El affaire de don David

Cuenta la leyenda que hace muchos muchos años, en una región muy muy lejana, existió un rey llamado David (que no… que no es Nalbandián!). Entre sus habilidades más reconocidas podemos mencionar derribar gigantes con una gomera y cantar las mañanitas. Se lo menciona como un guerrero valiente, aunque a veces un poco bruto.

Pero hay sobre él una historia interesante, donde nos muestra su costado humano, capaz de todo por amor. Y cuando decimos “todo”, es todo. La historia es más o menos así: Corría una tarde de primavera del año -1035. Su majestad paseaba por palacio, cuando por accidente ve, a lo lejos, una hermosa dama dueña de unas curvas de infarto. David, que para eso es rey, manda a un muchacho a averiguar quién era, y éste (que parece ya le había echado el ojo) le cuenta que era Betsabé, esposa de Urías.

David, aprovechando lo irresistible del poder, invita a Betsabé a tener un rato de pasión horizontal. Lamentablemente la leyenda no nos acerca detalles sobre este prometedor encuentro, pero podemos adivinar que, conociendo como disgustan a Dios los métodos anticonceptivos, lo hicieron sin mayores precauciones y por los orificios que la moral dicta. Y sabemos esto no solo por la obediencia de David a su dios, sino porque la historia nos cuenta que unos meses después, Betsabé esperaba un Davidcito.

David, padre responsable como el que más, decide hacerse cargo de su hijo, a pesar de un pequeño inconveniente: Urías. Pero tener sexo con mujeres bonitas no son las únicas ventajas de ser rey, así que David arma un hábil plan para quitarse a Urías de encima y quedarse así con su amada Betsabé.

Resumiendo, en 27 versículos David deseó la mujer de su prójimo, se acostó con ella, y luego para completarla, mandó matar al mismo “prójimo”. Una sola de estas cosas justificaban la lapidación, por lo que imaginemos las tres. Pero ¿quién de nosotros no tiene un mal día? ¿Qué hombre no hizo alguna locura por amor?. Si bien David no fue castigado con ninguna de las penas específicas que La Ley indicaba para estos casos, la justicia humana no tuvo contemplaciones por tratarse de un rey, y David fue castigado con la famósa parábola de Natán. Quienes crean que David la sacó barata, es porque definitivamente no saben lo malo y aburrido que era Natán para contrar parábolas-

Y como si todo esto fuera poco, Dios, al que no le gusta que digan que tiene preferencias, decidió que David había cometido algunas “desprolijidades”, por lo que decide castigarlo, aunque de una manera un poco indirecta: el hijo de la infidelidad, luego de sufrir a lo largo de sus únicos siete días de vida, muere sin opción a la resurrección. Algunos incluso sugieren que los problemas que se fueron sucediendo en la familia de David luego de esto, son parte también del castigo divino. Esto incluye la violación de Amnón a su media hermana Tamar, el asesinato de Absalón a su hermano Amnón, y el intento de asesinato del mismo Absalón contra el mismo David.

Tenemos, entonces un Dios que para evitar castigar directamente al responsable de un pecado, decide:

  1. Matar a un niño inocente, no sin antes hacerlo sufrir lo suficiente.
  2. Forzar a un hijo de David a violar a su media hermana
  3. Someter a una mujer a una violación
  4. Forzar a otro hijo de David a matar a su hermano
  5. Forzar a este mismo hijo de David a organizar el crimen de su propio padre

Se inventa de la galera dos víctimas (una que muere y otra que “solamente” es violada), y dos victimarios, que debieran ser excusados de tales crímenes (lo que evidentemente entendió David en su momento y por eso ninguno fue condenado) ya que en realidad fueron las herramientas que utilizó Dios para castigar a David, que si bien es quién empezó todo este berenjenal, es quién más barata la sacó. Todo para no aplicar el castigo que su propia ley divina indicaba.

Los creyentes que justifican la inacción de Dios respecto al mal con el argumento del “libre albedrío” parece que aquí no ven mayor problema en que ahora Él pisotee el libre albedrío de algunos (y de paso les arruine la vida) para “castigar” la acción de otros.

Luego de tanto “castigo”, la leyenda nos enseña que, del linaje de su majestad, es el hijo de Dios.

2 Samuel 7:12-16

Y cuando tus días se hayan cumplido y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual saldrá de tus entrañas, y afirmaré su reino.
Él edificará una casa para mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.
Yo seré padre para él, y él será hijo para mí. Si hace mal, yo lo castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres pero no apartaré mi misericordia de él como la aparté de Saúl, a quien quité de delante de ti.
Tu casa y tu reino permanecerán siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente

Los comentarios han sido cerrados para esta nota