Después del fracaso

© Fernando G. Toledo


El diálogo pudo leerse recientemente en el Blog de Antonio Piñero, dedicado al estudio del Jesús histórico. Un lector planteó al profesor un interrogante que también se ha suscitado en esta página, a partir del artículo precedente, Jesús y la inminencia del Reino. La pregunta podría resumirse así: «¿Como y por qué se fraguó entre los seguidores del predicador galileo, tras su muerte, la idea de resurrección?».

El comentarista, bajo el nombre de Emérito Augusto, plantea una hipótesis que se conecta con la que he expresado en aquel artículo y en los comentarios subsiguientes: que ante el espantoso fracaso del Monte Calvario, los discípulos buscaron superar esa decepción mediante la formulación, desesperada, de que Jesús (a quien creían el Mesías que iba a salvar a Israel) había vencido a la muerte. O, como resume el comentarista:

El grupo (secta) de los «nazarenos» (todavía no eran «comunidad cristiana») son perseguidos por ser discípulos del «impostor crucificado». En esa persecución a muerte (mártires) se «recuerda» la idea la «resurrección» que por entonces, todavía no era «doctrina oficial judía» (pregunta saducea a Jesús). «Dios premia al justo» y lo «exalta», lo «resucita». Si los mártires no resucitan, ¿cómo podría Dios cumplir con la «justicia»?
A partir de esta idea, se van sucediendo en los discípulos experiencias místicas personales y comunitarias que dan pie a la «creencia» real de la resurrección de Jesús fundamento de la fe. «Si Cristo no ha resucitado nuestra fe es una necedad».

Antonio Piñero termina de perfilar el problema con su respuesta:

También a mí me parece ésta la pregunta clave. Es plausible [esa] hipótesis. Sólo añadir que la idea de que los justos en general van a resucitar (y cuánto más si son mártires) empieza –al parecer– a bullir en ciertos ambientes apocalípticos muy pronto en Israel. Los textos más comúnmente citados son Ezequiel 37, 1-14, Isaías 26., 19 y Daniel 12, 2ss, aparte de algunos trextos más bien obscuros de Qumrán que comentan un posible surgimiento del Siervo de Yahvé (Is 53, 11) en 1QIs, textos a y b.
La efervescencia de una comunidad apocalíptica, como era la de los nazarenos, en sus primeros momentos debía ser intensísima. Sentir que Jesús seguía vivo en medio de ellos debía ser la experiencia inicial. El modo de expresarlo era afirmar que «había resucitado». La firme creencia en esa experiencia genera más tarde las historias de las apariciones. Pero nunca podremos saber exactamente el cómo.

Ver: Jesús y la inminencia del Reino y Cruz y ficción. Además: El arquitecto del cristianismo.

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