El circo del absurdo no. 14 (…tremendo juez)







—Buenas noches secretario
—Buenas noches señor juez
—¿Por qué trae usté ese cubreboca?
—Es por la influencia señor
—Por la “influenza”, querrás decir.
—No señor, por la influencia del marido de la vecina que me vio invitándole un café a su mujer y me dio un tapabocazo que me dejó hinchada la boca.
—Pues entonces póngase usted 2 pesos de multa por andar sonsacando mujeres casadas.
—Pero señor, si la culpa fue de ella, que no dejaba de sonreírme cuando la vi por la ventana de su casa.
—Pues entonces auméntese la multa a 10 pesos por andar asomándose a las ventanas de los vecinos y dígame qué tenemos hoy.
—Pues hay unos quejosos que se quejan de que les arruinaron su negocio
—Y ¿Quiénes son esos quejosos? ¿Otra vez Rudesindo y Nananina?
—No señor juez. Ahora los quejosos son los propietarios de un circo.
—¿Y cómo se llama ese circo?
—El Circo del Absurdo.
—Pues entonces haga pasar usted a los implicados en ese Absurdicirquicidio.

* * *


—En primer lugar está un tal TheJab, quien es acusado por unos humildes sacerdotes, trapecistas del circo, de haber fingido estar vendiendo unos ramos benditos fuera de la iglesia. Después de muchos años, un delincuente confeso y confesado, decide confesar que ha cometido un pecado que había olvidado confesar. Es una impactante historia en la que se mezcla el rigor del burro con la inocencia de un par de niños traviesos y en la que, estando implicada la iglesia, sorprendentemente no hay ningún caso de pederastia ¡Inverosímil!


—Luego tenemos a Tork, conocido en el bajo mundo del hampa como el “bizcocho de Montecristo”, quien, no conforme con ser un gran escéptico, asoma su cara al mundo y declara que es posible dudar de todo: desde la capacidad de un presidente negro para enderezar los entuertos que otrora un tal Bush fizo, pasando por una niña que lanza un discurso lleno de lugares comunes y de la realidad de la influenza porcina. Aunque en esto último no se aferra, sí se obsesiona en su afán de partirle la mauser a los brutos de Antonio y de TheJab, pero eso es cosa de otro circo.


—No conforme con eso, el tal Tork, comete faltas a la moral en pleno circo, al ponerse a decir que son chingaderas, caso que ameritó la apertura de una línea de investigación en la que la autoridad determinó que efectivamente, ¡Son chingaderas! Y como lo único que podemos hacer es quejarnos pues quejémosnos: ¡Son chingaderas! ¿Cómo está eso de que bloquean el acceso al archivo de periódicos viejos?


—Pero la cosa no terminó ahí, pues cuando Tork estaba a punto de ser remitido a Santa Martha, decidió burlarse del circo en pleno y se aventó un par de chascarrillos de esos que harían ruborizarse a los líderes de la mara salvatrucha.


—A continuación llegó Alfonso, quien es acusado por una maestra quien, mientras efectuaba un difícil acto de malabarismo mental para respaldar con objetos de su imaginación la preciada creencia en la telepatía, es atacada por el acusado, quien no vaciló en llegar al sucio extremo de citar un experimento que utiliza algo tan repulsivo como lo es el método científico ¡Qué desfachatez! ¡Habrase visto!


—Junto con todos esos malhechores, encontramos a Jack May… Perdón, quise decir Lord Eggs, quien en exclusiva, y con todo su mexicano orgullo, presenta la primicia, lo inédito, lo inaudito y lo nunca antes visto (ni escuchado): la foto del infectado cero, con el que tuvo origen el comienzo de la difusión global de la gripe porcina (hoy influenza humana). La víctima no sólo se queja de haber sido infectado, sino también de haber disfrutado el proceso. El mismo Lord Eggs, ha sido reincidente, ya que antes, también en exclusiva, y con su mexicano orgullo, presentó la primicia, lo inédito, lo inaudito y lo nunca antes visto (ni escuchado): la única vacuna 120% efectiva y 360% natural, certificada por la medicina no oficial y certificada por un notario que no quiso venir por miedo a contagiarse, pero que no pone en duda su eficacia. Pero de lo que no cabe duda es de que Lord Eggs ha incurrido en competencia desleal al exhibir mero enfrente del circo de nuestros quejosos, un circo que ha tenido un impacto mucho mayor que el del absurdo: el Psycho-circus, en el cual ha incurrido en el terrible delito de presentar en exclusiva, y con todo su mexicano orgullo, la primicia, lo inédito, lo inaudito y lo nunca antes visto ni escuchado (aunque sí difundido por correo electrónico): una introducción al tema de la psicosis causada por un virus que no ha podido ser detenido por los operativos de lucha contra la delincuencia organizada en su modalidad de ataque a las vías respiratorias con proteínas nucleicas de grueso calibre.


—Por último, pero no menos culpable, tenemos a Sidurti, ampliamente conocido en el lado oculto como el instigador de un ataque contra la inocente exposición de creencias más ridículas que la ropa de los payasos del circo en forma de desfile con el que se pretende pedir algún favor grupal a amigos imaginarios con fama de milagrosos.

* * *

—Señor secretario. Escriba ahí
—Venga la sentencia.

“Por sus muchas fechorías
y críticas sin igual,
ahora que voy a escarmentar
a esta punta de esceptosos.

Como saben reír sabroso
De esa bola de cirqueros,
Mil pesos de multa espero
Y un mes en el calabozo.”

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