Castigos eran los de antes

Las grandes crisis humanitarias suelen poner a los creyentes en la necesidad de meditar sobre el lugar que Dios ocupa en medio de semejante desastre. Más allá los ruegos a alguna divinidad para que ayude a sobrellevar la catástrofe que prefirió no evitar, también empiezan a tejerse suposiciones, algunas enunciadas como verdades evidentes, sobre el grado de participación del Todopoderoso en el suceso en sí. El reciente terremoto en Haití está plagado de ejemplos, muchos de los cuales fueron ya comentados en Alerta Religión.

Supongo que queda claro que para un ateo debatir sobre la responsabilidad o no de Dios en el terremoto tiene más o menos la misma trascendencia que meditar sobre las preferencias futbolísticas de Superman, aún cuando los textos que narran la vida de Superman tienen una coherencia interna mucho mayor que los textos fundamentales del cristianismo. Y es sobre esta coherencia (o más bien sobre la falta de ella)  que quería detenerme.

Para romper el hielo, el telepredicador evangelista Pat Robertson salió a decir que este terremoto es la consecuencia de un pacto con Satanás que hicieron los habitantes de Haití hace 200 años. Sus palabras fueron: "miles de muertos, porque los esclavos de Haití hicieron un pacto con el diablo para obtener su libertad".

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