Diseño Poco o Nada Inteligente

El reciente artículo de Juan Manuel de Prada para el diario ABC, en el que se declaraba seguidor y poco menos que firme defensor del Creacionismo, es sólo una demostración de que dogma y criterio son incompatibles. Me siento sin embargo obligado a permitirme considerar como enteramente inadecuada la respuesta internauta que ha recibido el citado artículo. No cabe responder al dogma con más dogma, completamente incompatible con el método científico que presumimos de defender. En De Prada hay calidad literaria, hay inteligencia y hay sensibilidad. Y con De Prada y con cualquiera que comparta sus planteamientos tan conservadores estamos deseosos de establecer los debates éticos que sean necesarios para mejorar nuestra sociedad. No piensas como yo, luego apestas, no es ni de lejos la forma de hacerlo.

En el número de septiembre del New Humanist, A.C. Grayling, profesor de filosofía del Colegio de Birkbeck de la Universidad de Londres, da un vistazo mucho más útil y profundo a los planteamientos creacionistas y a la forma más razonable de intentar refutarlos desde una perspectiva humanista.

La teoría del Diseño Inteligente es el proyecto de establecer «por los medios científicos habituales de apelación a la razón y a la evidencia» que el mundo y la vida en él fueron diseñados a propósito por un agente tan competente y extremadamente inteligente como para poder crear un universo entero. Este es el primer punto. Merece la pena recordar aquí que el Creacionismo es sólo una de las formas de enumerar la teoría del Diseño Inteligente; aquella en la que el agente creador es Dios. Desde el punto de vista práctico, las consecuencias de aceptar la teoría del Diseño Inteligente son las mismas si el agente es Dios, una civilización extraterrestre o Mercedes Milá —excelente en su papel de diosa de su televisivo microcosmos—.

La siguiente propuesta del Diseño Inteligente es que va «más allá de la revolución científica acontecida en Occidente a partir del siglo XVII». Al fin y al cabo, tras la investigación científica hay también una creencia; la de que la naturaleza puede ser comprendida por completo. El científico quedaría así reducido a discípulo de San Agustín, para quien el hombre es capaz de comprender el universo única y exclusivamente porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Este es el segundo punto.

El tercer punto habla de que, por definición, no existe nada llamado «consenso científico». Es entonces falso que la Teoría de la Evolución pueda plantearse como resultado acumulado de progreso científico alguno. Por último, «no se ha ofrecido alternativa plausible que justifique el uso de la ciencia como forma de buscar el conocimiento sistemático y definitivo de la realidad» que no sea la creencia en un Dios creador, y que además «el ateísmo no ha hecho nada por la ciencia». Este es el cuarto punto.

Las respuestas de Grayling pueden resumirse así. Sobre el primer punto; la teoría del Diseño Inteligente no funciona en absoluto «por los medios científicos habituales». Por el contrario, comienza con la conclusión, fija y definitiva, y después trata de inventar las evidencias para soportarla. En la ciencia se comienza con una hipótesis, se trata de demostrarla, y es abandonada si las evidencias la demuestran incorrecta. «Hay un universo de diferencia entre la auténtica ciencia y los esfuerzos de los téoricos del Diseño Inteligente y los creacionistas por encontrar hechos y presuntos hechos que sirvan de propaganda para sus convicciones a priori».

Sobre el segundo punto; más de mil años antes de San Agustín, ya Tales y los presocráticos como Platón y Aristóteles, los estóicos y los epicúreos, manejaban formas científicas y precientíficas de explicar la naturaleza y el funcionamiento del universo, presumiendo ya que la inteligencia humana es lo suficientemente competente como para comprenderlo. No hizo falta entonces San Agustín para presumir que dicha capacidad no requería invocar creencias sobrenaturales de ningún tipo. «Es de hecho una característica de la forma de pensar de Tales y sus sucesores no partir de creencia alguna, sino de basar su forma de pensar en la observación y en la razón».

Sobre el tercer punto; Grayling sugerir como «resultados acumulados» los siguientes: La geología de Lyell, las observaciones de Darwin de las especies de las Islas Galápagos, los guisantes de Mendel, la combinación de las teorías genéticas con el entendimiento de la selección natural y artificial, los registros fósiles, la anatomía y la fisiología comparativas. Y un largo etcétera. Es además una característica del pensamiento científico la habilidad para manejar una absoluta ortodoxia aún sin consenso, y los científicos son capaces de sobra de manejar sus propias contradicciones utilizando lo que todos conocemos como método científico.

Sobre el punto cuarto; toda persona que reconociera no ser religiosa en Europa o en América en cualquier momento anterior al siglo XIX estaba en el mejor de los casos invitando a su propia exclusión social, o a su ejecución en el peor de ellos. Todo el mundo, así pues, «era religioso». La educación de todos era «educación religiosa». Los niños occidentales aprendían a leer recitando la Biblia, tal y como aún hoy en Pakistán aprenden leyendo el Corán. Las aportaciones del ateísmo a la ciencia pueden desde luego considerarse innumerables: Elimina el riesgo de que cualquier científico sea ejecutado en la hoguera por exponer descubrimientos que crean controversia con la verdad revelada por Dios. Elimina también la necesidad de tener que distorsionar observaciones, hechos, resultados experimentales y observaciones para ajustarse a una doctrina previa. «Recuérdese el momento en el que pudieron verse por primera vez las lunas de Júpiter, en un tiempo en el que La Tierra era el centro del universo y el hombre y su religión lo más importante en él, con el Papa y la Inquisición requiriendo amablemente que no pueda pensarse de otra forma». Ha liberado la mente y las posibilidades de investigación de la humanidad. Ha reducido al mínimo la hegemonía religiosa e incrementado rápidamente el conocimiento técnico y cientifico.

«Cuanta menos religión, más ciencia. Cuanta más ciencia, menos religión. Y éste es un fenómeno universal».

Desde los planteamientos humanistas, que buscan que el hombre pueda disfrutar de su existencia en un mundo mejor, sin necesidad de esperar a su muerte para visitar paraíso alguno, cabe desde luego, y para terminar, parafrasear al propio Grayling, afirmando que la creencia en las teorías del Diseño Inteligente no son sólo equivocadas. Son irresponsables.

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