Catolicismo a la carta (parte 2)
Viene de la Parte 1
El solo hecho de pertenecer a la Iglesia Católica, implica la aceptación de la autoridad de la Iglesia como portadora de la verdad revelada por Dios, y por lo tanto de todos sus dogmas. El Concilio Vaticano I, en su capÃtulo 3 es claro cuando afirma “deben ser creÃdas con fe divina y católica todas aquellas cosas que están contenidas en la Palabra de Dios, escrita o transmitida, y que son propuestas por la Iglesia para ser creÃdas como materia divinamente revelada, sea por juicio solemne, sea por su magisterio ordinario y universal.”. Vale la pena remarcar las palabras “deben” y “todas”, porque es común la idea de que alcanza con creer que Dios existe y aceptar de alguna vaga manera la divinidad de Cristo como para pertenecer al culto católico, pero la realidad es bien distinta. Los dogmas que la Iglesia Católica enumera son varios, y en muchas ocasiones son modificados por sus fieles que no están dispuestos a aceptar estos por un acto de fe, y que de esta manera los adaptan a lo que ellos consideran un marco un poco más racional, pero que la Iglesia no valida y que incluso condena como una herejÃa. Veamos entonces un pequeño resumen de aquellos puntos que todo católico debe dar por cierto, sin lugar a dudas ni a modificaciones, asumiéndolas como verdades absolutas, invariables y eternas.
- El Pecado Original: Según la Iglesia Católica, el pecado cometido por Adán y Eva tiene consecuencias hoy dÃa, ya que todos nacemos con la mancha del pecado y la llevamos hasta que somos bautizados. La negación de esto es conocido como pelagianismo y condenado por el Concilio de Éfeso como herejÃa.
- Existencia de los ángeles. La Iglesia enseña que los ángeles existen, son seres de naturaleza espiritual, fueron creados por Dios al comienzo del tiempo y que los ángeles malos o demonios fueron creados buenos, pero se pervirtieron por su propia acción. EspecÃficamente el Catecismo dice “328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. E1 testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.“. Por ende para un católico, negar la existencia de los ángeles o ponerla siquiera en duda, es considerado herejÃa por la Iglesia.
- Creencia de que Jesús es totalmente Dios y totalmente hombre, todo en una misma persona. Esto fue establecido, luego de arduos debates, en los concilios de Éfeso y de Calcedonia. Quienes niegan las dos naturalezas de Cristo (monofisistas) o quienes dicen que ambas naturalezas están presentes en dos personas distintas (nestorianismo) son condenados por herejes desde estos concilios.
- La resurrección de Cristo no es una metáfora, ni una teorÃa para los católicos. Si bien existen hipótesis de algunos grupos cristianos sobre la posibilidad de que solo haya sufrido un desmayo, un coma, o que simplemente su cuerpo muerto haya sido robado, la Iglesia Católica es terminante en este aspecto. El cuerpo de Jesus resucitó de entre los muertos, salió de su sepulcro por sus propios medios, y fue visto entre otros por sus discÃpulos. El Catecismo lo dice explÃcitamente “645 Jesús resucitado establece con sus discÃpulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita asà a reconocer que él no es un espÃritu (cf. Lc 24, 39) pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o “bajo otra figura” (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discÃpulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7). La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él habÃa realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvÃan a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena “ordinaria”. En cierto momento, volverán a morir. La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del EspÃritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de Cristo que es “el hombre celestial” (cf. 1 Co 15, 35-50).”. Cualquier católico que niegue esto, está incurriendo en herejÃa atentando contra uno de los dogmas fundamentales de su iglesia.
- La Ascensión a los cielos en cuerpo y alma. El cuerpo de Cristo está verdaderamente en el cielo para la Iglesia Católica. No se trata de un simbolismo ni una metáfora, sino de que su cuerpo fÃsico y material está en el cielo sentado a la derecha de Dios Padre (o sea a la derecha de él mismo). Esto se puede leer en el Catecismo de la Iglesia Católica “663 Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre: “Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existÃa como Hijo de Dios antes de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada” (San Juan Damasceno, f.o. 4, 2; PG 94, 1104C).”. Obviamente, negar esto es una herejÃa
- El Juicio Final: La Iglesia Católica enseña en el Catecismo que “1038 La resurrección de todos los muertos, “de los justos y de los pecadores” (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será “la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá “en su gloria acompañado de todos sus ángeles,… Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda… E irán estos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.” (Mt 25, 31. 32. 46).”
- Perdón de los pecados: por medio del Bautismo o, como gracia derivada de la del Bautismo, cuando hay arrepentimiento sincero, gracia posterior a la confesión, si esta es posible, o antes de la confesión si esta no es posible pero el penitente se compromete a confesarse directamente ante Dios en cuanto lo sea. El sacerdote, como testigo presencial del pueblo de Dios, y en nombre de Dios, absuelve de todos los pecados en el sacramento de la Reconciliación. Esta absolución es válida, mientras haya auténtica contrición en el penitente.
- La vida eterna después y por medio de la muerte.
- La SantÃsima Trinidad consagrada en los Concilios de Nicea (divinidad del Padre y del Hijo) y de Constantinopla I (divinidad del EspÃritu Santo). El Catequismo enseña que “253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: “la Trinidad consubstancial” (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: “El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el EspÃritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza” (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). “Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina” (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804). Las personas divinas son realmente distintas entre sÃ. “Dios es único pero no solitario” (Fides Damasi: DS 71). “Padre”, “Hijo”, EspÃritu Santo” no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sÃ: “El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el EspÃritu Santo el que es el Padre o el Hijo” (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sà por sus relaciones de origen: “El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el EspÃritu Santo es quien procede” (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina. Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sÃ, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: “En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el EspÃritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia” (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, “todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación” (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). “A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el EspÃritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el EspÃritu Santo; el EspÃritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo” (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).“. Es uno de los principales dogmas católicos y negar esto (arrianismo) es fue declarado una herejÃa en ambos concilios.
- Inmaculada Concepción de la Virgen MarÃa: los católicos afirman que la madre de Jesús fue preservada del pecado original por privilegio especial divino desde el momento mismo en que fue concebida en el seno de su madre. La Inmaculada Concepción fue declarada dogma de fe por el papa Beato PÃo IX en 1868.
- Virginidad perpetua de MarÃa (Antes, durante y después del parto). Según la teologÃa católica (Cc Letrán, año 649), MarÃa fue siempre virgen, interpretando las citas bÃblicas sobre los hermanos de Jesucristo como “primos” o familiares, ya que en el idioma judÃo no existe el significado cerrado de la palabra “hermano” que sà tiene en otras lenguas. Negar o dudar la virginidad de Marìa (aún después de nacido Jesús) es considerado herejÃa por la Iglesia Católica.
- Asunción de MarÃa. Que MarÃa ascendió a los cielos fue declarado dogma de fe por el papa PÃo XII el 1 de noviembre de 1950 mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus. El Catecismo nos lo enseña cuando afirma “966 Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte” (LG 59; cf. la proclamación del dogma de la Asunción de la Bienaventurada Virgen MarÃa por el Papa PÃo XII en 1950: DS 3903). La Asunción de la SantÃsima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”. Negar que MarÃa ascendió a los cielos espiritual y fÃsicamente es herejÃa.
- Maternidad divina: MarÃa es madre de Dios. Basada en el dogma de que Jesús tiene dos naturalezas unidas: Porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne… De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen. (Concilio de Éfeso)
Relacionadas con la Infalibilidad del Papa:
Para terminar con este resumen, y darle un contexto, cabe mencionar otro dogma importante para el católico que debe ser creÃdo tal como se enuncia. El CapÃtulo 4 del Concilio Vaticano I dice “El Romano PontÃfice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano PontÃfice son en sà mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables. De esta manera si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema.”
Resumen:
Hemos visto brevemente que cosas la Iglesia Católica quiere que hagan y crean sus feligreses. Su doctrina moral, sus mandatos y sus dogmas de fe no están sujetos a debate, ni a adaptaciones de cada uno. El solo hecho de pertenecer a la Iglesia implica aceptar tu autoridad delegada directamente de Dios para que por medio de ella anuncie el único camino de salvación. No aceptar esto es ir en contra de la misma Iglesia a la que dicen pertenecer, lo que resulta un absurdo.
Fuentes:
- Wikipedia
- Catecismo de la Iglesia Católica
- Código de Derecho Canónico
- Catholic.net
- Documentos del Concilio de Trento
- Documentos del Concilio Vaticano I





























