Documento de apertura del I Concilio Ateo



Francisco Miñarro,
Coordinador de la Federación Internacional de Ateos (FIdA).
Círculo de Arte de Toledo, 07.12.07

¿Por qué un “Concilio”? ¿Y por qué en Toledo?

Intentaré dar una respuesta definitiva a estas dos cuestiones que, desde hace semanas, se nos han planteado de forma persistente.

Un Concilio es un encuentro, pero un encuentro que se pretende capaz de hallar respuestas, de llegar a conclusiones. En la perspectiva de una estrategia que busca recuperar el sentido de la existencia humana mediante presupuestos ajenos al condicionamiento religioso, el abordaje semántico es una herramienta imprescindible, puesto que el lenguaje, en sí mismo, es quizá la herencia más democrática y más liberadora de cuantas se nos han transmitido.

El filósofo Feuerbach encontró la esencia de la religión en la proyección abusiva de los significados de la naturaleza humana, transferidos a ficciones teológicas que despojaban a ésta, finalmente, de contenidos. Este robo gnoseológico se relaciona directamente con una estratagema, la de la apropiación indebida de las palabras. Un ejercicio practicado hasta la saciedad por los especialistas de la religión.

No es término, el de Concilio, que pertenezca exclusivamente a la tradición católica. En realidad, ningún término le es propio de manera privativa. Su depósito de creencias es un heterogéneo conjunto de adquisiciones, préstamos e interpretaciones que habrá de serle despojado algún día. Al liberar a ciertos elementos lingüísticos de su encierro teológico, ejercemos nuestro derecho a la justicia y a la compensación.

Queremos hablar de fundamentalismo. Somos ateos, y creo que por eso amamos tanto la naturaleza, la vida y el conocimiento. Por eso, también, nos preocupa el rumbo que puede adoptar la historia, el proceso involutivo que parece darse en gran parte de las sociedades.

Las situaciones conflictivas, las interacciones entre el espacio público y la fe religiosa, la ambición desmedida de sus portavoces, su intolerante intromisión en los asuntos del Estado, se han convertido en un lugar común normalizado, cotidiano, al que la escasa cultura democrática de la ciudadanía no encuentra medios de oposición. El proyecto laicista incluso es considerado por la mayoría como algo secundario, prescindible dentro de un ámbito de convivencia excesivamente inclinado a evitar riesgos y confrontaciones. Como un fluir hacia un nuevo Medievo, las exigencias expansivas de la fe, en especial las del monoteísmo absoluto del Islam y las de las distintas versiones del neocristianismo evangélico, del catolicismo romano y de la ortodoxia oriental, van minando paulatinamente el campo de nuestras libertades. Nos adentran en su ritmo y en su territorio, con la intención de hacerlos omnipresentes y de convertirlos en valores dominantes.

Simbólicamente, el impulso de re-evangelización, de re-catolización de la sociedad, representa una versión compleja del viejo mito del rapto de Europa. A los credos históricos se une, además, una pléyade de nuevas formas de religiosidad, la mayoría de las cuales se limita a ejercer técnicas de control y de distorsión mental aprendidas de sus hermanas mayores.

Toledo, esta ciudad maravillosa que nos acoge, también parece sufrir un rapto, cuando oímos de boca de algunos de sus representantes políticos, de los tramposos desinformadores de cierta prensa y del clero parásito que les alimenta, el mensaje unívoco de su “catolicidad”. Nunca, en una democracia básica, puede un territorio identificarse con un discurso teológico concreto. Durante mucho tiempo fue así, de igual modo que España entera se confundió con el nacional-catolicismo durante la dictadura franquista, o que en Irán se declaraba el “Estado islámico” tras la revolución chiíta. Pero habitamos ahora en una democracia. Imperfecta, desigual, limitada. Mas, con todo, democracia.

Los fundamentalismos son eso, precisamente: afirmaciones teológicas con pretensiones políticas. Recordando a Azaña, pienso que Toledo ya no es católica. Por mucho que se empeñen los cardenales, se entreabrió ya la puerta hacia un espacio plural, en el que el derecho a la libertad de creer o no creer, o de creer en esto y no en aquello otro, debe ser respetado como norma fundamental de convivencia. ¿Que era más difícil celebrar aquí un Concilio Ateo? Sí, sin duda. Y precisamente por ello el desafío planteado adquiere un valor añadido.

Pero la ofensiva de la evangelización, dotada recientemente por Ratzinger de un “panzer” en forma de encíclica contra el ateísmo, no admite sutilezas. La fe es invasora, no quiere límites a su expansividad. Precisamente por ello abordamos el proyecto de una red, de una plataforma atea que busque neutralizar el poder de la religión.

Nuestras acciones, declaraciones e iniciativas habrán de ser continuas, incidiendo siempre en una serie de elementos clave: la vinculación de la Iglesia y de los integrismos religiosos con el totalitarismo, la peligrosidad de su moral con respecto a las libertades y derechos individuales, su desmedida afición a la rapiña y la denuncia de su historia criminal.

Nuestra intención no es otra que la de impulsar una renovación ética e ideológica a partir de la actualización de los principios y contenidos de la Ilustración: la razón, las libertades, la autonomía del individuo, el hedonismo, la solidaridad y la justicia. Y, por lo tanto, la trayectoria a seguir será siempre la afirmación del ser humano, del cuerpo, de la búsqueda del placer, entendido como la aceptación plena y libre de la existencia, como el único fin en la vida y como el solo escenario posible para la expansión y la práctica de virtudes éticas y de políticas responsables. Con ello nos enfrentamos directamente a los valores clericales de la obediencia, el castigo, el sacrificio y el dolor. Tocamos así su punto más débil: la evidencia de su eterna manipulación de los cuerpos y de las conciencias mediante técnicas psicológicas de control.

Y la manera de ejercer esta renovación cultural será, además, por medio de un proyecto imaginativo, que promueva la participación, el debate y el análisis. Contando con la complicidad de intelectuales, políticos, artistas y ciudadanos conscientes. Demostrando no sólo una completa coherencia en la línea adoptada, sino un serio compromiso y un claro nivel de exigencia. Desarrollando nuevos lenguajes y formas de comunicación. Aclarando finalmente a los conservadores de derecha e izquierda por qué el ateísmo es un factor imprescindible para abordar una necesaria transformación social.

Iniciamos un movimiento nuevo. Que no nos satisfaga la adaptación mimética a las viejas estructuras funcionales. Promovamos la creación poética y la razón científica, el juego social, el empleo de nuevas técnicas y de nuevos modelos y el uso de las herramientas adecuadas a la guerrilla cultural en que nos hemos constituido.

Seamos claros y contundentes, ya que por fin podemos decir en voz alta aquello que pensamos. Aquí y ahora.

Bienvenidos al Primer Concilio Ateo.

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