado de un arco iris esmeralda y un mar cristalino, y su ocupante brilla como el jaspe. Tantas referencias a gemas intrigan. ¿Para quién son importantes las piedras preciosas? ¿Para Dios, que supuestamente las creó a todas y no tiene necesidad de ellas, o para nosotros, que les hemos dado su significado y valor? En el Apocalipsis Jesús lleva puesto un cinturón de oro, pero sólo para nosotros es importante ese detalle.
Es como el perÃodo profético de mil años: ¿por qué escogerÃa Dios precisamente ese número? ¿Por qué mil años y no doscientos veintidós, o cinco mil cuatrocientos veintinueve? El número mil solamente es impresionante para nosotros, los seres humanos, que tenemos diez dedos y contamos el mundo en grupos de diez y potencias de diez. Fue un ser humano quien tuvo la idea de ese número, un ser humano quien concibió y redactó el libro.
Los fenómenos del cielo son descritos con instrumentos de fabricación humana: un rollo sellado, candelabros, antorchas, copas, trompetas. El cielo se parece demasiado a la Tierra. Por lo menos Dante es más honesto y se vale de una representación abstracta para ilustrar el aspecto de Dios: una formación triangular de esferas luminosas. El Dios del Apocalipsis se sienta en un trono de rey y reparte arpas a los santos. ¿Hará falta recordar que la monarquÃa y la música son invenciones humanas?
A partir de todos estos ejemplos queda claro que Yavé y todo lo asociado a él son fabricaciones de origen humano, abstracciones que los autores adornaron con sus propios sÃmbolos, imágenes que solamente tenÃan significado para quienes escribieron sobre ellas. Dios es una producción cultural.





























