Crónica del Congo: Capítulo 1

Texto del Dr. Isaías A. Martínez Medina.


Antes de empezar...

Advierto de que la crónica incluye material multimedia (fotografía y vídeos), y que lo encontrarás haciendo clic en los enlaces.

Capítulo 1: Por poco nos matan.

Con mucha dificultad logré hacer el equipaje, ya que tenía muchos medicamentos y gafas que no quería dejar aquí, dado el gran beneficio que podían aportar en el Congo. Nos fuimos, Jose Antonio y yo,  en el avión de las líneas aéreas turcas, ya que era más barato, aunque, para sorpresa nuestra, te tratan mejor que en las europeas.
Al entrar en el avión de enlace que iba a Nairobi, oí hablar en ingles gritando, me resultó extraño, era un muchacho de unos 20 años que estaba al final del avión y movía lo brazos de arriba abajo, pensé que sería un predicador (ver comentario al final del mensaje), pero al acercarme más entendí lo que decía: “Mirad mis manos, me llevan esposado, no he cometido ningún delito, pero no quiero volver a mi país, no quiero volver a Somalia, lo único que tengo es mi vida y me van a matar” gritaba y lloraba, desesperado, rodeado por cuatro policías, yo no sabía como reaccionar y de hecho me quedé mirando con la boca abierta como un pazguato. Los demás viajeros se iban sentando cómodamente en sus asientos sin mover un ceja, entró una monja que hizo lo mismo y yo mismo me senté también como si nada. Parecía que el muchacho era el hombre invisible e inaudible, pues nadie pareció darse cuenta de que existía. El que más reaccionó de todos era yo, y lo único que hice fue quedarme con la boca abierta. Al sentarme en mi asiento, ensimismado, iba pensando: éste debe ser el nuestro tan famoso “prójimo” al que debemos amar y protejer, que podía yo hacer, aparte de sentirme miserable por pertenecer al género humano y caí en la cuenta de que llevaba 50 euros en el bolsillo, iba pensando, quizás si le hubiera dado el dinero que llevo, habría servido para que en su país sobornara a alguien y pudiera salvar su vida. Los 50 euros me estaban quemando en el pantalón, así es que me levanté y me fui a buscar al muchacho, una vez que habíamos despegado, para dárselos, pero no lo encontré, ya no estaba en el avión, se ve que lo habían sacado antes de despegar, para llevarlo en el avión que iría a Somalia, los 50 euros me siguen quemando cuatro meses después de que ocurriera, pero ahora es peor, ya no tengo posibilidad de dárselos.
Llegamos a Nairobi, donde tuvimos que esperar algunos días para obtener el visado, en la embajada del Congo. Nos alojamos en la residencia de estudiantes (YMCA). Es lo más barato y está bastante bien. Le expliqué a José Antonio (productor y realizador de documentales deAlcazaba Documental) que aprendí inglés en Nairobi. Hay algunas academias y  el precio oscila entre 60 a 100 euros al trimestre. Es más barato que irse a Londres o Estados Unidos, etc. y también más exótico.
Una vez resuelto el papeleo teníamos que coger un autobús de Nairobi (Kenia) a Kampala (Uganda). Cuando íbamos a comprar los billetes de autobús que teníamos concertados, vimos que habían quedado plazas libres en el primer autobús que iba a salir y decidimos tomar ese, con lo que llegaríamos antes.
Al día siguiente, en Kampala, leímos en el periódico que el autobús que decidimos no coger había sido atacado por Al Qaeda con granadas, y que los terroristas intentaron volarlo disparando al depósito. No lo lograron, pero aun así hubo 6 muertos y 20 heridos graves. Nos habíamos salvado por los pelos. José Antonio pensaba que nos habían oído hablar de que cogeríamos ese autobús y que iban a por nosotros, por ser europeos, para hacerse publicidad, yo verdaderamente no lo creo, pues no creo que seamos tan importantes. José Antonio argumenta a favor de su versión,  que a son de qué iban a matar personas de Kenia y Uganda, pues nadie VIP iba en el autobús en ese momento. Bueno, fuera como fuese el caso es que seguimos vivos, seguramente, mi Ángel de La Guarda, en el que no creo, está bien entrenado.
Yo pensaba que el atentado saldría en las noticias en España, y por ello envié un SMS para decir que no se preocuparan por la consulta, que el autobús, no era el nuestro y que seguíamos vivos. Pero por lo visto, lo único que logré fue preocuparlos, pues en los informativos españoles no se hizo el más mínimo comentario.



Predicador: En África existen mucho predicadores e iluminados de distintas religiones que predican a gritos en calles, plazas pública e incluso dentro de los autobuses, la mayoría suelen llevar una biblia en la mano derecha o izquierda según que sean diestros o siniestros y mientras predican, abren los brazos y los agitan como aspas de molino, que confundirían al mismo D. Quijote. Imagino a Sancho gritándole, ¡que nó,  mi señor, que no son gigantes!, ¡no los embista, ni acometa, que son predicadores!, ¡¿es que no ve las biblias al final de los brazos?!

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