Conclusiones del I Concilio Ateo de Toledo


Ponencia (¿?) presentada por Francisco Miñarro, Coordinador de la Federación Internacional de Ateos (FIdA) durante la “Jornada Laicista Valladolid 2007” organizada por la Asociación Cultural Escuela Laica de Valladolid y por Europa Laica. Sábado, 15 de diciembre de 2007. Centro cívico "El Campillo", Valladolid (España).

Buenos días.

Juan Francisco González Barón, Presidente de Europa Laica, me solicitó que expusiera ante vosotros las conclusiones obtenidas a raíz del I Concilio Ateo, organizado por la FIdA la semana pasada y que tuvo lugar en la imperial ciudad de Toledo. Lo cierto es que, tras lo que un titular de prensa denominó “el rosario del concilio ateo”, la conclusión más evidente es que todavía, en un país oficialmente laico como el nuestro, la celebración de un encuentro de ateos, llenos de inocencia y de buenas intenciones, puede encontrarse con una multitud de trabas y de problemas procedentes no sólo de la secta católica, sino principalmente de organismos e instituciones públicas que, también oficialmente, se denominan “democráticas”.

Todo comenzó hace unos meses, cuando iniciamos un proceso de negociación con el concejal toledano de Izquierda Unida, Aurelio San Emeterio. Nos prometió la utilización, gratuita, de un centro social con nombre de virgen, situado a diez kilómetros de la ciudad. Contábamos con la posibilidad de ciertas reticencias por parte de don Emiliano, el alcalde socialista que recibió alborozado unos meses antes las reliquias de san Ildefonso. “Dejadlo de mi cuenta” –nos dijo. –“Mejor que no se entere de esto hasta que sea cosa hecha”. Por entonces, preveíamos el Concilio para primeros de noviembre. A menos de un mes, empezamos a notar una suerte de “pánico escénico” por parte de Aurelio. No respondía a los e-mails, y su amable secretaria ensayaba constantes evasivas telefónicas. Tampoco nos proporcionaba los planos técnicos de la sala, ni parecía ser consciente de la inminencia del Concilio. Una llamada me abrió los ojos.

- “Paco, esas fotos de Montoya son muy fuertes, ¿no? Yo no las conocía”.
- “Bueno, ya sabes, ocasionaron las iras del obispo Cañizares y se montó no hace mucho un escándalo político de cierta envergadura. El Partido Popular quiso sacar tajada, aunque finalmente quien la obtuvo, y bien grande, fue la Iglesia católica, con aquel millón y medio de euros que le rapiñó al blandito de Ibarra para promocionar el turismo en el monasterio de Guadalupe. Pero, ¿hay algún problema?”
- “El alcalde se ha enterado por la prensa… Y no está muy contento”.
- “Ya, supongo. ¿Y?”
- “Pues, que como con Bassi ya se produjo en Toledo una situación complicada, y lo de Montoya es inaceptable, pues…”
- “Mira, Aurelio, a estas alturas, el que no dispongamos aún de la confirmación oficial para utilizar el centro social es una putada. Me dijiste hace semanas que había que pagar una pequeña cuota para el seguro de responsabilidad civil, y los compañeros de FIdA en Toledo llevan tres días intentando hacerlo, pero les dicen que el funcionario está de baja, o que no encuentran el papel o el sello. Vamos a concertar una entrevista con el Alcalde, porque el tiempo se nos hecha encima y no quiero cambios de última hora”.

No nos recibió don Emiliano. Daba muchas ruedas de prensa por aquel entonces. Sí lo hizo Ángel Felpeto, concejal de cultura y militante del PSOE, quien se presentó ante nosotros como “católico practicante”, y cuyo argumento primero consistía en el mantenimiento de la “pax toledana”. No iban a admitir la exposición del Sanctorvm, ni la actuación de Leo Bassi. Si queríamos hacer el Concilio ateo, sería bajo esas condiciones. Aurelio estaba presente, de pie, con claros síntomas de incomodidad. Felpeto, en su sillón, se dirigió a él en tercera persona. “Éste ya aprenderá, que todavía es joven”. Le hablamos del derecho a la libre reunión, de la libertad de conciencia, de la Constitución española… “No se trata de derechos –dijo-, sino de evitar complicaciones”. Don Emiliano llamó por la línea interna dos o tres veces, interesándose por la “negociación”. Salimos del despacho realmente preocupados. No habría Concilio. Aurelio nos comentó, minutos después, lo que el Alcalde le había dicho: que “de ninguna de las maneras se iba a celebrar en Toledo una reunión de ateos, y menos en un espacio público. Ni con fotos ni sin fotos”.

Y, naturalmente, se montó un buen “pollo” en la prensa local, cuando al día siguiente contamos a los periodistas el desarrollo de la reunión, calificando al bueno de don Emiliano de “aprendiz de inquisidor” y manteniéndonos firmes en nuestra postura. Celebraríamos el Concilio a pesar de todo, con apoyo municipal o sin él, en Toledo, aunque quizá no en las fechas previstas. Fue un farol en toda regla. No teníamos ni idea de lo que íbamos a hacer. Justo antes, además, nos habían informado de que tampoco el centro social se nos iba a ceder gratis. 39 euros la hora, por 30 horas de utilización, sumaba un buen pellizco para las arcas imperiales.

Quizá lo más interesante de todo esto es que comenzara a movilizarse la ciudadanía. El debate sobre el laicismo salía a la luz del día, y la prensa local anunciaba en portada, con grandes titulares: “No se celebrará el Concilio ateo”. Los populares se frotaban las manos. Aplaudían la decisión del Alcalde, sabiendo que le habíamos colocado en una situación compleja de la que saldrían, posiblemente, beneficiados. Cañizares, el obispo primado, defendió incluso ante la Agencia Europa Press el derecho de los ateos a pensar lo que les viniera en gana, mostrándose respetuoso con la libertad de conciencia y delegando en don Emiliano la responsabilidad del veto. Montamos entonces una pequeña campaña de acoso, enviando cartas de protesta y destapando las virtudes democráticas de la izquierda toledana. Esta situación de polémica, vivida intensamente en la calle, propició que diversos colectivos sociales convocaran una rueda de prensa, haciendo público en ella un “Manifiesto por la libertad de expresión”. Dirigentes de sindicatos y de asociaciones laicistas, el Consejo de la Juventud, colectivos GLTB, asociaciones vecinales y ciudadanos independientes instaron al Ayuntamiento a rectificar su postura. Comisiones Obreras, por boca de su Secretario General en Toledo, ofreció a la FIdA la utilización de sus locales para el Concilio, y a la vez, de forma casi providencial, encontramos a un amigo y un aliado en el escultor Fernando Barredo, “Loc”, director del Círculo de Arte. Públicamente invitó a la FIdA a usar la sede del mismo, una antigua iglesia mudéjar, la de san Vicente, situada en pleno centro de la ciudad, en el casco, y a escasos metros del Obispado. Conectada en el pasado con la Casa de la Inquisición, el espacio ofrecía las condiciones idóneas para nuestro blasfemo Concilio. Y aceptamos el envite, aunque obligados a un cambio de fechas. Esta vez parecía definitivo. El Concilio ateo se desarrollaría en Toledo, en una iglesia desacralizada de titularidad municipal, del 7 al 9 de diciembre, en pleno puente de la Inmaculada Concepción. Más herético, imposible…

Pero las presiones se multiplicaron sobre los socios y la Junta Directiva del Círculo de Arte, y la prensa católica lanzaba sus dardos. Había intereses muy claros para evitar el Concilio. En la sede de la Conferencia Episcopal empezaban a preocuparse. Imagino a Rouco Varela al habla con Cañizares:

- “Antonio, ¿pero cómo se te han colado los ateos de esa manera en tu casa?”
- “Ay, Antonio María, no sé qué ha pasado, en serio. Emiliano me dijo que esto se solucionaba en un plis-plas. Y ya ves…”.
- “Pues como se entere el jefe se va a cabrear mucho, ya verás”.

Fue convocada una Asamblea en el Círculo. Se preveía la destitución de Loc como Presidente, a no ser que se consiguiera el apoyo de varios dubitativos, no pocos de ellos tan católicos como el grupo municipal socialista. Debíamos transmitir a la Asamblea nuestro compromiso de evitar provocaciones. A las 22 horas recibí una llamada de Loc. La cosa estaba complicada. Me habló de estrategias, del ojo de Polifemo y del talón de Aquiles. De atacar con inteligencia donde más les doliera. Si prescindíamos del Sanctorvm, la votación estaba ganada. No tendrían argumento alguno. Defenderíamos el carácter estrictamente cultural y académico del evento. Hablé con Montoya y le dejé a él la decisión. Se mostró solidario con Loc, no tenía interés alguno en ser crucificado de nuevo. Llamé a Bassi. Le pregunté si en el espectáculo había elementos ofensivos. Me respondió con absoluta claridad: “La Revelación es un alegato por el laicismo y por el ateísmo, que se ha representado multitud de veces en institutos y espacios públicos”. La campaña de desprestigio provenía de la prensa católica, como siempre tan fiel a la verdad. Le envié un SMS a Loc, pasadas las 23:30 horas. La Asamblea finalmente aprobó, por un estrecho margen de votos, que el Concilio se celebrara en tan santo lugar.

Una observación procedente. A un organismo público, como el consistorio de Toledo, puede exigírsele, por derecho, que respete las libertades y derechos que la Constitución española ampara. Aunque limitada, tímida y producto de un consenso tramposo, es el marco legal en el que actualmente podemos convivir. A una asociación privada, sin embargo, no cabe exigirle más que aquello a lo que esté dispuesta a consentir, de acuerdo con su funcionamiento interno, con sus objetivos y con su programa de actuaciones. Sirva esto como argumento concluyente frente a algunas críticas recibidas.

Superada, o casi, la polémica política, reaparecieron los escribientes beatos con acusaciones delirantes. Un artículo aparecido en el diario ABC y titulado “Cementerio y aula de ateísmo” pretendió que la opinión pública se alzara en nuestra contra. Quiso incluso resucitar a los ilustres muertos que reposan sus polvos en el subterráneo del Círculo. “Si yo fuera toledano –afirmaba ese integrista metido a historiador local- no permitiría que sobre las tumbas de mis antepasados se hablara de cosas contrarias a la fe”. Buen golpe. Aunque es de suponer que tanto excelentísimo cadáver ya debe tener los oídos carcomidos y bastante acostumbrados al jaleo, puesto que el Círculo de Arte de Toledo funciona como discoteca y sala de actuaciones musicales de jueves a sábado. Pero, ah… eso de negar al sumo hacedor del Catolicismo y a su hijo único, parido de una virgen preñada por un pájaro, les debe resultar excesivamente ruidoso.

Se produjo entonces una especie de pacto de silencio. Mejor que no se hablara mucho del Concilio en la prensa, porque se habían tocado algunas delicadas fibras políticas, y el Sr. Bono acababa de presentar su candidatura como cabeza de lista por el PSOE en Toledo. Hicimos público nuestro “Manifiesto por la Excomunión”, para caldear un poco los ánimos, y tuvimos conocimiento además de que un grupo ultra, bastante folklórico, la santanderina y esotérica “Unión en Defensa de la Familia” (véase en el Google, porque no tienen desperdicio), pretendía manifestarse el sábado 8 de diciembre a las puertas de nuestro Concilio. La delegación de Gobierno no se lo autorizó. Personal de la agencia EFE nos informó, en la soleada mañana del sábado 8, que, puestos en contacto con los tradicionalistas, éstos les confirmaron haber desistido de su intención, pero insistían en su ladrido. Lo que según ellos estábamos haciendo en Toledo era una pura blasfemia que atentaba contra el artículo 525 del Código Penal, y constituía un atentado contra la libertad religiosa, por lo que amenazaron con emprender acciones legales contra la FIdA. “Esperamos –dije- con las manos abiertas todas las denuncias que provengan de ese grupo de subnormales”. La prensa fue amable y cautelosa, no obstante, y omitió mis palabras. Aquí y ahora no tenemos necesidad de ello.

Sin embargo, no faltarían costumbrismos, igualmente góticos y atractivos. El Concilio abrió sus puertas el 7 de diciembre. Nunca antes el movimiento ateo en España se había mostrado tan irreverente y osado. La asociación “Deo Gratias” convocó a una misa en desagravio para el día siguiente. El dato aún no había sido confirmado. Según un comunicado hecho público en internet por los paladines neocatólicos que la pretendían en la iglesia de santo Tomé, la más rica de España y en la que se expone el conocido entierro del Theotokopoulos, fueron “cientos de toledanos” los que acudieron al santísimo acto de desagravio. El obispado de Toledo negó la información. No pudimos acudir a grabarlo en vídeo. Lástima, hubiera sido un éxito en el Youtube. Un centenar de impíos, reunidos en una iglesia, hablando de libertad de conciencia, de laicismo y de activismo ateo. Todo un pecaminoso espectáculo, al parecer. Por precaución, el sacrificio de infantes y la violación ritual de vírgenes se realizó en la tercera planta del hotel en que nos alojábamos. Evitamos así la mala imagen pública que nos hubiera ocasionado el hacerlo sobre tanto ilustre cadáver.

Finalmente, ¿qué se hizo en la vieja iglesia-discoteca, que tanto había alarmado a alcaldes socialistas, a concejales progresistas, a obispos papables, a la prensa y a la opinión pública? Debatir. Fueron tres días de un experimento social pionero, en el que un grupo de intelectuales, de artistas, de científicos, de activistas, de filósofos y de historiadores se dedicaron a algo tan simple como tratar de la amenaza que suponen los fundamentalismos, y de su afán por intervenir en el espacio común, en la cultura, en la vida política. Tres días en los cuales se abordó la idea del ateísmo como alternativa racional frente a la superstición religiosa, desde el terreno del pensamiento y de la realidad, buscando soluciones prácticas basadas en la educación científica y laica, en la exigencia de nuestros derechos, en el empleo de nuevos medios y herramientas de comunicación, siempre del lado de la defensa de la libertad de conciencia, de creación y de reunión. A la vez, fueron tres días de contactos, de interacción, de establecimiento de lazos y relaciones. Y quizá haya sido esto, precisamente, lo más atractivo y hermoso del I Concilio Ateo. Porque, ante el fundamentalismo y la radicalidad de la religión y del pensamiento supersticioso, de su empleo del poder, de su ansia de control, unos cuantos descreídos habíamos logrado vencerlos, obstáculo tras obstáculo, con el simple argumento de la racionalidad y con las meras armas de nuestra voluntad y de nuestro compromiso.

Gracias a todos por vuestra atención y por vuestro apoyo.

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