Cardenales


A veces, tengo la impresión de que nosotros, cristianos católicos, padecemos una especie de complejo católico de inferioridad, que nos consideramos, por así decir, los últimos mohicanos, un resto de la Edad Media, cuando la verdad es justo todo lo contrario. Nosotros somos los primeros pioneros de un futuro, del que la mayor parte de los hombres de hoy no saben todavía nada. Esto debería provocar en todos los estudiantes una verdadera conciencia católica y una humilde convicción de victoria.

Así se ha expresado el Cardenal Joachim Meisner, Arzobispo de Köln, conocido allí como "el santo loco del Rhin", entrevistado en Roma con ocasión de su intervención en el Convenio Internacional promovido por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y la Pontificia Universidad Urbaniana.

Si a la izquierda está la muerte y a la derecha la vida, ¿qué es el centro?, se preguntaba también este hechicero en una entrevista publicada hace tiempo en Die Tagespost, en referencia a la postura de la DC alemana con respecto a la manipulación de embriones.

Otro cardenal, Paul Poupard, Nuevo presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y uno de los personajes más arrogantes e intransigentes de la Curia, también ha dado muestras recientemente (15/03/06) del "espíritu conciliador" que planea sobre los purpurados:

El problema principal para los españoles y en general para Europa, es el de la Verdad. Los españoles, como sus vecinos europeos, parecen haberse cansado de la verdad, como si les pareciera imposible de alcanzar. Y, consecuentemente, desconfían de las identidades claras y fuertes, abandonándose a un vagabundeo existencial y metafísico.

Tal tipo de declaraciones, procedentes de la ultraderecha vaticana, posee la sólida base que le aporta la tradición bíblica. Su hipotético profeta no dijo "Id y dialogad", sino "Id y anunciad el Evangelio a toda criatura". Esta renuncia al diálogo, así como la insólita aspiración a ser los "pioneros" de un nuevo Orden o la "humilde convicción de victoria" que, según el orate del Rhin, debería imbuir espiritualmente a los jóvenes católicos, cruzados de una nueva Edad Media, se conjuga delicadamente con las últimas declaraciones del inquisidor Cañizares, tachando de "blasfemo", "anticristiano" y de "verdadero insulto a la Iglesia" el accidentado espectáculo de Leo Bassi, a menos de dos semanas de un intento de atentado en el teatro Alfil que pudo haberle costado la vida. Parece obvio, natural y coherente que los españoles nos hayamos cansado de ese tipo de verdades inalcanzables, y que desconfiemos de las identidades "claras y fuertes", de la casta de los magos, sacerdotes y demás profetas del teísmo y la intransigencia.

Estos policías de la fe, además, se niegan frecuentemente a acceder a cuantas solicitudes de apostasía se les dirigen, excusándose, en los casos en que se rebajan a contestar las declaraciones, en la catalogación de los registros de bautismo como "archivo histórico de datos", que no afecta en absoluto al carácter privado de las creencias.

La diputada de Izquierda Unida, Isaura Navarro, ha presentado recientemente una proposición no de ley en la que insta al Gobierno español a estudiar las reformas legales necesarias y llevar a cabo acuerdos con las diferentes confesiones para establecer un procedimiento rápido que permita renunciar a la confesión religiosa a la que se pertenece. Se plantea que una posible vía puede ampararse en la Ley de Protección de Datos, pero no hace mucho el Arzobispado de Valencia recurrió una resolución de la Agencia por vía contencioso-administrativa ante la Audiencia Nacional.

Y es que los profesionales de la religión se niegan a renunciar a la situación de privilegio que han mantenido durante siglos, amparados siempre bajo el signo de Constantino. Dice Zizej que el ateísmo es un legado europeo por el que vale la pena luchar. Y añado: es posiblemente la más lúcida batalla que podamos emprender en nuestro siglo.

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