Clase de religión, o de nada


Extracto de un reportaje original en El País.com


El primer día de curso, el escritor Eduardo Soto acudió al colegio público El Carmen de Cuenca para matricular a su hijo en segundo de Primaria. Inscribió al niño en Alternativa -dos horas lectivas a la semana- y preguntó a la jefa de estudios: "¿Qué va a hacer mi hijo durante estas dos horas?". "Nada", fue la respuesta. El padre quiso saber más, pero la profesora le cortó: "No podemos hablarles de ninguna cultura religiosa, ni repasar asignaturas, ni abordar actividades que supongan un refuerzo académico porque lo prohíbe la ley. Por eso no hacemos nada. Lo ha decidido el claustro para evitar problemas".

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Es decir, estos niños están obligados por ley a salir de la clase en la que los otros escolares dan Religión y trasladarse a una sala con un profesor que no habla de ninguna materia porque de lo contrario -opinan los autores de la orden ministerial- les colocaría en situación de ventaja con respecto a los alumnos religiosos. Según el Ministerio de Educación, ésta es una buena fórmula para garantizar el derecho de los padres a que sus hijos no sean adoctrinados en una confesión religiosa. Pero muchos educadores consideran el modo en que se ha diseñado la alternativa como un disparate pedagógico.

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