Barbarie
Diariamente, el papel de las religiones y su voluntad de influir en nuestras vidas y contra las reformas sociales sigue un proceso aparentemente imparable. Ya lo declarábamos hace años en nuestro manifiesto: o ateÃsmo o barbarie. Barbarie a la que asistimos a través de los escándalos de la Iglesia, de su Ãmpetu regulador y normativo, del adoctrinamiento mediante la violencia, de sus estrategias, sus fórmulas de ataque y su defensa moral. Barbarie que comparten todas las ideologÃas basadas en la fe, y que establecen una rÃgida diferencia entre “el bien y el malâ€, entre lo “puro†y lo “impuroâ€.El fanatismo tiene rostro. Existe en las Hermanas de MarÃa, en los grupos pro-vida dirigidos por Ratzinger y por Rivera, en los enajenados que proclaman la Yihad salpicando sangre y en los obispos y cardenales que precisan de escolta armada. Existe en sus cadenas de radio, en sus medios de comunicación de masas y en sus ejércitos de fieles, cegados por el delirio y dominados por un impulso tanático. La Edad Media no es un peligro imaginario, ni una amenaza intangible. Pero frente a ella y a la oscuridad que pretende implantar, nos queda la memoria, la reflexión y el empleo de la razón cientÃfica. El auténtico legado europeo, si se entiende la expresión. Dios –como afirma Carlos Esperança- “es un peligroâ€. Pruebas no faltan. Consecuencias, por lo que se advierte, tampoco.





























