Dios y el Mal

Uno de los puntos de debate más frecuentes entre teístas y ateos es el tema del mal. Generalizando y simplificando un poco, el planteo ateo es: ¿Cómo se explica la existencia de un dios todopoderoso (básicamente que puede hacer lo que le da la gana) conviviendo con el mal, el sufrimiento, el dolor, etc.?

 

Si bien la pregunta en general pretende ser un argumento en contra de la existencia de Dios, y a veces hasta una demostración concluyente, debemos reconocer que los creyentes ofrecen una serie de explicaciones que, de alguna manera, nos obligan a replantear la pregunta de tantas maneras que terminamos por cansarnos y sin llegar a nada.

Las justificaciones al, en principio misterioso, actuar de Dios, tienen en general que ver con:

 

  1. Quitarle dramatismo a la enfermedad y la muerte, hablando de esta vida como algo temporal. Dicen que lo verdaderamente importante está por venir.
  2. Si el hombre es evidentemente responsable de algo malo (un criminal es responsable de un crimen, por ejemplo), pues Dios respeta el libre albedrío del criminal y no evita.
  3. Si la relación no es tan evidente, pero las conductas humanas influyen (casi SIDA por ejemplo) la culpa es por el pecado, la destrucción de la familia, el ateísmo hereje.
  4. Si la responsabilidad de los humanos es inexistente (algún desastre natural, por ejemplo un terremoto) la justificación tiene que ver con el pecado original y su castigo, la ira de Dios, o lo que sea.

Todos estos puntos son muy sencillos de contraargumentar.

Quizás el primero sea el único que me merezca algo de respeto, pero son los mismos creyentes los que se encargan de refutarlo, orando cuando hay algún enfermo terminal. Ponen tanto empeño en convencer a su dios de mantenerlos en este mundo imperfecto y de sufrimiento, que no parecen tan convencidos de que les espera una vida mejor.

En el segundo caso, pues simplemente no me imagino dejar que un hijo haga mal a otro en nombre del libre albedrío. ¿Algún creyente permitiría que un hijo lastime a otro, sin intervenir, solo en nombre de la libertad de su hijo agresor?

Respecto a enfermedades, la reducción es absurda. Primero, las enfermedades no son un invento del hombre. Segundo, en muchos casos y aunque nos duela, son un mecanismo natural gracias al cual estamos donde estamos. Tercero, el SIDA por ejemplo, puede contagiarse de muchas maneras que no tienen que ver necesariamente con cometer un pecado.

De nuevo, a cada uno de estos contraargumentos, los creyentes van a tener más y más respuestas, seguramente haciendo el tema lo suficientemente complejo como para que unas explicaciones sean incompatibles con otras. Por ejemplo, no se explica como si Dios no interviene en el libre albedrío de la gente, el rezarle a veces da resultado y la gente se vuelve buena, se evita un crimen o dejan de golpear a su mujer. Tampoco se explica como Dios “utiliza” a algunos para perjudicar a otros de manera de castigar a estos últimos por vaya a saber uno que pecado. Seguramente, habrá otra, y otra y otra respuesta. Y es que para justificar las acciones de un ser como Dios, se puede decir cualquier cosa, porque para él todo es posible. Y si no lo parece, es que lo vemos con nuestras limitaciones, pero para Dios nada es imposible. Y si parece absurdo, es porque con nuestras limitaciones no podemos comprender su sabiduría. Lo que no encaje con él, está mal, porque por definición él está bien. Lo que conocemos como “bueno” no lo es, si no es compatible con lo que él nos enseña, porque él es “lo bueno” por definición.

Hasta ahora, nada de esto es prueba de la inexistencia de Dios. Los complicados argumentos para explicar el mal son inagotables, o por lo menos son “más inagotables” que nuestra paciencia. Pero me gustan las explicaciones menos complejas, menos intrincadas. En ese sentido, creo que el tema del mal es un buen ejemplo: “Dios no existe” es una explicación que responde con tres simples palabras todos los cuestionamientos que tienen que ver con el mal y con el bien. Vivimos en un universo sin justicia divina, sin nadie que nos cuide. Un universo indiferente al sufrimiento de sus criaturas. En este contexto, podemos encontrar excusas para explicar el motivo por el que Dios hace caso a algunos ruegos y a otros no, favorece a algunos buenos y a otros no, castiga a algunos malos y a otros no, cura a algunos enfermos y a otros no. Pero mucho más simple es afirmar que Dios no existe, y las cosas salen de una u otra manera porque así son las cosas.

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