El mérito de la fe
El adjetivo “crédulo” no suele ser visto como un elogio. En general nos da la idea de alguien sin mucha capacidad de análisis, sin mayor sentido crÃtico, a quien es fácil engañar. Cualquiera de nosotros nos sentimos más cómodos cuando nos dan la posibilidad de verificar las afirmaciones que se nos hacen, que cuando se nos pide que las creamos sin ninguna razón. Por ejemplo, si vamos a comprar un auto, nos sentimos bastante mas seguros si el vendedor nos da la libertad de verificarlo y probarlo, que si simplemente nos dice “con pruebas cualquiera cree, pero el verdadero mérito es sentirlo en el corazón”. En general vemos mérito en el escéptico, y no en el crédulo, sobre todo cuando se trata de afirmaciones extraordinarias. Pero hay una ¿curiosa? excepción a todo esto: Dios
Reconozco que hay algunos intentos por mostrar la creencia en Dios (en algún dios, el que sea) como algo racional. Para esto, se inventan “razonamientos” como el de la necesidad de un diseñador, el ajuste fino, la causa incausada, y otras tonteras. Como estos temas ya fueron y serán tratados en otras entradas, prefiero centrarme aquà en los aspectos de Dios que decididamente son reconocidos por los mismos creyentes como “dogmas”, y sobre los que no hay otro argumento que la necesidad de creerlos porque asà lo dice tal iglesia o tal libro. Claro que puede pensarse en cualquier iglesia o cualquier libro, pero una vez más, dado nuestro contexto y nuestra experiencia, vamos a hablar de la religión Católica y de la Biblia.
Tomemos por ejemplo el dogma de virginidad de MarÃa. ¿Existe algún razonamiento lógico, alguna evidencia objetiva o alguna prueba que nos insinúe que MarÃa, aún teniendo al menos un hijo, murió virgen? Si no existieran, ¿no serÃa un acto de credulidad supremo aceptarlo sin más, siendo que resulta una afirmación tan extraordinaria? Lo mismo se puede afirmar de otros tantos dogmas, que, por definición, no admiten debate ni réplica. La Iglesia (y por lo tanto Dios) nos dice que deben ser creÃdos en un acto de fe.
Claro que a los escépticos “todo terreno”, esto nos genera ciertas preguntas
¿Por qué en algo tan mundano como la compra de un auto, el escepticismo está bien visto, y en algo supuestamente mucho más importante como entregar la vida, el alma o la inmortalidad a alguien, la credulidad es un valor positivo?
¿Que necesidad tiene Dios de ocultarnos información de manera que tengamos que decidir sin conocer claramente el asunto?
¿Por qué Dios prefiere que elijamos a ciegas en lugar de hacerlo por la vÃa de la razón y sobre evidencia objetiva?
¿Si son varias las religiones cuyo Dios nos exige fe en él y nos amenaza con horribles castigos si nos equivocamos y dirigimos la fe a otros dioses, pero ninguna nos ofrece razones más allá, es que se supone que elegir la religión correcta es algo asà como un juego de azar? ¿Optamos por una religión sin motivo alguno, sin argumento mejor que la intuición o porque nos dió la gana?
Vamos a asumir por un momento esta curiosa excepción al escepticismo en cuestiones religiosas como algo positivo
Entre las formas de competencia, a mi entender una competencia bastante desleal, las religiones (o los dioses, como prefieran) han perfeccionado el método de las amenazas, a veces de manera más sutil que otras. En general el hecho de elegir la fe equivocada es motivo para condenación. Aún entre religiones del mismo tronco como las abrahámicas, el dios musulmán condena al judÃo, el judÃo al cristiano y el cristiano al musulmán. Errar a la fe es garantÃa de condenación eterna.
Ahora, de la misma manera que dar con la fe correcta no requiere de juicios racionales ni de evidencias de ningún tipo, parece claro que tampoco puede ser un tema de suerte. Si lo fuera, Dios estarÃa condenando a algún infierno a gente simplemente porque tuvo la mala suerte de creer en el dios equivocado. Es como condenar a una persona al fuego eterno por no acertar a la loterÃa. La otra opción es que exista gente que no tiene ese “don de fe”, que carece de esa “capacidad”. La pregunta ahora es: ¿tiene sentido condenar a alguien por una capacidad que simplemente no tiene? ¿Cuál es la culpa de quién no puede “intuir” cual es la fe correcta, a falta de evidencia concreta? ¿Si Dios existe, quién es el verdadero culpable de no habernos dotado de esta capacidad?
Finalmente: ¿Cuál es el mérito de creer por creer?





























