Educar como Dios manda (el terror continúa)

En recientes declaraciones para el programa Claves para un Mundo Mejor y difundidas por el diario Hoy , Monseñor Aguer, se refirió a la educación pública de nuestro país. En una nota titulada "¿Quieren sacar analfabetos revolucionarios?" puede leerse el lamento del arzobispo de La Plata respecto a la ausencia de contenidos religiosos en las escuelas públicas. Citó el acuerdo realizado entre el gobierno brasilero y el Vaticano en el que se se permiten estos contenidos en las escuelas estatales y sostuvo que "esto en la Argentina de hoy sería absolutamente impensable". Mencionó también algunos ejemplos de constituciones provinciales (entre ellas la bonaerense que corresponde a su arquidiócesis) que hacen referencia al "deber de educar bajo la moral cristiana" aunque también se quejó de que solo es letra muerta.

Cada tanto es normal que algún funcionario de la Iglesia se queje de las dificultades que tienen para adoctrinar niños desde las escuelas públicas. Ya antes de que se valide la educación religiosa en Salta, el obispo de Jujuy había mencionado la necesidad de enseñar religión en las escuela. Claro que lo que se propone no es enseñar religión de la misma manera que se enseña Historia o Educación Cívica, es decir, tomando distancia (dentro de lo posible) de la ideología y simplemente enseñar hechos para que el alumno evalúe, sino que expresamente se intenta imponer la enseñanza de la moral y los dogmas cristianos asumiéndolos como los únicos verdaderos y absolutos. Si bien para Aguer llegar a esto parece imposible en Argentina, el mencionado acuerdo en Brasil y la nueva y polémica Ley de Educación de Salta son señales bastante preocupantes en ese sentido. En el primer caso tenemos un país con un gobierno teóricamente progresista que acepta que desde el Estado se validen y promuevan ideas mágicas en los planes de estudio. De esta manera, además de hacer publicidad gratis de una doctrina religiosa en desmedro de otras religiosas y no religiosas, se opta por enseñar una moral pacata y fundamentalista fuertemente contradictoria con una educación tolerante, amplia, progresista, abierta a la diversidad, crítica. Así en el mejor de los casos nos exponemos a una educación contradictoria, en la que por un lado se enseñan valores de respeto y tolerancia y por el otro se bajan morales absolutistas y medievales, y en el peor a que no haya contradicción y todo sea fundamentalismo religioso. Hace relativamente poco se conoció una noticia que mostraba las  consecuencias de mezclar educación y religión en el ámbito privado. Lo que Aguer pretende es extender ese nivel de represión y fundamentalismo a la escuela pública.

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