El bien ateo para el buen ateo
El asunto del bien y del mal es quizás el que más reparos despierta en los creyentes que no ven compatibles el ateÃsmo y la moral.
No estoy hablando aquà de los simplones que sostienen que los ateos negamos a Dios para dar rienda suelta a todos nuestros vicios y perdiciones sin nadie que nos castigue. Esta gente, que parece creer que negando la existencia de los jueces uno puede escaparse de la justicia, no merece demasiada atención.
Sin embargo, hay otra idea, y poco más “filosófica”, que pretende inútil una moral sin un referente absoluto, que por supuesto, para ellos es Dios.
Antes de empezar con mi visión, necesito aclarar que es solo esto: mi visión. Muchos ateos pueden no compartir este punto de vista sobre la moral, y en contra de lo que los teÃstas ven como un defecto, el hecho de no tener dioses que escriben la moral en una piedra, es para mi una virtud que nos da la posibilidad de entre todos ponernos de acuerdo acerca de como queremos vivir.
El planteo teÃsta afirma que ante la inexistencia de un Bien absoluto no hay posibilidades de establecer acuerdos sobre que cosas están bien y que cosas están mal, porque simplemente no hay un Bien y un Mal “referente”. Personalmente tengo varias objeciones a este planteo:
Empecemos por suponer efectivamente la existencia del un Bien absoluto, con o sin Dios. DeberÃa estar claro que solo puede existir un Bien absoluto, y no varios distintos, por lo que la existencia de N “morales divinas” distintas nos hace suponer que al menos N-1 no son absolutas. Ahora, suponiendo que una de ellas si lo sea, el problema encontrar algún mecanismo que nos permita conocer cual es esta moral y para ser honesto, tal mecanismo no es incluido en el palabrerÃo teÃsta. El Bien absoluto está perfectamente escondido entre todos los imaginables “bienes relativos” de forma que nunca podremos saber si nos acercamos o no a este, lo que vuelve poco (por no decir nada) útil su existencia en la práctica. AsÃ, un “bien relativo sin referente absoluto” (por ser este último desconocido) no tiene ninguna ventaja respecto a un “bien relativo sin referente absoluto” (por ser este último inexistente).
En segundo lugar, no parece muy razonable la afirmación de que no tiene sentido un sistema relativo sin un referente absoluto: Todos conocemos el sentido y la utilidad de los términos “arriba” y “abajo”, pero no me imagino a los creyentes afirmando un Dios con determinada orientación respecto a la cual afirmar donde está su “arriba” y donde su “abajo”. Simplemente uno, al mencionar “arriba” aclara explÃcita o implÃcitamente cual es el marco de referencia donde aplicar ese “arriba”, pero es una locura suponer un “verdadero arriba”. Se me ocurre que una analogÃa obligada es un sistema de coordenadas. Cualquiera que recuerde algún curso de matemática, fÃsica o geografÃa habrá oÃdo hablar de X e Y o latitud y longitud. Por aquellos juveniles años, estaba claro que todos los sistemas debÃan tener un origen de coordenadas, pero nunca nadie mencionó un sistema de coordenadas con un origen absoluto, único y perfecto. Lo que un sistema de referencia necesita es un marco claro (y por supuesto conocido), pero de ninguna manera es necesario que sea absoluto sobre el que montar los otros. Justamente lo contrario a la idea de Bien teÃsta, que es absoluto pero desconocido. Y si bien todos los sistemas de coordenadas que usamos son relativos, no me encontré con nadie que me haya pretendido convencer de que son inútiles o que encuentre problemas para utilizar el término “arriba” por la simple falta de un “arriba absoluto”.
Ahora lo que tanto preocupa a los teÃstas: ¿La falta de un Bien absoluto implica que todo da lo mismo? A un universo sin consciencia, efectivamente todo “le da lo mismo” o más bien “no le da nada”. Pero no parece necesario aclarar que a nosotros no todo nos da lo mismo. Tenemos preferencias, y frecuentemente las asociamos con lo bueno, aunque sabemos que no son necesariamente las mismas preferencias que tienen los otros. Y cuando surgen estas diferencias, podemos intentar imponer nuestra idea de lo bueno, o tratar de llegar a un acuerdo, pero cualquiera de estas opciones no vuelve a nuestra verdad “más absoluta” que las otras. Por acuerdo o por imposición se establecen leyes que se convierten en parte de nuestra moral, y adoptamos costumbres con las que nos sentimos más cómodos y que también se vuelven parte de nuestra moral, pero todas son relativas a un contexto, a una época, a una geografÃa, a una cultura, etc. Hasta las morales que se pretenden más absolutas han sido modificadas radicalmente. Y quien necesite ejemplos, no tiene más que hojear el Antiguo Testamento, y ver la “moral absoluta” de aquellos tiempos, y como los mismos judeocristianos necesitaron relativizarla de manera más o menos obvia, a la luz de lo brutal que nos parece hoy dÃa.
Hay cierta tendencia a buscar casos “extremos” donde parece que todos estamos de acuerdo en aquello que está bien. Como regla general aceptamos que evitar el sufrimiento es lo Bueno, pero ni todos quieren evitar el sufrimiento siempre, ni siempre es la mejor opción ante un problema. Incluso desde una perspectiva humana, asistir a un niño enfermo parece indiscutiblemente bueno, por lo que estamos tentados a decir que si todos los humanos estamos de acuerdo, esto es parte del Bien absoluto. Pero desde una perspectiva no-humana, eliminar el mecanismo de selección natural para decidir si el niño debe vivir o no, quizás no sea una buena idea para mantener la especie en condiciones. Claro que soy humano, y no puedo dejar de verlo bajo esa perspectiva humana, pero no quiero perder de vista que existen otras, y que no puedo afirmar que la mÃa sea la absoluta. Si aún estando todos de acuerdo en una moral especÃfica no podemos asegurar que esta sea absoluta, mucho menos podemos hacerlo cuando tenemos diferencias. Pero que no podamos conocer lo que está Bien o Mal, o directamente que no exista el Bien y el Mal, no implica que no podamos ponernos de acuerdo sobre que cosas nos gustan, y cuales cosas no nos gustan y no vamos a aceptar dentro de nuestra sociedad.
Llegamos entonces a un punto donde entender el bien como un concepto relativo con o sin un referente absoluto no parece ofrecer ninguna ventaja en la práctica, salvo quizás que la segunda opción parece más parsimoniosa. Podemos ver que existen innumerables ideas sobre el bien, y ninguna pista sobre como sea el Bien absoluto, por lo que lejos de ser un tema que ponga en aprietos a los ateos, más bien veo en la inexistencia de noticias del Bien absoluto, o en el mejor de los casos en la imposibilidad de conocerlo (de manera que nos reporte alguna utilidad) un gran apuro para los teÃstas, que nos presentan un Bien tan existente, difuso e incomprensible como su mismo Dios.





























