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Viernes, 24 de Abril de 2009

Ateo y antiabortista


«Desde mis postulados materialistas converjo plenamente con los obispos y su verdad revelada: no al aborto»

© Javier Neira
Publicado en La Nueva España

El filósofo asturiano Gustavo Bueno analiza en esta entrevista –en vísperas de la conferencia que ofrecerá mañana– el debate sobre el aborto, sobre la nueva ley que prepara el Gobierno y sobre las declaraciones de la ministra Aído que ha pedido a la Iglesia que se limite a hablar de pecado o no pecado. Bueno afirma que desde sus postulados materialistas llega a la misma conclusión que la Conferencia Episcopal desde su verdad revelada: no al aborto.
–¿No caben los indiferentes en el debate sobre el aborto?
–Afecta a todos. Hay posturas muy definidas. Muy terminantes y claras. Pero defendidas con ideas cortas. Cada cual lo ve desde una perspectiva que parece evidente pero que no llega al fondo del asunto. Es imposible entenderse sobre todo con quienes pretenden mantener ideas racionales y progresistas. La ministra de Igualdad, por ejemplo, dice que su postura no es religiosa y que el debate se debe plantear en términos civiles y racionales. Pues no sabe lo que dice. Tiene la inocencia de la ignorancia. Como quienes la siguen, incluida esa comisión de supuestos expertos que mantiene.
–Ahora se proponen plazos.
–Cuando se habla y se propone una ley de plazos se da por supuesto que es progresista. Pero ¿cómo que hay plazos? Eso es lo que se debe demostrar. ¿Qué plazos? Los plazos se ponen desde fuera. Desde los primeros minutos, desde los 13 días, desde los dos primeros meses o lo que sea. Son plazos y divisiones extrínsecas. Es como dividir el tiempo en horas de sesenta minutos. El tiempo es continuo y lo dividimos en plazos por convención. Como los plazos de las letras de los bancos. Quien habla de la ley de plazos sin mayor crítica no sabe lo que dice, es un inconsciente.
–¿Hay plazos claros y distintos?
–Se discute mucho entre embrión y feto. El embrión empieza con la maduración tras la unión entre el cigoto y el espermatocito, aunque no exactamente en el minuto de penetrar la membrana sino unas horas después. Y la nueva célula única pasa por las fases de mórula, gástrula y demás. Cuatro células, ocho, dieciséis, de ahí las fases pero ¿qué significan esas fases?
–Eso ¿qué significan?
–Una fase decisiva, dicen, aparece cuando se distinguen terminaciones nerviosas que hacen pensar que el feto siente dolor. Y en eso fundan algunos los límites del aborto, cuando duele ya no se puede abortar. Dolería el pinchazo, se le causaría un trauma al feto. O sea que bastaría con anestesiar a un individuo para matarlo. ¿Cuándo empieza el cigoto a ser un individuo singularizado? La cuestión es qué es un individuo singularizado. García Bellido dice que la singularización se da en todas las células. De ahí que, como afirmaban los estoicos, no haya dos hojas iguales en un jardín. Por eso la idea de la clonación es absurda. Es imposible, habrá como mucho semejanzas e igualdades.
–¿Y la igualdad?
–La Ministra debería saber que la igualdad es una relación simétrica y transitiva que necesita el parámetro ¿igualdad en qué?, ¿en peso?, ¿en tamaño? Ese Ministerio de Igualdad debería dar su parámetro y por lo tanto denominarse Ministerio de Igualdad K, donde K sería el parámetro. Si no es así simplemente se trata de una definición metafísica y vaga. La tesis extrema es afirmar que la singularidad empieza con el cigoto. Curiosamente no se habla de algo clave, del día 13.
–¿Qué ocurre ese día?
–En ese día de la gestación se decide si el organismo pluricelular se decanta por formar un individuo o dos, por formar siameses. Se podría decir que se trata de una fase esencial. Ya Feijóo abordó eso en un discurso. Le hicieron una consulta desde Medinasidonia sobre una liebre geminada, sobre liebres siamesas que corrían en un sentido y cuando se cansaban corrían para el otro lado. Feijoo dice al respecto cosas muy bonitas. Claro, no se sabía entonces qué eran realmente los siameses. La gente no repara en ese día 13 como punto esencial y se fija sin embargo en si el feto siente o no, en el sentimiento, en la sensibilidad que todo lo inunda hoy en día.
–La discusión central es si se puede hablar de un ser humano o no ya en la concepción.
–Es la tesis de Santo Tomás. Por cierto, no la de San Agustín, al principio, que era traduccionista. De «traducción», de quienes suponían que el alma procede de los padres como la rama de tronco. Para Santo Tomás el alma está creada por Dios y sólo hay una. Es una cuestión central. Los franciscanos creían que había varias almas. Dios, dice Santo Tomás, crea el alma racional. Es una tesis teológica, fuera de la discusión pues es una cuestión de fe.
–¿Entonces?
–Lo que llaman argumentos religiosos tienen mucho de filosofía. La filosofía creacionista de Santo Tomás. Y la discusión de Santo Tomás y de San Agustín se plantea en términos filosóficos. Dentro de la tradición de Aristóteles. Funciona la idea de sustancia invariante, de identidad sustancial y esencial, cosas ya de filosofía en serio. Pero [tanto] el biólogo genetista [como] el que no lo es no saben lo que dicen. Usan ideas filosóficas trascendentales que les desbordan, que no dominan. No saben lo que dicen. «Forma» y «materia», el hilemorfismo de Aristóteles, todo eso está ahí. Santo Tomás lo plantea en términos de hilemorfismo, en términos filosóficos. Desde mis postulados materialistas converjo plenamente con los obispos y su verdad revelada: no al aborto. No es una cuestión religiosa. Ni de izquierdas y derechas. Cuando Zapatero ganó las elecciones por segunda vez hace poco más de un año reunió a sus huestes y les dijo que había que dar un giro a la izquierda, así que iba a replantear la cuestión del aborto. Zapatero identifica el aborto como una seña de identidad de la izquierda. Oponerse sería el signo del clero reaccionario. Menudo argumento, menuda calaña. No saben nada. Da tanta pereza argumentar contra esos disparates que sólo provocan desprecio. Pero hablar de propiedad del cuerpo es individualista, lo contrario del socialismo.
–A lo largo de la historia se han sucedido muchas posturas y opiniones sobre el aborto.
–Recuerdo al padre Barbado Viejo, dominico, de Pola de Lena, hermano del obispo de Salamanca, por ahí le conocí. En el año 1943 estaba en la Facultad de Filosofía de Madrid, sabía mucha biología, había sido discípulo de Cajal, había estado mucho tiempo en Roma, tenía una historia de la Psicología fantástica y escribió ¿Cuándo se une el alma al cuerpo?. Recogía mil teorías. Una, de algunos averroístas, decía que el alma era racional y como la razón empieza a los siete años pues se une a los siete años al cuerpo así que antes se puede matar a un niño. Algunos aun ahora mantienen esa misma teoría por otras vías. Otros que al decir «papá» y «mamá», con el lenguaje, con el logos. Otros que después de nacer, pero no explican la diferencia entre estar dentro o fuera del útero. Los plazos son sólo pragmáticos.
–¿Jurídicamente?
–Las mujeres no tienen derecho a abortar, tienen la obligación de no abortar. El genio de Caamaño, el ministro de Justicia, dice que si pueden casarse a los 16 años también pueden decidir abortar. Confunden el tocino con la velocidad. Pondría multas durísimas a las que abortan por negligentes, por el despilfarro económico. La ministra Aído habla como una esclava, dice que «tiene derecho a su cuerpo». Eso sólo lo decían los esclavos que no tenían otra cosa. ¿Qué derecho?, ¿natural o positivo? Si es natural no vale para un socialdemócrata, racionalista y progresista. Sería sólo una fantasía metafísica. El derecho siempre es positivo. Tendrá derecho a abortar cuando una ley lo permita. Decir que tiene sin más derecho es pedir el principio. Si lo tiene es porque se lo damos. Afirman que es una cuestión democrática, que el pueblo lo quiere. Entonces, si en el futuro el pueblo no lo quiere, se quita ese derecho y en paz.

Ejemplo del «derecho» invocado por algunos defensores del aborto

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Domingo, 19 de Abril de 2009

El timo de la religión

Por Gonzalo Puente Ojea
En Dominio Público

Un timo es la «acción y efecto de timar», y por timar debe entenderse, en su acepción general, «quitar o hurtar con engaño». Pero, en un sentido más específico y relevante, timo significa «engañar a otro con promesas y esperanzas» (DRAE). En esta clase de engaños existe una subclase especialmente dramática, en virtud del alcance y las consecuencias que puede tener en la vida personal de los timados. Me refiero al timo de la religión.
Lo que en este timo resulta definitorio consiste en prometer algo que es de toda evidencia contra natura: la negación de la muerte y la afirmación de una felicidad plena. Por esta razón nuclear y fantástica, y por algunos de sus corolarios, al timo religioso le ha cabido el honor histórico de ser el padre de los demás timos, y así, el más pernicioso, pues su engaño descansa sobre el mito más irreal generado por la mente humana: el de la existencia de almas y espíritus inmateriales como entes reales, y también de sus derivados, los dioses de los politeísmos, el Dios de los monoteísmos y los espíritus de los panteísmos.
Para que ocurra un timo se precisa una relación de engaño entre dos sujetos: el timador y el timado. Y además se requiere un referente que especificará la naturaleza concreta del engaño. En esa relación, el oferente promete lo que en la fase profética de la religión se llamó la salvación personal, porque está asistido por Dios o el gran Espíritu y cuenta con su delegación. Es decir, actúa por procuración divina o parte ya como un redentor divinizado que ostenta el poder de cumplir la realización de las promesas pactadas. Porque el vínculo personal constituido por la fe religiosa es un contrato sinalagmático (del verbo griego synallásso o synallátto: unir, pactar, conciliar), por el cual el oferente propone al ofertado una especie de trato jurídico recíproco que obliga a ambos al cumplimiento íntegro de lo prometido, de modo que, en caso de incumplimiento, las partes asumen la condición de felones según quien sea o no el culpable de la ruptura.
Sin embargo, la constatación del incumplimiento que debe exhibir la parte que se considere perjudicada resulta muy problemática en el momento de atribuir la carga de la prueba. Si esto ya es así en las causas jurisdiccionales terrenales, imagínese el lector qué sucede cuando el contrato recae entre almas, espíritus y dioses, entre ángeles y demonios o entre la demás ralea de esos espacios celestes o infernales en los que se lucha por premios o castigos eternos, o por rebajas de pena a golpe de costosísimas indulgencias, o por intercesiones de vírgenes y santos con clientelas propias, con trámites complejos y costosos en los cuales los «económicamente débiles» suelen estar en condiciones evidentes de inferioridad. Una dificultad prácticamente insuperable se presenta cuando el máximo tribunal divino tiene que decidir quién se ha salvado o condenado, estableciendo así, sin réplica, lo siguiente: si se ha producido ya un incumplimiento insanable; quién ha sido el imputable, y qué pena o premio le corresponde. En esta coyuntura se da la curiosísima situación de que el tribunal divino es juez y parte, y por su propia entidad es omnisciente, justiciero y misericordioso. Cualquier intención del condenado de clamar inocencia no sólo pondría en cuestión la excelencia del tribunal, sino que su rebeldía demostraría la justicia de la sentencia y su ineludible condición de réprobo.
Lo chocante y espantoso del timo religioso consiste en su inicua ventaja sobre los timos mundanos: mientras todos los códigos jurídicos modernos establecen garantías en relación con la celebración y el cumplimiento de los contratos –exigiendo una eficiente identificación personal de los contratantes o una declaración de sus voluntades sin coacción o intimidación, etc.–, las confesiones de fe se atribuyen ritualmente por las Iglesias a recién nacidos, enfermos, moribundos, torturados en las mazmorras de la Inquisición o poblaciones enteras en virtud de concordatos fraudulentos que enajenan la voluntad de las personas y la soberanía de los Estados. Los fieles depositan sus conciencias en el palio de sus iglesias mediante una fe transmitida mecánicamente en el hogar y la escuela, una fe meramente gestual y vehiculada por mitos infantiles y creencias que, al ser aceptadas sin verdadera convicción y sin escrutinio intelectivo, degradan la dignidad humana y dañan la capacidad cognitiva de sujetos dotados de los atributos innatos de inteligencia y creatividad.
Cuando las instituciones religiosas barruntan superficialmente su responsabilidad e imputabilidad éticas, improvisan actitudes de arrepentimiento que se quedan en imploraciones insinceras de perdón colectivo. Pero no cesan en su ejercicio del timo religioso, alimentado por su implacable proselitismo universal a favor del timo supremo de «la vida después de morir». Pero, ¿cómo certificar que se produjo el timo, si no hay testigos de vista de los hechos trascendentales? En último término, el timado tendrá solamente la consolación de la esperanza; sin embargo, como quiera que esa esperanza se cifra en imposibles, resultará siempre frustrada. Ahora bien, una institución carece de conciencia y no es imputable de engaños o timos. Sólo son responsables los individuos en función de sus propios actos. Por consiguiente, las Iglesias ni pueden pedir perdón ni ser perdonadas, a no ser por medio de la irresponsable escenificación de un engaño suplementario. Son los sacerdotes y demás hombres de Iglesia, y sólo ellos, quienes deberían responsabilizarse personalmente del engaño mediante el cumplimiento de las sanciones penales, previa restitución a las víctimas por los daños causados; y, en caso de muerte, serán sus sucesores los obligados a prestar las correspondientes reparaciones físicas y morales.

Gonzalo Puente Ojea es el autor de La religión ¡vaya timo! (Ed. Laetoli)

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Jueves, 9 de Abril de 2009

Breve crítica de un «indocumentado» a la crítica del «necio» Parrilla

Se responde al artículo publicado en El Catoblepas e intitulado «Dice el necio que el necio dice en su corazón: “hay Dios” (I)», firmado por Desiderio Parrilla, y que se presenta confusamente como «atención a las dudas» (sic) de los lectores de Razón Atea

© Jorge Méndez

1) Nuevamente, [Desiderio] Parrilla [Martínez] pide el principio (táctica abogadil típica de escolásticos, denunciada por el mismísimo católico Unamuno) al sostener que Dios es un «principio» y no una «idea» sin ningún tipo de demostración, ya que ni siquiera da citas textuales del Aquinate en donde diga lo que él (inspirado por Gilson) le atribuye (mucho menos da citas bíblicas ni demostraciones racionales de tal supuesto gratuito y metafísico).
Y por si fuera poco se contradice ya que supuestamente los principios son todos «operaciones de la razón», pero el «principio Dios» es… ¡sobre-racional e ignoto! (sic).

2) Decir que la esencia de Dios es «una quididad actual ignota» es una petición de principio que se basa en la fictio mentis de que «tiene» (según la premisa indemostrada de partida) que haber un ser con plenitud y sin vacíos, actual y perfecto que vaya más allá de las sustancias y de lo que no es sustancia y que, frente a él, esos entes «sean» sólo por analogía con un supuesto ser supremo que les daría el «ser».

3) Decir gratuitamente que el «principio Dios» está por encima del intelecto no es más que el viejo dogma fideísta («fe de carbonero», como lo llamaba Vogt) de nulo valor probatorio que sólo prueba que aunque la mona fideísta se disfrace con ropajes escolásticos, más aparatosos que los del vetusto agustinismo fideísta, mona fideísta queda.

4) Curioso que Parrilla hable contra el «logicismo» en circunstancias que por logicismo se entiende también la creencia de que los principios, que designan a las proposiciones primeras, son principios inconmovibles y «aristocráticos» que gobiernan todo y que no son gobernados por nadie (como el supuesto «principio Dios»), suposición que fue derrumbada gracias a los avances de la psicología (que demolió la pretención de que la inteligencia era un set de «principios» encuadrados en una teoría de categorías a favor de una concepción de la inteligencia más «operativa» y menos «intuitiva»), de las matemáticas (en donde se crearon geometrías no-euclidianas mandando de paseo al otrora «soberano» postulado de las paralelas de Euclides) y de la física (en donde la descripción de los fenómenos cuánticos ha hecho necesaria la abolición, en ese contexto, del principio lógico de exclusión de la tercera posibilidad a favor de lógicas multivalentes que tengan más de 2 valores veritativos).

5) Pretender que el sistema del filósofo Bunge (cuyo sistemático tratado de filosofía básica abarca ocho libros) es obra de un «indocumentado» (a pesar de que Bunge ha dado pruebas de estar bien documentado en filosofía y en ciencias) sólo prueba que el verdadero «galeato» es quién comente la falacia de ataque ad hominem en contra de Bunge y de otros supuestos «jíbaros» que da la casualidad que no son del agrado de Parrilla.

6) Divertido es que Parrilla reconozca que pide el principio, pero que se justifique diciendo que sus petitio principii tienen una mayor «potencia explicativa» que las teorías rivales (pero si pedimos el principio es para mostrar la potencia explicativa de los mismos); pero si sus premisas tienen capacidad explicativa, ¿qué mecanismos describen? ¿A través de qué mecanismo el «principio Dios» hizo el mundo ex nihilo? Al final, las contradicciones entre los dogmas teológicos (Dios creador vs Dios absoluto; Dios infinito vs Dios consciente, etc.) siguen carcomiendo el edificio teológico aunque no sean notas constitutivas de una imposible idea. No menos divertido es que Parrilla nos hable sobre la presunta «superioridad de sus premisas realistas», a pesar de que la única justificación de las mismas sean la repetición ad nauseam del dogma gratuito del «principio Dios ignoto sobre-racional» y citas de la «auctoritas» Gilson o de los «iluminados» profesores de la escuela de la Universidad de Navarra o de Barcelona (los nuevos focos hispanos de la «sabiduría filosófica» que iluminan a las tienieblas de la escolástica degenerada y de la no menos degenerada filosofía moderna) que no son mejores que las premisas antiguas de los silogismos del doctor angélico que se basaban en las supuestas «verdades de la fe» (que se reducían a citas bíblicas y a opiniones de los padres de la Iglesia) y a supuestas verdades de la «luz natural de la razón» (que se reducian a las opiniones de Aristóteles, bautizado como «El Filósofo»), del tipo: «esto es así porque lo dijo El Filósofo en su libro acerca del alma, etc.», que no pasan de ser afirmaciones gratuitas y ad hoc que carecen de toda capacidad demostrativa.

7) En rigor filológico, «esse» no es «existencia», como dice Parrilla, sino que es el verbo latino «ser» y «lo ente» –participio presente de ese verbo– significa «lo que es».

8) Parrilla sigue cometiendo el mismo error que Bueno, ya que secuestra el sintagma «realismo filosófico» (como Bueno hace con «materialismo filosófico») sin tomar en cuenta que:
a) Hay muchas doctrinas gnoseológicas que se declaran realistas, pero que no son de tradición tomista (realismo de Locke, realismo de Diderot, realismo marxista, realismo bungeriano, etc.).

b) Toda doctrina realista es filosófica, porque es meta-científica (aunque se inspire en la metodología científica) y, por eso, el sintagma «realismo filosófico» es tan redundante como «ética filosófica» o «física científica».

9) Para concluir me gustaría señalar que Parrilla, como buen metafísico que es, está preso del –llamado por Carlos Vaz Ferreira– «paralogismo de los metafísicos», que ha afectado a casi toda la filosofía tradicional ya que, como dice el autor del libro Lógica viva, «la gran mayoría de las demostraciones clásicas de las tesis metafísicas son un caso de esta falacia, pues consisten en admitir una tesis y darla por probada con la demostración que la tesis contraria nos lleva a absurdos, a contradicciones, a inconsecuencias o a improbabilidades, sin tener en cuenta que posiblemente las dos tesis están en ese mismo caso»; o sea, dicho en plata, si Parrilla admite la falsa disyuntiva: «Dios es idea o principio» ya produjo el sofisma, ya que una vez que pruebe que una de las tesis es absurda (ej: «Dios es idea») declarará exultante: «luego, Dios es principio», que puede ser tan absurda o falta de sentido como la anterior; o en palabras de Carlos Vaz: «Supongan, pues, ustedes, que se plantea alguna de las proposiciones que encontramos en estos pasajes: “el alma, ¿es negativa o no es negativa?”. La falacia es dejar pasar esta formulación verbal, la de admitir el problema, ¿entienden bien?, sea para sostener o sea para combatir que el alma es negativa; es absolutamente lo mismo: en cuanto el problema se admite, ya el sofisma está producido y no hay salvación lógica posible. Hay que rechazar estos problemas; y hay que acostumbrarse a adquirir una especie de instinto que nos hace sentir la inadecuación verbal, aún antes de empezar a pensar sobre las cuestiones».

Saludos anti-metafísicos a todos.

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Jueves, 2 de Abril de 2009

Abortos y otras malformaciones

© Fernando Savater
Publicado en El País el 02-04-2009

Durante la mayor parte de la historia, las leyes han servido para fijar y hacer obligatoria la moral mayoritaria de la sociedad. Hoy también es así en muchos aspectos, desde luego, pero además apuntan otro cometido más revolucionario: permitir que diversas opciones morales convivan juntas, señalando límites al comportamiento admisible aunque no a la conciencia. Las leyes contemporáneas de las democracias avanzadas no pretenden zanjar todas las disputas morales, sino impedir que lo que unos consideran pecado deba convertirse en delito para todos. Como todo reconocimiento institucional de la libertad de conciencia, ello obliga al incómodo ejercicio de convivir con lo que no nos gusta y aceptar que no se castigue penalmente las transgresiones de lo que nosotros íntimamente nos prohibimos.
Me parece muy comprensible que, digan las leyes lo que digan, el aborto siga constituyendo un problema moral para muchos ciudadanos. Es más, incluso me tranquiliza sobre la dudosa salud ética de nuestra comunidad que sea así. La responsabilidad por la procreación o por su renuncia demuestra una valoración de la persona venidera muy estimable y que no debe descartarse como un risible prejuicio. No creo en modo alguno que el aborto sea mera cuestión de la posesión de su cuerpo por parte de la mujer y me gustaría que también la opinión del progenitor masculino, si decide hacerse responsable, fuese de algún modo atendida. En este asunto hay muchos dogmas supersticiosos y no todos provienen de los curas… Si alguien me preguntase, yo diría que la única justificación de aborto es precisamente el derecho de quien va a nacer a no llegar al mundo con el rechazo previo de los primeros semejantes que deben acogerle. Bastante peliaguda es ya la cosa sin semejante lastre…
Lo inaceptable en nombre de la convivencia es convertir el asunto en una disputa entre criminales y protectores de la vida, como si la existencia de las personas fuese una cuestión biológica y no de interpretación social. No son argumentos de obstetricia ni de ninguna otra ciencia los que pueden zanjar legal ni mucho menos moralmente una cuestión tan delicada que compromete valores fundamentales de nuestra sociedad. Los científicos pueden aportar datos indispensables pero siempre abiertos a estimaciones controvertidas, que las leyes tratarán de reflejar dando protección a la libertad de los individuos presentes y también a la estima que merecen los venideros. Por cierto, sería muy aconsejable que esta relativización de las constataciones científicas fuese también aplicada en otros casos de flagrante prejuicio, como la cruzada contra las drogas que tantos daños sociales y políticos acarrea.
Sin duda las organizaciones y ciudadanos contrarios a la reforma de la ley pueden expresar su discrepancia, aunque sería bueno que se distinguiese entre objeciones al nuevo texto y al aborto en términos absolutos. También la Iglesia católica, claro, puede hacerse oír. Pero de nuevo se plantea el papel público de esta influyente entidad privada. Por ejemplo, las procesiones de Semana Santa: o bien son una manifestación folclórica como los sanfermines, que imponen en algunas ciudades limitaciones a la vida urbana de cierto peso y no por todos aceptadas con el mismo entusiasmo, o bien son una expresión de dogmas de alcance social y político sectario que ni las autoridades ni el resto de la ciudadanía tienen que acatar como algo perentorio y universal. Hay mucha gente que se resigna a las vírgenes apuñaladas y cristos ensangrentados como una tradición festiva, pese a su lúgubre aspecto, pero no se les puede pedir que se entusiasmen con ellas si las ven utilizadas contra su propio derecho a la libertad de conciencia.
Digan lo que digan los autobuses polémicos, el problema no es si Dios existe o no, sino si vivimos en una sociedad realmente laica, es decir, con leyes que distinguen eficazmente entre delitos y pecados.

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Lunes, 30 de Marzo de 2009

El error de Ratzinger se agiganta

Pocos confían ya en Benedicto XVI. Sus anacrónicas decisiones muestran un Papa rodeado de una curia inoperante e incapaz de conducir la maquinaria vaticana

© Miguel Mora
Publicado en El País el 29 de marzo de 2009

ROMA- No se apaga el tam tam de los tambores. Tras su periplo africano y la encendida polémica sobre el sida y los preservativos, afirmar que Joseph Ratzinger es un papa cada vez más cuestionado es una obviedad. Fuera de la Iglesia, no cesan las críticas y los ataques. En Francia y Alemania, las encuestas entre católicos registran ya la palabra «dimisión», y Gobiernos, ciudadanos y ONG dejan ver su abierto descontento. Dentro del Vaticano, las cosas están igual. O peor. El Papa alemán fue elegido por los cardenales por su alta inteligencia. Pero, como dice el veterano vaticanista y escritor Giancarlo Zizola, «estos primeros cuatro años de papado sugieren que, por mucho que su inteligencia sea finísima, no le llega para gobernar la Iglesia».
«Ratzinger es un prisionero de la curia, vive en una especie de Aviñón en patria, alejado de los episcopados nacionales, sin más apoyo que el de su pequeña camarilla», explica Zizola, autor del libro Santità e potere. Dal Concilio a Benedetto XVI. El Vaticano visto dal interno. Filippo di Giacomo, sacerdote y periodista, 11 años de misionero en el Congo, hoy juez vicario en Roma, cree que la crisis que vive el Vaticano «refleja una enfermedad crónica desde hace siete siglos: su sistema de Gobierno no funciona ni es colegial». «La curia moderna es una maquinaria gigantesca, inoperante e inútil. Hay 35 cardenales en Roma. Están divididos en grupos, enfrentados, y se dedican a conspirar y a cooptar afines por los pasillos», señala Di Giacomo.
Se trata de una batalla en toda regla, en la que los bandos se mezclan y se confunden. La revuelta estalló con el perdón a los obispos lefebvrianos. Un grupo amplio de obispos y teólogos moderados y conciliares (alemanes, franceses y latinoamericanos, sobre todo), hartos de no ser tenidos en cuenta, hizo ver su descontento al Papa. En respuesta, éste reprendió a la curia por no actuar de forma «colegiada y ejemplar».
Zizola recuerda que Wojtyla intentó obviar una fractura que ya existía a base de carisma y comunicación. Su papado creció con la televisión y se convirtió en una especie de Show de Truman, la primera encíclica catódica: le vimos envejecer, derribar el muro de Berlín, sufrir atentados, viajar, besar los suelos del planeta varias veces, agonizar en directo. Pero tampoco él fue capaz de reformar el sistema de gobierno. «Prefirió escaparse de Roma y tapar la crisis de la Iglesia y el vacío de gobierno», dice Zizola.
Mientras Wojtyla viajaba, Ratzinger estudia y escribe. Mucho más aislado y a la defensiva, el Papa soporta mal que le lleven la contraria. Su carta a los obispos reveló que le disgusta sobre todo el desamor, la intriga, «el odio y la hostilidad». Su texto dibuja a una curia conspiradora, que aspira a mandar tanto o más que él, que mueve los hilos en la sombra, que filtra noticias, escondiendo la mano, para hacerse valer. La peculiar sensibilidad de Ratzinger es una parte del problema. ¿Se trata de un «pastor alemán» como tituló Il Manifesto cuando fue nombrado, o «un cordero en medio de los lobos», según la expresión del Evangelio de Mateo?
Di Giacomo despachó con él a menudo cuando dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe: «Le puedes decir cualquier cosa, siempre que no subas la voz. Si la elevabas medio tono, ponía su extraña sonrisa, cerraba el cuaderno y se marchaba. Delante de él no se puede ofender a nadie. Es un democristiano bávaro, y los democristianos bávaros son raros. Pueden tener ideas avanzadas, pero si los demás no les siguen, se asustan y frenan. Ratzinger es cualquier cosa menos un aventurero. Por eso se fue de la Universidad de Tubinga el día que se encontró a los estudiantes protestando tirados en el suelo. Es un monje, y nadie le ha dicho a tiempo que el mundo mediático no es un aula universitaria».
En un texto publicado por la revista religiosa Il Regno, Zizola ha recordado que en 1965 el obispo brasileño Helder Camara anunció al mundo durante el concilio la reforma de la monarquía pontificia, creando un senado compuesto por cardenales, patriarcas y obispos, elegidos por las conferencias episcopales, para ayudar al Papa en el gobierno y convocar cada 10 años un concilio ecuménico.
La reforma nunca se hizo. La curia, la corte púrpura, ese ente invisible y lujosamente vestido, cuyo poder sobrevive a los papas, jamás aceptó la democratización. Hoy, dentro de la curia, nadie se fía de nadie. Por un lado están los influyentes hombres «del servicio», como se autodenominan los diplomáticos de la secretaría de Estado que dirige Tarcisio Bertone, el único que despacha a diario con Ratzinger; por otro, los intelectuales orgánicos (periodistas, profesores, juristas, rectores…), unos papistas y muchos no; y luego está la variopinta macedonia cardenalicia y episcopal que dirige los dicasterios: nueve congregaciones, 11 consejos pontificios, tres tribunales, tres oficinas. «En los dicasterios están los casos piadosos», dice Filippo di Giacomo. «Desde Pablo VI, el Papa que internacionalizó la curia y la llenó de excelencia con los mejores cerebros de ese tiempo, la decadencia del equipo de gobierno ha sido imparable. Wojtyla llegó a Roma en 1978 lleno de odio contra la curia, porque nadie escuchaba a los obispos del este de Europa, y se trajo a todos los fracasados, a los que no servían a las diócesis», cuenta Di Giacomo. «López Trujillo, Castrillón Hoyos, Martínez Somalo, Martino, Barragán, Milingo… Gente insignificante. Luego hizo obispo a su secretario, y le dijo: “A estas bestias trátales tú”».
¿Podrá este Papa más tímido aún apaciguar a ese rebaño de «gálatas que muerden y devoran»? Según Zizola, «el Papa trabajó durante el Concilio en la frontera de la renovación y sabe que el gran problema es la nula participación de los obispos en el gobierno de la Iglesia. Algunos cardenales recuerdan que los obispos eran consultados más a menudo en la época de Pío XII, antes del Concilio, que actualmente».
Cerca del Papa, coinciden Zizola y Di Giacomo, está el desierto. Cuatro monjas estadounidenses que dirigen el departamento informático y evitan que los hackers entren en la web. Su secretario, el guapo, alto y bávaro Georg Genswein, considerado un cero a la izquierda –«Es un cretino», afirma sin tapujos un miembro de la curia–. El portavoz, el amable jesuita Federico Lombardi, y sus dos ayudantes, que no dan abasto a apagar fuegos, y que según se dice serán sustituidos en junio.
Los hombres de confianza son aún menos. El cardenal alemán Lehman, que culpó del desastre Williamson a los mensajeros; Bertone, el secretario de Estado, que también dejará su sitio pronto por edad. Antonio Cañizares, prefecto de la estratégica, según la visión de Ratzinger, Congregación para el culto divino. Y el lituano Audrys Juozas Backis, que suena para sustituir a Bertone. Demasiado poco para un hombre de 81 años con una enorme carga de trabajo. «El grado de complejidad del cargo, con 1.100 millones de católicos, 6.000 obispos en activo, relaciones ecuménicas e interreligiosas, viajes, encíclicas, y relaciones de Estado, es insostenible para un hombre solo, inteligente como Ratzinger o carismático como Wojtyla», dice Zizola.
Por eso hay muchos obispos en guerra. Mientras Ratzinger salta de un pantano a otro, la iglesia moderada, progresista y conciliar no aguanta más. Según Zizola, el poder del Opus Dei, como en tiempos de Wojtyla y Navarro Valls, sigue siendo enorme. Di Giacomo no cree que sea tanto. Pero la máquina de enredar está en marcha. Con el perdón a los lefebvrianos, el Papa ha despreciado a las corrientes de signo opuesto, especialmente a la Teología de la Liberación, que él mismo frenó hace 25 años. Al fondo, se habla ya de un posible sustituto, el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Pero eso lo decidirá la curia.

Exigen al Papa que se retracte

Publicado en El Periódico
La irritación que el papa Benedicto XVI ha provocado en la comunidad científica internacional al cuestionar la eficacia del preservativo en la lucha contra el sida difícilmente podría tener un altavoz más autorizado que la revista británica The Lancet, considerada, junto con la estadounidense New England Journal of Medicine, como la publicación médica más influyente del mundo. Y esta vez The Lancet ha sido contundente. En un editorial de insólita dureza que aparece en el número que hoy mismo [28 de marzo] se distribuye, el semanario acusa al Pontífice de haber llevado a cabo un ejercicio de «manipulación» de la verdad científica que ha puesto en peligro «la salud de millones de personas», y le exige por ello una rectificación en toda regla.
(…)
«Cuando una persona influyente, ya sea una figura religiosa o política, hace una declaración científica que podría tener efectos devastadores sobre la salud de millones de personas, debería retractarse o rectificar», señala el editorial de The Lancet, que, consciente del enorme impacto que todas las manifestaciones del Pontífice tienen entre los católicos, añade a continuación: «Algo menos que eso sería hacer un flaco servicio al público y a quienes trabajan en defensa de la salud, incluidos muchos miles de católicos que trabajan de manera incesante para impedir la propagación del sida en todo el mundo».
La revista sugiere incluso que Benedicto XVI es consciente de la falsedad que encierran sus palabras pero antepone a la verdad el propósito interesado de extender su fe. «Al afirmar que los condones exacerban el problema del sida, el Papa ha distorsionado públicamente las evidencias científicas con el fin de promover su doctrina», apunta. Y más adelante abunda en la cuestión: «No está claro si el error del Papa se ha debido a ignorancia o a un intento deliberado de manipular la ciencia en apoyo de la ideología católica».
La ola de airadas protestas que han provocado las declaraciones de Joseph Ratzinger forzó el domingo pasado a L’Osservatore Romano, el diario oficial del Vaticano, a publicar un artículo en el que se aceptaba la eficacia del preservativo y a matizar que lo que el Papa quiso decir en realidad era que la distribución de condones por sí sola no es suficiente para hacer frente al sida, sino que debe ir acompañada de prácticas más acordes con el discurso de la Iglesia católica como la abstinencia y la fidelidad dentro del matrimonio. Una suerte de marcha atrás que The Lancet juzga completamente insuficiente. «Sus comentarios de Benedicto XVI están ahí –señala la revista–, y los intentos del Vaticano de retorcer las palabras del Papa, manipulando una vez más la verdad, no es el mejor camino a seguir».

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Martes, 24 de Marzo de 2009

Ratzinger contra los preservativos

Benedicto XVI dijo que la enfermedad es una tragedia y que el uso de profilácticos agrava la situación. Lo dijo antes de iniciar una gira de seis días por África, donde hubo 17 millones de muertos por el sida.

Publicado en Crítica

Por primera vez, un Papa pronunció la palabra «preservativo» Benedicto XVI dijo que el sida «es una tragedia que no se puede superar con la distribución de preservativos que, al contrario, agravan el problema». Joseph Ratzinger propuso contener la enfermedad con una «enovación espiritual y humana de la sexualidad» unida a «n comportamiento moral y correcto». Fue en el marco de su visita a Camerún, en África, el continente en el que más de 17 millones de africanos ya murieron por ese flagelo.
Yaundé, la capital de Camerún, recibió a Benedicto con gran entusiasmo. Decenas de miles de personas aclamaron con cantos y banderas el paso del papamóvil. Es lógico: África es la región de crecimiento más rápido en el número de fieles de la Iglesia católica. Las cifras oficiales indican que el gran vivero actual de nuevos fieles y sacerdotes es África. En las décadas posteriores al Concilio Vaticano II, el catolicismo ha crecido allí a niveles impensables en otros sitios, y hoy un 17% de sus casi 1.000 millones de habitantes se confiesa católico. Por eso la dedicación al empobrecido continente.
A once años de la última gira de Juan Pablo II, los camerunenses presenciaron un acontecimiento histórico. Ratzinger dijo que su viaje, que durará seis días y lo llevará también a Angola, tiene como objetivo «confirmar a mis hermanos en la fe». Para ello entregará a las conferencias episcopales de África un documento de preparación del segundo sínodo para África, que se celebrará en octubre en Roma. El Papa –que aprovechó su viaje para reiterar su rechazo al aborto– reconoció que la región sufre «de manera desproporcionada» males como el hambre, la pobreza y diversas enfermedades.

Rechazo internacional
Las palabras del Papa contra el uso de preservativos generaron críticas. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, dijo que «adultos y jóvenes deben saber sobre las formas de contagio, y de cómo protegerse del sida». Claudia Roth, jefa del Partido Verde del Parlamento alemán, opinó: «El Papa continúa con una política contraproductiva, destructiva, alejada de la vida y enemiga del amor, que destruye toda base razonable para el combate de la epidemia».
En la Fundación Huésped calificaron los dichos de Benedicto XVI como «equivocados y peligrosos». Su presidente, Pedro Cahn, advirtió ante Crítica de la Argentina que «esos conceptos pueden inducir a un error que puede costar la vida» y que «los hechos demuestran exactamente lo contrario de lo que dijo». El médico recordó que el preservativo no sólo previene el contagio del HIV, sino también la sífilis, la blenorragia, las hepatitis B y C, el herpes y la chlamydia, que puede producir esterilidad en la mujer.
El informe de situación para 2007 del Programa Conjunto de la ONU sobre el Sida indica que la epidemia de la enfermedad en Camerún es una de las más extensas en África subsahariana: casi medio millón de adultos (el 5,4% de la población) vivían con HIV en 2005. Yaundé registra uno de los índices más altos: el 8,3% de los habitantes. El informe de Naciones Unidas agrega que «en los últimos años, no se han realizado vigilancias entre embarazadas, lo cual dificulta la evaluación de las tendencias de la epidemia».

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La Iglesia paga 436 millones de dólares por abusos sexuales

WASHINGTON, 13 Mar 2009 (AFP-NA) – La Iglesia Católica estadounidense pagó 436 millones de dólares en 2008 por casos de abusos sexuales en los que estaban involucrados miembros del clero, indica un informe oficial eclesiástico divulgado este viernes, que apunta a curar las profundas heridas del escándalo que estalló en 2002.
La enorme suma fue pagada en acuerdo con las víctimas, según el informe, que señala que la Iglesia está implementando una carta para proteger a los niños. Las sumas pagadas por los convenios acordados cayeron 29% respecto al récord de 526 millones de dólares pagados en 2007, señala el informe.
Alrededor de 22 millones se destinaron el año pasado a pagar terapias para las víctimas o apoyo a los abusadores acusados, afirma el documento, encargado por la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica de Estados Unidos en los últimos seis años.
Mientras los pagos de la Iglesia relacionados con casos de abuso sexual cayeron, el número de nuevas denuncias y víctimas aumentó 16%.
El informe señala que el año pasado se presentaron 803 nuevas denuncias de abusos, más de la mitad de las cuales corresponden a niños, contra 692 en 2007.
Más de la mitad de las nuevas denuncias corresponden a casos de abusos sexuales, que los denunciantes sitúan entre 1960 y 1974. Muchos de los supuestos abusadores murieron o ya no ejercen sus ministerios religiosos.
El documento afirma asimismo que el número de víctimas pasó de 689 en 2007 a 796 en 2008.

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Un «bus ateo», sí, pero ateo protestante

© Atilana Guerrero Sánchez
Publicado en El Catoblepas

«Probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y disfruta la vida»,
Unión de Ateos y Librepensadores et alii

Desde Barcelona, pasando por Málaga, tras la llegada a Madrid de la campaña de los «buses ateos» en el mes de febrero, se puede decir que, a pesar de lo que sus promotores hayan querido interpretar, el efecto que pretendían de «hacer visible la existencia de millones de ciudadanos ateos» en palabras de Albert Riba, presidente de la Unión de Ateos y Librepensadores (UAL), no se ha cumplido. Y tal es el caso sencillamente porque dicho objetivo es imposible.
Su imposibilidad se debe a que los ateos, como grupo de ciudadanos, no constituyen una totalidad armónica englobable bajo una misma doctrina que consistiera en negar la existencia de Dios, como indoctamente se supone por su definición más vulgar.
Por el contrario, el ateísmo es un género con muchas especies, las cuales se definen unas frente a otras con tanta o más discrepancia entre sí que la que mantienen esos diversos ateísmos con el teísmo del que proceden. Y si esto ya es válido para el territorio nacional, en el que la mayoría de los ateos son ateos católicos, más aún se podrá decir de una campaña que, como hemos sabido, no es más que una copia de la que nació en Reino Unido como respuesta al anuncio de publicidad protestante que circuló en los autobuses londinenses con una cita bíblica: «Cuando el Hijo del Hombre venga a la Tierra ¿encontrará fe? (Lucas 18:8).»
Al parecer, fue la periodista Ariane Sherine quien indignada por el mensaje tuvo la idea de responder de la forma en que ya es de todos conocida por haber llegado a España ocupando los laterales de algunos autobuses.
Sin restar mérito al éxito conseguido a juzgar por la respuesta de los «ateos» británicos para sufragar el espacio publicitario, sin embargo, lo que venimos a discutir son los supuestos ideológicos mismos del humanismo ateo que tiene detrás esta campaña.
Del error de este ateísmo simplista –univocista–, en principio, creemos que ya es suficientemente sospechoso el que la primera disensión pública de un ateo provenga del mismo coordinador de la Federación Internacional de Ateos con sede en España. En efecto, Francisco Miñarro, entre cuyos «coordinados» figuran las asociaciones responsables de la campaña (ver en la página web http://busateo.org), publicó una crítica que, a pesar de su ingenuo anticlericalismo, al menos acierta al denunciar la copia del absurdo «probably» británico que convierte la propaganda más que en atea, en agnóstica.
Desde el ateísmo esencial total definido por Gustavo Bueno en La fe del ateo –resulta insólito, por cierto, que este libro no figure en la bibliografía de la Fida–, nuestro análisis pretende dar cuenta del sentido del lema con que estos ateos españoles han colado en España una mercancía ideológica tan defectuosa {1}.
Para presentar en pocas palabras nuestra perspectiva, el ateísmo esencial propio del Materialismo Filosófico no se «conforma», por así decir, con negar la existencia del Dios monoteísta, puesto que, sabida la diferencia entre la esencia y la existencia de un ente, quien dice «Dios no existe» está presuponiendo la esencia de eso cuya existencia dice negar. Sin embargo, hablamos de un ateísmo esencial, frente al ateísmo existencial, cuando no se admite siquiera la esencia de Dios, es decir su misma Idea como tal. La Idea de Dios de la Teología Natural, para el ateísmo esencial, es una construcción conceptual tan preñada de contradicciones que no es siquiera posible «pensarla» en sentido estricto. Es una «paraidea», o una pseudoidea, como «decaedro regular» o «nación de naciones». Por último, a este ateísmo esencial le llamamos total frente al ateísmo esencial parcial, que «todavía» retira algún o algunos de los atributos que parezcan ajenos al constitutivo formal divino, por ejemplo, la providencia, conservando la existencia –llamado «ateísmo cortés» o deísmo por Voltaire– por intentar corregir las contradicciones conceptuales de tal Idea. Pero la cuestión es que la Idea de Dios, la Idea de un ser inteligente de naturaleza incorpórea, como construcción racional es incorregible.
Otra cosa es la involucración de dicha Idea con la teología dogmática de las religiones terciarias –llamadas así por provenir de las primarias y secundarias en el curso histórico–, que como formaciones culturales han dado lugar a instituciones humanas tan positivas, en el sentido de «reales», como las procesiones de Semana Santa o los atentados suicidas.

* * *


Seguramente lo primero que habrá sorprendido al viandante español al toparse con el «bus ateo» habrá sido la diferencia entre el contenido del mensaje publicitario acostumbrado, prosaicos productos del «consumo de bienes y servicios», y este otro en el que el producto protagonista parece ser un «consejo espiritual».
Y es verdad que no estamos habituados a la publicidad religiosa o irreligiosa, al menos en la forma en que se homologan los yogures y las citas bíblicas. Pero si esto es así, algo ha tenido que ver el catolicismo que durante siglos se cuidó de que la ortodoxia, más que con la lectura, salvo cuando esta se hacía en voz alta, penetrara en el pueblo analfabeto gracias sobre todo a las artes plásticas.
Los protestantes, en cambio, al rechazar la «visibilidad» de la revelación divina, tuvieron su canal publicitario en los usos que permitía la entonces reciente invención de la imprenta, y la Biblia de Lutero se convirtió en la mercancía por antonomasia. Pero tampoco renunciaron al poder de la imagen en las masas populares; eso sí, a través de la reproducción de hojas volantes, pasquines ilustrados o grabados que sirvieron para difundir el mensaje anticatólico{2}.
De manera que, a poco que nos remontemos unos siglos en la historia europea, esta especie de publicidad de tema religioso, no sólo no es novedosa, sino que se puede decir que fue la que inauguró los nuevos mass media que nacerían con la imprenta.
De hecho, no consideramos una casualidad que el inicio de la campaña tuviera lugar en un país protestante, ni que la única respuesta en España a la campaña atea haya sido de un grupo llamado «evangelista», que con su «autobús cristiano» comete, por cierto, la misma falacia univocista que los ateos vulgares al denominarse por el género –cristiano–, anulando la especie –protestante, dicho desde Trento, a su pesar–. Su respuesta, «Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo», circulará por las calles de la capital hasta finales de marzo.
Pero, ¿por qué es determinante, según nuestro análisis, el origen protestante de semejante campaña?
Gustavo Bueno presenta en La fe del ateo diversos criterios para clasificar las formas de ateísmo, y restringiéndonos al ateísmo monoteísta, se pueden distinguir distintos ateísmos según cuál sea el teísmo monista que niegan; católico, mahometano, judío… En efecto, todo teísta católico, pongamos por caso, es ateo del resto de religiones monoteístas y politeístas, en la medida en que dichas religiones, desde su punto de vista, proclaman falsos dioses. Ateos se les llamó a los cristianos por parte de los paganos, como de Sócrates decía Voltaire que era el ateo que creía en un solo Dios. Pero además, y esto es a lo que nos referimos, el ateísmo generado en el mismo seno de la sociedad política ligada secularmente a un monoteísmo en particular, conserva, de algún modo, como el hijo respecto al padre, un «aire de familia», un poso histórico que deja en sus formulaciones actuales una especie de acento particular que nos remite a dicho origen. Este proceso se puede tomar a una escala histórica, filogenética podríamos llamar, o personal u ontogenética, lo cual nos permite afirmar que la mayoría de los ateos españoles, por la educación recibida, son ateos católicos, como seguramente el ateísmo de la periodista a quien se le ocurrió el eslogan de marras será un ateísmo anglicano.
Pues bien, el «acento» de este ateísmo del autobús urbano creemos que se puede percibir en el concepto de la «felicidad canalla» que su eslogan destila, concepto que nos sirvió para analizar el Primer Concilio Ateo de Toledo en una crónica de esta revista, y cuya relación con el protestantismo trataremos de demostrar.
Peca, y peca fuerte…
Como es bien sabido, el protestantismo es una doctrina teológica que tiene entre sus principios fundamentales la oposición al reconocimiento de la autoridad tanto del Papa, a quien no reconoce ser vicario de Cristo en la Tierra, como de cualesquiera «especialistas» eclesiásticos para interpretar la revelación de Dios contenida en la Biblia. De ahí su concepto del libre examen según el cual todo el mundo puede interpretarla sin necesidad de un mediador, suprimiendo así cualquier diferencia entre el estado eclesiástico, propio de aquellos que son letrados, y el laico, el de los legos.
Este igualitarismo de la «comunidad cristiana», encarecido como una virtud desde la ideología del fundamentalismo democrático de nuestros días, que tiende a absorber a cualquier grupo humano bajo el modelo de la sociedad política, en el fondo, lejos de significar una «democratización» de la Iglesia, lo que viene a proclamar es el estado de absoluta incapacidad de cualquier hombre para saber nada respecto a los medios con los que alcanzar la salvación. Para el protestante, todos los hombres son iguales, pero en virtud de su naturaleza corrupta, incapaz de obrar el bien por una concupiscencia invencible, desde el Papa hasta el último campesino. Su salvación queda, pues, a expensas de la gracia de Dios que recae sobre unos elegidos por criterios insondables.
La «psicología» del protestante, no en vano, sin ninguna medida que pueda públicamente servir como patrón del alejamiento o acercamiento a Dios, de cuyo juicio nada sabemos excepto lo que la Biblia pueda sugerirnos, implica necesariamente la angustia y el temor ante la amenaza del infierno.
Y ¿qué tiene que ver todo esto con la doctrina de la felicidad canalla? Veamos.
La felicidad canalla es un concepto formulado por Gustavo Bueno en su libro El mito de la felicidad que tomamos aquí –no sin cierta violencia en cuanto lo desconectamos del conjunto de doctrinas de la felicidad explicadas en dicha obra– a propósito de la evaluación del «síndrome teórico-práctico» que creemos se manifiesta en esta singular campaña ideológica del «bus ateo».
Su base teórica parte de una concepción de la felicidad («¡disfruta de la vida!») que resulta de despojar al concepto teológico cristiano de felicidad de su contenido objetivo, conservando sin embargo el sentido subjetivo que se suele entender hoy como la definición standard de felicidad (goce, disfrute, placer, etc). Digamos que por el contenido objetivo de la felicidad se entiende el objeto mismo que se disfruta (un helado o la Capilla Sixtina), mientras que su contenido subjetivo es el hecho mismo del placer psicológico, al margen del objeto que lo produzca.
La razón por la que se le llama canalla, en el sentido etimológico de canis (en latín, perro), se debe a que esta ideología aprovecha los «restos» de lo que fue la «comida espiritual» durante alrededor de mil años –aquellos durante los cuales la Iglesia Católica mantuvo su hegemonía ideológica–, de la misma manera que el perro ha acompañado al hombre «fielmente» en su historia, viviendo, se puede decir, de los despojos que aquel cazaba.
Veamos grosso modo esta Idea de la Felicidad clásica de modo sumario para entender, entonces, porqué de ella se deriva este otro concepto tan en boga.
La Idea de Felicidad, procedente de la Filosofía antigua, se formuló en el sistema de Aristóteles en un sentido canónico. Sin embargo, tal sentido se transforma al pasar a formar parte, como sillar, del edificio de la Metafísica tradicional cristiana construido modélicamente en el sistema de Santo Tomás. Entre una y otra Idea media precisamente la relación que esta última guarda con el cristianismo que la convertirá en una nueva Idea cuya transformación de la aristotélica resulta revolucionaria. Básicamente la distinción clásica ya presente en Aristóteles, esta que hemos dicho entre el sentido objetivo y subjetivo de la Felicidad, en Santo Tomás va a recibir un contenido absolutamente nuevo al introducir a Dios mismo como objeto de la felicidad humana, de la verdadera felicidad eterna. Y no es que en Aristóteles no estuviera presente la relación entre Dios y la Felicidad eterna, sino que eran dos formas de decir lo mismo: Dios era el Acto Puro, Motor inmóvil del Universo cuya actividad era la contemplación de sí mismo, la verdadera actividad feliz vedada al hombre, al cual ni siquiera conoce.
Como dice Bueno, en el sistema tomista, a diferencia del aristotélico, Dios «rompe a hablar» y en particular le hablará al hombre para «compartir» con él ese estado de felicidad.
No es secundario saber que esta nueva Idea de Felicidad forma parte del ámbito histórico de la Iglesia Triunfante, y con él se ofrece una Idea «eufórica» de Felicidad absolutamente opuesta a la que nació en la sociedad pagana, más bien escéptica («sólo si el hombre fuera como Dios sería feliz, pero como no lo es…). Esta felicidad tomista, digamos, cuyo contenido objetivo es Dios mismo, no sólo podrá gozarse tras la muerte, en la «otra vida», sino que cuenta con «anticipos» muy valiosos durante la «vida terrena» gracias a que la Segunda Persona de la Trinidad ha venido al mundo en carne mortal a anunciarnos nuestra participación actual en la naturaleza divina.
Dicha Idea «eufórica» de Felicidad, insistimos, se ajusta a una situación histórica en la que una vez replegado el Islam, a la Iglesia Católica apoyada en los Estados sólo le quedaba la tarea de mostrar a la Humanidad el camino recto hacia dicho fin a través de los Sacramentos.
Pero ese ámbito medieval en el que la Iglesia Católica había ofrecido el camino seguro para la salvación del Hombre, tiene su fin con el descubrimiento de América, y con él, como reacción de insubordinación al Imperio Hispánico católico dominante, de la llamada Reforma protestante.
Y mientras en España se revaloriza a Santo Tomás, desarrollando hasta sus últimas consecuencias la «cercanía» de Dios al Hombre, los protestantes presentan, con su desafección hacia la Iglesia y su doctrina «eufórica», una doctrina «depresiva», precisamente en el momento en el que, con América, España rompe el equilibrio inestable europeo y la Iglesia se presenta cada vez más acusadamente desbordada por el Imperio ascendente (ningún Estado protestante, pese a su ideología, pudo encarcelar al Papa como hizo Carlos V en el Saco de Roma)
Con Lutero entonces lo que se produce, en contra de los tópicos establecidos, más que la inauguración de la Edad Moderna, en el sentido meliorativo que tiene esta expresión (la afirmación metafísica del Hombre y su libertad individual) es una reacción «medievalizante»{3}, en la que un Dios voluntarista no ofrece más que incertidumbre respecto a la salvación, es decir, esa Felicidad cuyo contenido objetivo era Dios mismo. La pregunta protestante, entonces, es obvia: ¿qué más da si pecamos o no?
En su famosa carta a Melanchton, Lutero afirma con su particular estilo algo parecido:

«Peca y peca fuerte, pero confía y alégrate más fuertemente en Cristo… En tanto estemos aquí abajo, es necesario que el pecado exista… Nos ha sido suficiente el haber reconocido al Cordero que lleva los pecados del mundo; entonces el pecado no nos podrá desligar de El, así forniquemos mil veces por día…»

Don’t worry, be happy… Para todos aquellos Estados de Europa que «protestaron» ante la Iglesia Católica y renunciaron a su «seguridad salvadora», Dios, en su alejamiento respecto al hombre, llegará a perderse de vista hasta un punto límite que desemboca en ateísmo. Pero en un ateísmo por privación que conserva esa actitud pasiva del hombre como criatura sometida a un designio inescrutable. Ese Deus Absconditus seguirá ocupando un lugar en los sistemas filosóficos ateos como es notorio en el grito desesperado de Nietzsche. Y es que si Dios ha muerto, será porque ha vivido, es decir, cuenta con una esencia.
Ahora creemos que se podrá entender cómo esa «felicidad canalla» está atada, como el perro al hombre, a la Idea de Felicidad clásica tomista de la que tan sólo quedan las «migajas» de la felicidad subjetiva. Y puesto que Dios no existe, su esencia, la de ser el dispensador de la felicidad humana, se conserva en todos cuantos efectos terrenales le sirvan de sucedáneos.
Este razonamiento canalla presente en el eslogan ateo, si conserva desde luego ese poso protestante que decimos, se encuentra sobre todo, más que en el «disfruta la vida», en el «deja de preocuparte», porque no sabemos de qué habríamos de preocuparnos salvo que se presupusiera la condenación eterna, o una tristeza previa que conllevara la vida en la que no se sabe si Dios te ha elegido para formar parte de su Reino.
Por último, la pseudoconclusión «disfruta la vida», con ese uso del imperativo, de nuevo invoca una obligación desde la eternidad. Disfrutar la vida, consumirla, apurarla, como se suele decir, no tiene sentido si no se supone un sujeto que la sobreviva, porque si no, ¿cómo podría el sujeto mismo disponerse a autoconsumirse? Este imperativo tan utilizado del «¡Disfruta la vida!» tendría el mismo significado que el de «¡Muérete!».
Nos hemos dejado para terminar el «probablemente» porque, a pesar de que parece deberse a una cuestión jurídico-religiosa del Reino Unido, según la cual está prohibido afirmar taxativamente la inexistencia de Dios, si semejante traslado del «probably» no les ha chirriado a estos «ateos y librepensadores» españoles será por alguna razón. No creemos que su papanatismo llegue al extremo de tener que copiar el eslogan sin estar de acuerdo con él, sobre todo porque semejante prohibición no existe en la católica España.
Y es que creemos que la «cortesía» de la que este ateísmo existencial hace gala al aceptar que acaso Dios exista, puesto que tan probable es una cosa como la otra, redunda en nuestra argumentación que liga dicho ateísmo al teísmo protestante. Pues, ¿acaso no sería una especie de libre examen este relativismo en el que lo importante es eliminar el monopolio de la Iglesia, es decir, que el «mercado» religioso abunde en la plétora de mercancías en competencia, sean estas teístas o ateas?
La prueba de semejante inconsistencia doctrinal está presente, además de en el nombre de la asociación, en los Objetivos que la Unión de Ateos y Librepensadores presentan en su página web.
En primer lugar en el nombre, porque los ateos no pueden aceptar la libertad de pensamiento, la cual, suponemos, se podrá ejercer igualmente por quienes son teístas, siempre y cuando «elijan libremente» serlo, por usar las incomprensibles categorías formalistas de las que extraen su propio ateísmo. Y en segundo lugar, porque entre sus objetivos, aparte de la consabida difusión del ateísmo genérico, está la defensa de la «laicidad». Objetivos, sin duda, incompatibles, en la medida en que si con la laicidad se trata de promover la neutralidad del Estado respecto a cualquier creencia religiosa, ¿cómo puede un ateo que se proclama –de forma indocta, todo hay que decirlo– contra la religión en general, aceptar la tolerancia hacia cualesquiera creencias?
Un ateo esencial católico siempre agradecerá a la Iglesia, por el contrario, que en la batalla contra las supersticiones y las diversas creencias religiosas, esta le allane el camino, quedando frente a frente con un rival, al menos, digno. Con lo que no podrá estar en contra de la privilegiada situación de la Iglesia en España para dar cabida a cuantas religiones «libre y democráticamente» la gente practique.
Por último, recomendamos la lectura del Manifiesto Internacional para un Humanismo Ateo que firman diversas asociaciones suponemos del mismo tenor que la UAL para comprobar cómo los ateos existenciales no renuncian a seguir encontrando la esencia de Dios. Sirva como botón de muestra este fragmento que apoya lo que hemos venido diciendo a lo largo del artículo:

«El Paraíso, si es que existe, debería realizarse sobre la Tierra y no en un reino etéreo más allá de la muerte. Es aquí y ahora que debemos ser seres humanos y vivos. Como librepensadores y ateos creemos que la humanidad ya no necesita religiones anticuadas, primitivas, peligrosas y degradantes.»

Notas

{1} Véase también «Autobuses teopublicitarios», debate nº 55 de Teatro crítico, 14 de enero de 2009, en el que los profesores Tomás García López y David Alvargonzález Rodríguez tratan de este asunto desde nuestra misma perspectiva.

{2} Véase el interesantísimo libro de André Chastel, El saco de Roma, 1527 (Espasa, Madrid 1997) en el que se hace el análisis detallado de algunos de los panfletos protestantes más populares.

{3} Esta tesis, por otro lado, es una clásica interpretación de la Reforma ya en Troeltsch (El significado del protestantismo para el mundo moderno, Munich 1906). Sin embargo, tampoco usamos el término «medievalizante» sino en su sentido vulgar que vuelve a ser de nuevo otro de los tópicos a rebatir, puesto que ya hemos establecido que Santo Tomás no tiene nada de «medievalizante» en ese sentido oscurantista. En verdad, la Reforma –que tampoco es tal sino desde el punto de vista propagandístico protestante– es la recuperación de corrientes teológicas medievales que siempre estuvieron presentes en el agustinismo, pero que fueron contrarrestadas desde la corriente «vencedora» del tomismo.

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El obispo que niega el Holocausto vaticina una guerra mundial

© Jesús Bastante
Publicado en Público el 10/03/2009

Si alguien esperaba que tras las sucesivas admoniciones de la Santa Sede, la Fraternidad San Pío X o la justicia argentina, el obispo negacionista Richard Williamson daría marcha atrás en sus tesis, o que al menos mantendría un prudente silencio, se equivocaba. El polémico prelado uno de los cuatro que excomulgó Juan Pablo II en 1988 y rehabilitó Benedicto XVI el pasado 24 de enero ha profetizado desde su blog «un nuevo 11 de septiembre», como anticipo a «una devastadora tercera guerra mundial». A su vez, vaticina «una batalla de sangre» en la Iglesia católica, devorada «por las ruinas derivadas del Concilio Vaticano II».
«El mundo occidental y sus políticos están tan fuera de la realidad que sólo una devastadora tercera guerra mundial podría devolverlos a ella: la guerra se presentará como la única posible salida de los insolubles problemas económicos», añade el obispo ultratradicionalista, quien desde hace dos semanas se encuentra en Reino Unido, tras ser conminado a abandonar Argentina.
«Una nueva era de mártires está ante nosotros», añade el obispo en su blog, donde ve la crisis económica como «únicamente el inicio» de la trágica y definitiva gran guerra. «Otro 11 de septiembre puede ser fabricado para comenzarla», augura el obispo negacionista.
Williamson no oculta sus críticas a lo que denomina el «desastre de la Iglesia», en especial, tras «el Concilio Vaticano II, que ha puesto en descomposición la fe y los cerebros». Hay que recordar que, para regresar a la comunión con Roma, los obispos lefebvristas deben reconocer en su totalidad la autoridad del Concilio, algo que, por el momento, no tienen pensado hacer.
Williamson tampoco se detiene aquí. «La Iglesia oficial ha dejado de combatir la herejía, y los católicos han vuelto a combatir bestias sin cerebro en la arena», asevera el polémico prelado, para quien la Iglesia de Roma «necesita tanto amigos serios como enemigos». Respecto a la seriedad de estos últimos, afirma tajante que «no puede ser probada con meras palabras, sino con la sangre».

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Ideas y pseudoideas

© Gustavo Bueno
Dos fragmentos de La fe del ateo (2007)

La llamada «Idea de Dios», en su sentido ontológico, sería en realidad una pseudoidea, o una «paraidea» (a la manera como el llamado concepto de «decaedro regular» es en realidad un pseudoconcepto o un paraconcepto, es decir, para decirlo gramaticalmente, un término contrasentido).
Desde la perspectiva del ateísmo esencial, en la que por supuesto nosotros nos situamos, las preguntas habituales: «¿Existe Dios o no existe?», o bien: «¿Cómo puede usted demostrar que Dios no existe?», quedan dinamitadas en su mismo planteamiento, y con ello su condición capciosa. En efecto, cuando la pregunta se formula atendiendo a la existencia («¿Existe Dios?») se está muchas veces presuponiendo su esencia -o si se quiere, el sujeto gramatical, y no el predicado- (si la existencia se toma como predicado gramatical en la proposición: «Dios es existente»). Y, esto supuesto, es obvio que no es posible la inexistencia de Dios, sobre todo teniendo en cuenta que su existencia es su misma esencia; y dicho esto sin detenernos en sus consecuencias, principalmente en ésta: que quien niega la esencia de Dios está negando también la existencia, precisamente en virtud del mismo argumento ontológico que los teístas utilizan.
Cuando nos referimos a sujetos gramaticales (distintos de Dios), por ejemplo, a un planeta desconocido o a una bolsa de petróleo que suponemos enterrada en un determinado valle, o al monstruo del lago Ness, la pregunta por la existencia presupone obviamente la esencia, es decir, el concepto de planeta, de bolsa de petróleo o de monstruo lacustre. En estos casos, y cuando la prueba de la inexistencia no pueda llevarse a cabo de modo contundente, siempre quedará la duda de su existencia posible, siempre que esa esencia no sea contradictoria, como contradictorio es, por ejemplo, el «concepto de decaedro regular». Yo puedo afirmar con toda seguridad que el «decaedro regular» no ha existido nunca, ni existe, ni puede existir (porque es contradictorio, al no cumplir la fórmula de Euler). Precisamente porque no es una esencia, porque no existe el «concepto de decaedro regular», sino sólo el nombre de un mosaico de conceptos e imágenes geométricas agrupadas en una totalidad imposible.
El ateísmo esencial sostiene que la idea de Dios es una pseudoidea, o una paraidea, una idea compleja inconsistente, del estilo del concepto de decaedro regular. Y por ello se resiste a aceptar las preguntas antedichas. Porque lo que el ateo esencial está negando no es la existencia de Dios, sino la idea de Dios de la Teología natural (que por supuesto no puede confundirse con la esencia o la existencia de una divinidad óntica finita, como pueda serlo Zeus, Odín, Apolo, o acaso el monstruo del lago Ness).
La llamada idea de Dios, propia de la teología natural metafísica y preambular es una idea límite (o una confluencia de ideas límite) que conduce a una paraidea de tipo general, pero que adquiere una interesantísima condición especial de idea aureolar cuando se involucra con la teología dogmática de las religiones terciarias, y singularmente con la teología dogmática del cristianismo trinitario. Las ideas aureolares no son propiamente ideas ya constituidas o per-fectas, sino ideas in-fectas («ideas haciéndose», en devenir), porque requieren suponer dados, como integrantes de su unicidad, ciertos elementos o componentes situados en su futuro, pero de tal forma que estas ideas no podrían constituirse como tales, dado que estos elementos o componentes de referencia, dados en el futuro (relativo a la propia idea), se supone que forman parte esencial del constitutivo de la idea misma que está haciéndose en el presente, a la que acompañan como aureola (a la manera como acompaña la aureola a la cabeza del santo, que dejaría de serlo, en la pintura, en el momento en el cual esa aureola fuese borrada).

(…)

La idea de Dios no es, desde luego, según lo que venimos diciendo, una idea unívoca, sino más bien análoga, por no decir equívoca, puesto que unas veces tiene que ver con el Dios de los filósofos, con la idea metafísica y abstracta de Dios, y otras veces con los dioses o númenes concretos y «personiformes» de las religiones primitivas.
No entramos aquí en las cuestiones de prioridad de unos o de otros. Nos limitamos a constatar que la idea de Dios no es unívoca, y que antes que una idea es el nombre de dos ideas, o de dos familias de ideas muy diferentes, a saber, la idea metafísica de Dios y la idea positiva de Dios.
Y ocurre que estas dos familias de ideas requieren un tratamiento muy diferente, en sí mismo y en sus relaciones con la religión. Y nos apresuraremos a constatar, ante todo, que los debates que dominaron desde la época de la Ilustración hasta nuestros días, los debates entre los teístas, ateos y agnósticos, eran debates que giraban en torno a la idea metafísica de Dios (Voltaire, Rousseau, Kant) antes que en torno a su idea positiva. Eran debates característicos de les philosophes, de los filósofos de la Ilustración y de sus precursores del siglo anterior (Leibniz, Espinosa, Wolff, Newton…).
Sin embargo es esta idea del Dios de los filósofos, precisamente en cuanto idea metafísica, la que no puede ser considerada como una idea vinculada por sí misma a la religión (y otra cosa es que la religión pueda vincularse a ella). En efecto, para que la idea metafísica de Dios pudiera tener algo que ver con la religión, debería contener la idea de una persona, de una voluntad, de una inteligencia… Pero la idea de una persona capaz de apetitos y de conocimiento es una idea necesariamente asociada a sujetos corpóreos, dotados de conducta volitiva o cognitiva, a sujetos finitos que se enfrentan a otros sujetos y a cosas impersonales. Ésta es la razón de fondo por la cual una persona o sujeto infinito con voluntad omnipotente y con conocimiento omnisciente es una contradicción del mismo calibre que la que contiene la expresión «decaedro regular», de la que hemos hablado antes, o la expresión «círculo cuadrado». Por ello puede decirse que la idea de Dios -la idea metafísica de Dios, la idea de Dios de la filosofía metafísica de la Ilustración (cuyo racionalismo se definía sobre todo por su oposición a las religiones positivas, calificadas por los ilustrados como supersticiones)- es, como hemos dicho, una pseudoidea, una paraidea, y no existe como idea por estar constituida por atributos esenciales contradictorios.

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Dios en el cerebro

Hallazgos neurocientíficos explican por qué el hombre se refugia en las religiones

© Javier Sampedro
Publicado en El País el 23/02/2009

El Dios de Abraham era justo, inapelable, incorruptible, trascendente, omnisciente, omnipotente, omnipresente y omnibenevolente. El cristianismo antiguo se centró en la pericoresis o fusión de tres personas en una sola entidad divina. Para la vía negativa de Maimónides sólo nos es dado discutir sobre lo que Dios no es. El Todo de los herméticos es más complicado que la suma de cuanto existe, y el Buda puso el énfasis en la liberación del sufrimiento en la tierra. Vista así, la religión tiene poco de universal.
Pero los experimentos han hecho aflorar una capa subyacente más simple. Por ejemplo, los psicólogos cuentan a grupos de voluntarios una historia en la que Dios atiende a cinco problemas a la vez. Los creyentes de cualquier confesión monoteísta aceptan la narración con naturalidad, puesto que Dios tiene sobrados poderes cognitivos para ello. Pero si se les pide recordar la historia un rato después, casi todos cuentan que Dios atiende los cinco problemas uno por uno: su subconsciente ha humanizado al omnipotente Dios de la doctrina.
La investigación reciente en psicología cognitiva, neurobiología y antropología cultural ha revelado que la mayoría de los creyentes, sea cual sea su culto, tienen interiorizado un modelo extremadamente antropocéntrico de Dios. No sólo posee una figura humana, sino que utiliza los mismos procesos de percepción, razonamiento y motivación que las personas. Las creencias explícitas sobre la divinidad son muy distintas entre religiones, pero los supuestos tácitos son casi idénticos en la mayoría de las personas.
La característica central de cualquier religión es un núcleo de creencias sobre agentes no físicos. Este tipo de «conceptos sobrenaturales» –que también aparecen en la fantasía, los sueños y las supersticiones– está muy condicionado por nuestro conocimiento del mundo real. Un espíritu es un tipo de persona, sólo que atraviesa paredes. Dios comparte esas limitaciones dentro de la cabeza de los creyentes.
Más en general, las creencias subconscientes de la gente religiosa de cualquier credo son extraordinariamente parecidas: los agentes sobrenaturales ejercen una vigilancia permanente del comportamiento moral de la persona, con acceso instantáneo a sus pensamientos y deseos más íntimos. Los creyentes de cualquier culto también albergan creencias sobre la existencia y las propiedades de esos agentes sobrenaturales, y suelen guardar símbolos o amuletos que los representan, y celebrar rituales en su nombre. Cada grupo social suele atribuir a esos agentes su sistema moral, y su propia cohesión social.
Los científicos cognitivos han reunido muchas evidencias de que esta especie de religión natural se enraíza en cualidades humanas universales –como la capacidad para simular relaciones con personajes ficticios– que no son específicas de la experiencia religiosa, sino una consecuencia de tener el cerebro más desarrollado, y las estructuras sociales más complejas y estables, que han evolucionado en ninguna especie animal de este planeta.
«El pensamiento y el comportamiento religiosos pueden considerarse parte de las capacidades naturales humanas, como la música, los sistemas políticos, las relaciones familiares o las coaliciones étnicas», dice Pascal Boyer, de la Universidad de Washington en Saint Louis. Boyer ha publicado en el último año dos trabajos de referencia sobre la evolución cognitiva de la religión (Nature 455:1038; Annual Review of Anthropology 37:111).
El filósofo Daniel Dennett sostiene que los cerebros animales han evolucionado a través de tres fases. El comportamiento de las criaturas darwinianas está determinado genéticamente. Las criaturas skinnerianas (por el psicólogo conductista norteamericano B. F. Skinner) disponen de una gama de comportamientos, pero despliegan uno u otro al azar. Los humanos somos criaturas popperianas (por el filósofo de la ciencia Karl Popper). Una criatura popperiana hace lo mismo que una criatura skinneriana, pero sólo dentro de su propia cabeza, como una serie de simulaciones mentales.
El ingeniero de la Universidad de Michigan John Holland, padre de los algoritmos genéticos, asegura que «la verdadera esencia de una ventaja competitiva, sea en el ajedrez o en la actividad económica, es el descubrimiento y la ejecución de jugadas en un escenario ficticio». Y entre las principales jugadas que tenemos que simular los humanos, desde la más tierna edad, están las situaciones sociales ficticias.
«Todos los niños entablan relaciones sociales importantes y duraderas con personajes de ficción, amigos imaginarios, familiares desaparecidos, héroes invisibles, novios figurados…», dice Boyer. La práctica constante con ese tipo de «agentes no físicos», de hecho, puede explicar parte de la extraordinaria destreza social de nuestra especie, muy superior a la de los demás primates. Y desde ahí, el científico de Washington sólo ve un pequeño paso hasta otros «agentes no físicos» como espíritus, dioses y demonios, «intangibles pero implicados socialmente».
Los agentes sobrenaturales son a menudo la fuente de la moral para las personas religiosas, y también sus vigilantes omniscientes, esto es, que basta con pensar en algo pecaminoso para que se den por enterados. Ésta es otra de las creencias más generales entre los fieles de cualquier culto.
La psicología experimental indica, sin embargo, que los niños comprenden los imperativos morales básicos, como los relativos al trato justo y al daño a sus semejantes, desde que están en edad preescolar. Eso es antes de que puedan comprender esos conceptos abstractos y con independencia del entorno religioso en que se obtengan los datos. La neurobiología, por otro lado, ha revelado nexos muy relevantes entre los juicios morales y algunas de las emociones humanas más básicas y universales.
Uno de los nodos centrales de la red emocional del cerebro es el córtex prefrontal ventromedial (VMPC). Los pacientes que tienen destruida esa zona del córtex muestran una disminución general en su capacidad de respuesta emocional y una marcada reducción de las emociones sociales -como la compasión, la vergüenza y la culpa que están estrechamente relacionadas con los valores morales-.
El VMPC es muy conocido por los neurólogos desde el 13 de septiembre 1848, cuando una explosión accidental disparó una barra de hierro de un metro de largo y seis kilos de peso exactamente hacia esa zona del cerebro de Phineas Gage, el capataz de una cuadrilla de trabajadores del ferrocarril. Sobrevivió, y sin daños en la capacidad del lenguaje ni en otras funciones intelectuales. Pero como dijo poco después un amigo suyo: «Este hombre ya no es Phineas Gage».
Todos los graves defectos que muestran estos pacientes se refieren a la respuesta a los estímulos emocionales o a la regulación de los propios sentimientos. Sus capacidades de la inteligencia general, de razonamiento lógico y de conocimiento de las normas sociales y morales están intactas.
Según el neurólogo Antonio Damasio, premio Príncipe de Asturias, muchas reacciones morales aversivas son una combinación del visceral rechazo a ciertos actos (matar a alguien, por ejemplo) y de la compasión instintiva por otro ser humano. Damasio cree que las emociones no sólo se asocian a los juicios morales, sino que son cruciales para elaborarlos.
«Aunque los creyentes suelen atribuir su moralidad a un agente sobrenatural», dice Boyer, «los modelos cognitivos indican todo lo contrario: que nuestros sentimientos morales son reclutados para dar verosimilitud a las nociones morales de la religión».
Los ritos religiosos también parecen muy distintos entre unas culturas y otras, pero todos pertenecen a una clase de «comportamientos rituales» constantes en la especie humana. Los ritos se basan siempre en alguna secuencia de actos arbitraria, obligatoria, ejecutada en un orden rígido, desligada de un objetivo práctico obvio y repetida muchas veces. También implican a menudo el uso de números, colores llamativos y símbolos de la pureza, el orden o la simetría.
Nuevamente, estos comportamientos rituales son un tema común en el desarrollo infantil: por ejemplo, cuando un niño sólo puede andar por la acera pisando las baldosas rojas, o tiene que subir el primer peldaño de su portal antes de que se cierre la puerta de la calle. Los niños suelen asociar estos rituales a unas vagas nociones de purificación y protección del peligro. Cuando estos sistemas se pasan de revoluciones, ocurren los trastornos obsesivo-compulsivos.
«Sabemos que el cerebro humano tiene redes de seguridad y precaución dedicadas a prevenir peligros como la predación», dice Boyer. «Las aserciones religiosas sobre la pureza, la suciedad y el peligro oculto de los demonios al acecho estimulan esos mismos sistemas, y hacen que las precauciones rituales resulten intuitivamente atractivas».
La crítica científica de la religión se ha centrado hasta ahora en argumentos racionales. El astrofísico Carl Sagan, por ejemplo, escribió: «¿Cómo es que apenas ninguna religión ha mirado a la ciencia y ha concluido: “¡Esto es mejor que lo nuestro! El universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas, más sutil y elegante?”».
«Hay quien tiene un concepto tan amplio de Dios que no hay forma de evitar que lo acabe encontrando en cualquier parte», afirma Steven Weinberg, físico teórico y premio Nobel. «Si quieres decir que Dios es energía, lo puedes hallar en un montón de carbón».

El diseñador inteligente

La campaña «Probablemente, Dios no existe» de los autobuses se gestó en Londres en el pasado otoño, y uno de sus grandes promotores fue el biólogo Richard Dawkins (Universidad de Oxford). Él es, posiblemente, el autor de divulgación más popular de los últimos 30 años, pero su gran éxito editorial no es un libro de ciencia sino de religión: El espejismo de Dios, publicado en 2006 y traducido a 31 idiomas.
En los años ochenta, Dawkins aplicó las ideas de la selección natural darwiniana a la propagación de los modelos culturales. Las ideas serían memes (en vez de genes) que se replicarían de boca en boca y competirían entre sí por el éxito reproductivo. Las ideas religiosas, que por definición no deben demostrarse, serían memes de alta propagación.
Dawkins, como otros científicos, también desarrolla en El espejismo de Dios una refutación racional de la teología natural. Esta corriente teológica, que sedujo tanto a Darwin como al propio Dawkins en la juventud de ambos, deduce la existencia de Dios a partir de la complejidad de sus criaturas, y sigue siendo el gran argumento detrás del diseñador inteligente del creacionismo norteamericano. Pero un diseñador inteligente, aduce Dawkins, debe ser aún más complejo que las criaturas a las que pretende dar explicación, luego no les da ninguna.
Son argumentos más bien abstractos. La escuela evolucionista que representa Pascal Boyer, por el contrario, ha presentado evidencias de que el pensamiento religioso es la «línea de menor resistencia» de nuestro sistema cognitivo. «La incredulidad suele ser el resultado de un esfuerzo racional deliberado contra nuestras predisposiciones naturales», concluye Pascal en Nature, «lo que no es la ideología más fácil de propagar, precisamente».

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A la buena de Dios

© Fernando Savater
Publicado en El País el 17-02-2009

Es para no creerse lo que aún sigue dando Dios que hablar. Ahora que ya ha vuelto a sus lares el cardenal Bertone (quien por cierto tiene un aire al malvado mago Sokhura que interpretó genialmente Torin Thatcher en Simbad y la princesa) y que nuestras piadosas autoridades se han sacudido de la ropa el olor a incienso, quizá podamos hablar con franqueza de los llamados «autobuses ateos» (?). Reconozco que me cuesta no simpatizar con cualquier iniciativa que escandaliza al obispado, pero en este caso el eslogan («Probablemente Dios no existe. Despreocúpate y disfruta de la vida») me parece de una ingenuidad teológica propiamente… anglosajona, al estilo por un lado de Richard Dawkins y por el opuesto del poco añorado George W. Bush.
Dos objeciones pueden hacerse a esa profesión motorizada de escepticismo. Para empezar, los creyentes veneran a Dios precisamente para aminorar su preocupación principal –la muerte– y así poder disfrutar mejor o peor de la vida, como intentamos los demás. Hoy en día, aquellos a los que la religión les produce más sufrimiento que consuelo no tardan en abandonarla. Segundo, decir que Dios «probablemente no existe» es decir demasiado o demasiado poco. Imaginemos que alguien nos pregunta si el Banco de Santander existe: como hay numerosas sedes de esa entidad, directivos y empleados, gente que le confía sus ahorros, cotiza en Bolsa y reparte jugosos dividendos, etcétera…, la única respuesta lógica y sensata es la afirmativa. Pero si mi interlocutor me asegura que acaba de encontrarse con el Banco de Santander por la calle y le ha revelado fórmulas para escapar de la crisis, me negaré a creerle… porque el banco en cuestión no existe, es decir, no existe en el sentido que vale para los viandantes, Barack Obama, la sierra de Gredos o los animales invertebrados. Creo que lo mismo ocurre con Dios: en un sentido es imposible negar que existe, en otro es imposible afirmarlo. Lo que no entiendo es que Rouco considere una «ofensa a Dios» el lema cauteloso del autobús: podía haberlo considerado una coartada (Stendhal dijo que «la única excusa de Dios es que no existe») o una confirmación de su fe (el gran teólogo Bonhoeffer, asesinado por los nazis, aseguraba que «un Dios que es, no es»).

No me gusta que a uno le llamen «ateo», «agnóstico» y otros calificativos religiosos: es como esos carnets de conducir para no conductores que hay en USA, a fin de no privar a nadie de tan imprescindible documento de identidad. Pero, si me resigno al mote, me parece imposible hacer compatible el ateísmo con el afán misionero: tiene cierto morbo pero es un afán incongruente, como una monja dedicada a bailar strip tease. Otra cosa es que a un ateo le encanten los debates con creyentes, como a mi buen amigo Paolo Flores d’Arcais. Ya lleva muchos y su especialidad son los cardenales, que en Italia son como los cocineros en el País Vasco, pues están por todas partes y los hay de diversos tipos: desde el sutil y post-heideggeriano Angelo Scola (véase Dio? Ateismo della ragione e ragioni della fede, ed. Marsilio) hasta el mismísimo Ratzinger antes de ascender al papado (¿Dios existe?, ed. Espasa), más convencional. Lo mejor de este último librito es la coda posterior de Paolo, Ateísmo y verdad, y aún más sabrosa su discusión con dos filósofos –Michel Onfray y Gianni Vattimo– en Atei o credenti?, Fazi editore. No creo que nadie pueda argumentar con mayor paciencia, aunque hasta él se permite alguna broma: «[las creencias religiosas son] como el cubito de sentido para el caldo de la existencia».

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20 años de condena


Se cumplen 20 años de la fatwa de Jomeini contra el escritor Salman Rushdie

Londres, 14 feb (EFE).- La fatwa con la que el ayatolá Jomeini condenó a muerte al escritor anglo-indio Salman Rushdie tras la publicación de Los Versos Satánicos cumple hoy 20 años, un periodo en el que el autor ha tenido que vivir escondido y protegido.
La fatua (pronunciamiento legal en el Islam emitido por un especialista en ley religiosa sobre una cuestión específica) sigue vigente, según afirmó esta semana el Gobierno de Irán, aunque desde 1998 excluye oficialmente que se persiga la muerte de Rushdie.
No obstante, el escritor (Bombay, 1947) sigue viviendo puertas adentro por miedo a sufrir represalias de quienes consideran que el libro es blasfemo y, aunque su aislamiento no es tan severo como hace unos años, afirmó recientemente que percibe este asunto de la fatwa como «si tuviera un albatros enganchado al cuello».
El libro fue publicado en el Reino Unido en septiembre de 1988 y fue inmediatamente prohibido en India, su país de origen.
A eso le siguieron numerosas manifestaciones de musulmanes en todo el mundo, con la quema de ejemplares de su libro, hasta que la máxima autoridad de la Revolución Islámica le condenó a muerte.
Rushdie nunca sufrió un ataque, pero sí fueron víctima de agresiones personas relacionadas con su traducción o publicación.
El año pasado afirmó a cadena pública BBC que ha pensado en varias ocasiones escribir un libro sobre lo que ha supuesto vivir permanentemente escondido.
Más recientemente, en otra entrevista con el diario The Times, reconocía que la fatwa le convirtió en uno de los autores más conocidos del mundo, pero le obligó a vivir apartado del mundo.
El escritor afirmaba que aquella condena del ayatolá Jomeini hace dos décadas fue sólo «el prólogo» de lo que iba a ocurrir después con el fundamentalismo musulmán.
«Todo el mundo tendió a creer que era un incidente aislado, más que una indicación de algo más grande; se tendió a creer que era mi culpa», decía Rushdie, que lamentaba que las ciudades de su vida -Nueva York, Londres y Bombay- hayan sufrido tres de los atentados terroristas más sangrientos de los últimos años.
«Es extraño que las tres ciudades que he querido en mi vida hayan sufrido ataques terroristas en los últimos 10 años», señalaba.
Rushdie criticaba a los países occidentales de falta de contundencia contra los fundamentalistas islámicos.
En el caso del Reino Unido, aseguraba, estos extremistas se han instalado con la complacencia de los sucesivos Gobiernos, tanto los conservadores como los laboristas, hasta el punto de que se hable de la capital británica como «Londonistán».
«Este país se convirtió en refugio seguro para todos los grupos extremistas de este mundo. Es de idiotas, de idiotas», decía.
La cuestión de la fatwa se recuerda hoy con motivo del aniversario, pero el escritor aparece con más frecuencia en los medios británicos por su vida personal que por sus problemas políticos o incluso que por su trayectoria literaria.
En la citada entrevista con The Times, el autor de los Versos satánicos explicaba que le cansa haberse convertido en un protagonista de la prensa del corazón por su inestable vida sentimental y sus salidas nocturnas, y lamentaba que los tabloides británicos le retraten como un juerguista mujeriego.
«Todo el mundo va a fiestas. La diferencia es que cuando yo voy a fiestas sale en la prensa», decía Rushdie, de 61 años, que se ha divorciado en cuatro ocasiones y tiene dos hijos.

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Darwin: 200 años

Perfil del científico británico Charles Darwin

El científico británico Charles Darwin (1809-1882), figura capital del evolucionismo y del pensamiento moderno, representa como pocos el antagonismo entre religión y ciencia, pues no sólo se dio en sus obras sino en su propia vida.
Principal artífice de la teoría de la evolución por selección natural, validada más de un siglo después por la genética, Darwin, que estudió para ser clérigo, fue y es aun cuestionado porque atribuyó a la naturaleza facultades que muchos consideraban y consideran exclusivamente divinas.
Popularmente Darwin es conocido como el científico que descubrió que el hombre desciende del mono, en contraposición a la versión bíblica que dice que Dios lo hizo a su imagen y semejanza a partir de un puñado de arcilla.
Darwin creía que toda la vida en la Tierra evolucionó durante millones de años a partir de unos pocos ancestros comunes y que mediante un mecanismo de selección natural se llegó a las especies que hoy pueblan el planeta.
Nacido el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury en el seno de una familia acomodada, Charles Robert Darwin manifestó desde pequeño gran interés por las ciencias naturales.
En 1825, siguiendo los pasos de su padre y abuelo, comenzó a estudiar para médico, pero a los dos años lo dejó y a propuesta de su padre decidió estudiar para ser ministro de la Iglesia de Inglaterra en Cambridge.
Más interesado en la naturaleza que en la teología, comenzó a asistir voluntariamente a las clases del botánico y entomólogo John Henslow, el cual fue una figura decisiva para que llegase a ser quien fue y no un clérigo rural como quería su padre.
Gracias a Henslow, Darwin tuvo a los 22 años la oportunidad de integrarse como naturalista sin paga a la expedición comandada por el capitán Robert Fitzroy a bordo del «HMS Beagle».
El barco zarpó de Davenport el 27 de diciembre de 1831 y regresó a Inglaterra el 2 de octubre de 1836.
En esos casi cinco años de periplo, Darwin conoció las islas de Azores y Cabo Verde, las costas de América del Sur, las islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica, entre otros lugares, y comenzó su «segunda vida», como él mismo la definió, dedicada a la investigación y la ciencia.
A su regreso a Inglaterra se puso a trabajar en un diario del viaje, que fue publicado en 1839, el mismo año de su boda con su prima Emma Wedgwood, y en la elaboración de textos sobre sus observaciones geológicas y zoológicas.
En su cabeza ya bullían algunas de las ideas que años más tarde desarrolló y plasmó en El origen de las especies (1859).
Aunque supo que, «al fin, había conseguido una teoría con la que trabajar», durante varios años se abstuvo de escribir ni siquiera un esbozo. Se cree que por miedo al escándalo y los prejuicios, aunque hay también que lo atribuyen a que no quería herir los sentimientos de su esposa, que era una cristiana devota.
En 1842 redactó 35 páginas, ampliadas a 230 en 1844, pero hasta comienzos de 1856 no emprendió la redacción de la obra que le daría fama universal y el repudio de los defensores a ultranza con la teoría de la creación del mundo tal como es contada en la Biblia.
En medio de la tarea recibió de otro investigador británico, Alfred Russell Wallace, un breve manuscrito con una teoría de la evolución por selección natural que coincidía con la suya.
Darwin no quería parecer un usurpador y a punto estuvo de olvidar para siempre su teoría.
Finalmente se buscó una solución salomónica que satisfizo al propio Wallace: resumir el texto de Darwin y presentarlo a la Linnean Society junto con el trabajo de Wallace y un extracto de una carta de 1857 en la que constaba un esbozo de la teoría darwiniana.
Tras esa presentación y en solo trece meses y diez días quedó por fin redactada la obra On the Origin of Species by means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life.
El mismo día de la aparición del libro, el 24 de noviembre de 1859, se agotaron los 1.250 ejemplares y posteriormente se tuvieron que hacer seis ediciones sucesivas.
En 1860, el obispo Samuel Wilberforce ridiculizó con brillante elocuencia las tesis evolucionistas en una sesión en Oxford y con igual brillo el zoólogo Thomas Henry Huxley defendió la teoría de Darwin, quien se mantuvo al margen de la controversia.
Por aquel entonces Darwin era ya una celebridad científica y hacía muchos años que había abandonado Londres para instalarse en Down, en plena campiña inglesa, donde nacieron la mayoría de sus diez hijos, de los cuales solo siete llegaron a la edad adulta.
En 1871 alimentó la polémica creada con El origen de las especies con la publicación de El origen del hombre (The Descent of Man and Selection in Relation to Sex), donde defendía la teoría de la evolución del hombre desde un animal similar al mono.
Fue miembro de la Sociedad Real (1839) y de la Academia Francesa de las Ciencias (1878) y los últimos diez años de su vida los dedicó a diversas investigaciones en el campo de la botánica.
Falleció a consecuencia de un ataque al corazón el 19 de abril de 1882 y está enterrado en la abadía de Westminster como otros británicos ilustres.
Lady Elizabeth Reid Hope, una evangelizadora cristiana, afirmó en 1915 que estuvo con Darwin poco antes de su muerte y que éste estaba arrepentido de sus teorías y reconocía a Jesucristo como el salvador de la humanidad, pero su familia lo negó y hoy esa afirmación es considerada una leyenda urbana. (Agencia EFE).

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Gustavo Bueno y los crucifijos

Se critica la toma de postura de Gustavo Bueno al respecto de la retirada de los crucifijos en un colegio público

© Fermín Huerta Martín
Publicado en El Catoblepas Nº 84

«Así como la mariposa Caligo extiende sus alas cuando se le acerca su ave predadora para no ser devorada por ella, así también nosotros debemos extender los brazos en cruz para no ser devorados por los sacerdotes.» Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión.

El pasado día 17 de febrero de 2008 recibí un e-mail del servicio de alertas de Google con un enlace a la pagina de Internet de la cadena de radio COPE, que hacia referencia a una declaraciones de Gustavo Bueno a Popular TV, en la cabecera decía: «Como ateo me parece absurdo que se retiren los crucifijos». La noticia iba acompañada del enlace a la entrevista donde se habían hecho tales declaraciones, el entrevistador ponía cara de estar deseando en aquel momento estar retransmitiendo en directo el paso de un huracán en EEUU a 500 metros de sus narices antes que entrevistar a aquel personaje que parecía tener más fuerza que ese huracán. Las declaraciones a que me refiero decían cosas como esta: «El crucifijo –afirma uno de los más reputados pensadores españoles– es un símbolo histórico, teológico y artístico que forma parte de nuestra cultura. Quitar el crucifijo es quitarse el vestido. Los que lo defienden son unos indoctos. El que haya leído no a Santo Tomás sino a Hegel, sabe que el crucifijo no se puede quitar.»

Vaya por delante que me considero un indocto, no solo por no leer a Hegel o Santo Tomás, sino porque pienso que comparados con Bueno la mayoría de los mortales de este planeta son unos indoctos.

Estas declaraciones han venido acompañadas de dos textos relacionados con el tema, por una parte la colaboración de Bueno: «¡Dios salve la razón!», al libro Dios salve la razón, Encuentro Ediciones (agradezco muy especialmente a Juan Carlos Paredes Zubeldía por informarme de la existencia del mismo y recomiendo la visita a su blog http://paredesz.blogspot.com/). Y el texto de Javier Pérez Jara, «Europa y cristianismo: análisis del surgimiento del fenómeno cultural cristiano y su desarrollo histórico», publicado en El Basilisco, nº 39 (se agradece el reconocimiento a la importancia de las aportaciones de Gonzalo Puente Ojea al estudio del cristianismo).

El punto clave de la cuestión (bajo mi indocto punto de vista) se puede resumir en esta frase que aparece en la pág. 377 del libro de Bueno, La fe del ateo:

«Dada la situación efectiva de la Humanidad, transcurrido el segundo milenio del cristianismo, puede decirse que los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo; por consiguiente se hace preciso evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes.»

El Estado laico es rechazado en la pág. 372:

«Ahora bien, desde una metodología materialista, el Estado carece de sentido al margen de su materia, representada entre otras cosas por la sociedad civil. Según esto, la definición laica del Estado no puede tomarse como una definición real, sino puramente nominal e ideológica, porque si la sociedad civil es religiosa, y vinculada a una religión que exige publicidad y propaganda fide, entonces el Estado laico sólo podrá ser reconocido, por el materialismo, como una superestructura jurídica, una ficción creada por el formalismo que supone la realidad de una sociedad política laica, aun cuando de hecho se manifiesta continuamente su condición religiosa en mil formas (templos, procesiones públicas, ritos de paso, establecimientos de enseñanza).»

Javier Pérez Jara profundiza un poco más y dice en la pág. 65 de su artículo:

«El materialismo filosófico, por tanto, no podrá estar de acuerdo con el laicismo en “sentido débil” (parejo a la ideología de la “neutralidad estatal”, las religiones como meros fenómenos privados o al agnosticismo positivo “que ni afirma ni niega”), sino más bien con el Estado laico “en sentido fuerte”, es decir, con el Estado ateo, o al menos racionalista, que no sólo no prescinde del estudio de las religiones, sino que a través de la instauración del estudio sistemático histórico, antropológico y filosófico de las religiones, es decir a través de la instauración en los planes de estudio de una Filosofía de la Religión de sesgo materialista nutrida de los contenidos positivos de la Antropología Cultural, la Historia, la Sociología, &c., puede ofrecer una visión crítica y sistemática de la génesis y evolución de las religiones, así como una trituración de sus elementos más irracionales, mitológicos o arcaicos.»

En la pág. 64 expresa una idea también repetida a veces:

«…ante las religiones o se está a favor o se está en contra…»

Cabría preguntar entonces ¿el materialismo filosófico, esta a favor o esta en contra de las religiones? Es decir, en este supuesto Estado ateo, ¿qué se haría con los curas y los templos?, ¿se metería los curas en la cárcel y se destruirían los templos?, ¿se transformarían los templos en delegaciones de la Fundación Gustavo Bueno donde poder impartir la asignatura de Filosofía de la Religión de sesgo materialista y se obligaría a los curas a asistir a esas clases? o ¿se daría un ministerio a Rouco Varela en premio por el esplendor pasado de la filosofía escolástica?

Uno de los motivos que parecen mover a Gustavo Bueno a estas posiciones es el temor al fanatismo islámico, pero bajo mi punto de vista, lo que tiene que hacer para luchar más eficazmente contra ese miedo no es pedir que se mantengan los crucifijos de las escuelas, lo que tiene que pedir es que aumente el presupuesto del Ministerio de Defensa, de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y del CNI, ¿o es que piensa que si nos intentan invadir los musulmanes, los curas se organizaran en batallones y con el crucifijo en la mano saldrán a la defensa de nuestra querida patria?

En la cita de la pág. 377 se hace un salto muy curioso, se dice que si los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo, hay que evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes. Dado que en España no hay gobierno ateo y la religión elegida mayoritariamente es el catolicismo, ¿quiere esto decir que España se organiza socialmente bajo principios católicos?

Yo creía que nos organizábamos bajo los principios de la constitución de 1978 y no bajo el catecismo. En la nota de la pág. 372, dice «…si la sociedad civil es religiosa…». Yo me pregunto, ¿es la sociedad civil de la España actual religiosa? Veamos el barómetro del CIS de noviembre de 2008.

«Pregunta 42. ¿Cómo se define usted en materia religiosa: católico, creyente de otra religión, no creyente o ateo? Católico 73,7%, creyente de otra religión 1,9%, no creyente 15,9%, ateo 7%, N.C. 1,4%.
Pregunta 42-A. ¿Con que frecuencia asiste usted a misa u otros oficios religiosos, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de tipo social, por ejemplo, bodas, comuniones o funerales? Casi nunca 54,8%, varias veces al año 15,6%, alguna vez al mes 11,8%, casi todos los domingos y festivos 14,4%, varias veces a la semana 2,4%, N.C. 1%.»

Si hacemos números y partimos de una población de España de 46 millones de habitantes en números redondos tenemos, la suma de creyentes sería 34.776.000, pero si quitamos a los que no van casi nunca o alguna vez al año a los oficios religiosos y a los que no contestan nos quedan 9.945.936 que es cifra similar a la suma de no creyentes y ateos que son 10.534.000. Por lo tanto, se podría decir que una parte de la sociedad civil es religiosa, pero no toda la sociedad civil.

El propio Gustavo Bueno reconoce en su artículo «La influencia de la religión en la España democrática», editado en 1994 en el libro La influencia de la religión en la sociedad española, pág. 71:

«Los confesionarios, los seminarios y los templos han quedado prácticamente vacíos (aún cuando en algunas ciudades, el 15% de la población que sigue yendo a misa los domingos sea suficiente –teniendo en cuenta el incremento demográfico– para mantener la apariencia de la iglesia llena en misa de doce).»

Hay dos datos muy significativos que están más allá de las encuestas, primero, la Iglesia católica ha sido incapaz de autofinanciarse con las aportaciones de sus fieles y segunda, en España se han elegido desde la muerte de Franco dos presidentes agnósticos. Cosas incompatibles con una supuesta sociedad civil verdaderamente religiosa.

Dice en La fe del ateo pág. 155: «Un gobierno realista podrá ser confesional, o antirreligioso, pero no neutral o laico.»

No puedo imaginar un disparate antieutáxico más grande, se imagina alguien que ganando el PP las próximas elecciones, las primeras medidas que tomara fueran: prohibir el divorcio, el aborto, los métodos anticonceptivos, hacer obligatoria la enseñanza de la religión, &c. O que el PSOE al renovar el poder, cerrase las iglesias, prohibiera las procesiones, &c.

El propio Bueno reconoce en el artículo antes citado de «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 52:

«Fue la misma imprudente política anticlerical de los gobiernos republicanos, muy poco maquiavélicos, uno de los principales desencadenantes de la reacción integrista promovida, sobre todo, por un clero acosado durante los años 30.»

Lo eutáxico en la situación actual es el Estado neutral, llámele laico o aconfesional. Porque la guerra no va con la parte religiosa de la sociedad civil (dice Bueno en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 76: «Sin embargo, los católicos que han aceptado las reglas democráticas –prácticamente, la totalidad– aceptan también gustosos la concepción de la religión como cultura…»), sino con la organización eclesial, ávida de no perder más poder, pues esto y no otra cosa significa para ellos quitar el crucifijo de los lugares públicos.

Dice Pérez Jara en la página 64 de su artículo:

«…el llamado laicismo, cuando es entendido al modo light ( por ejemplo por la gran mayoría de nuestros políticos e ideólogos actuales) como un “mantenerse al margen” de las religiones, o ser “neutro” ante ellas, reservando las creencias religiosas, si las hay, para el ámbito de lo “privado”, pero excluyéndolas del ámbito de lo “público”, es una posición contradictoria, porque ante las religiones (que son esencialmente, desde un punto de vista antropológico, públicas, como vemos en el cristianismo y el Islam, ambos asociados al proselitismo, y por tanto a la “propaganda pública” de sus dogmáticas y sacramentos)…»,

y esto lo dice poco después de hablar en la pág. 60 de la pérdida de poder de la Iglesia católica.

Un Estado (laico, neutro o aconfesional) que consiguiera reducir al ámbito de lo privado el hecho religioso, ni seria neutro ni se mantendría al margen de las religiones, por que eliminar los crucifijos de los sitios públicos estatales, regular las procesiones, impedir que suenen las campanas de los templos para llamar a los fieles a la misa, no seria neutralidad, seria seguir quitando poder a la Iglesia católica, o ajustando ese poder hacia los que voluntariamente quieren aceptarlo, o sea sus fieles, no a toda la población.

Esa es la lucha que parecen no ver desde el Materialismo Filosófico. Dice Bueno en El sentido de la vida, pág. 291:

«La Iglesia católica ha tolerado el islamismo, o ha tolerado el darwinismo, o ha tolerado el socialismo precisamente cuando estos movimiento se han impuesto en virtud de su propia fuerza.»

Y dice también Bueno en Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, pág. 37:

«Esta sería la dialéctica de la historia actual de la Iglesia Romana: que tanto los que en su seno piden la integral conservación, como los que piden la renovación, tienen motivos de prudencia equivalentes y bien fundados. Solo que los motivos de los integristas (para decirlo al modo escolástico) se fundan en la esencia de la Iglesia, mientras que los motivos de los renovadores se fundan en su propia existencia. Aquellos dirán que mantener en la existencia una institución “desvirtuada”, que va perdiendo sus esencias más puras, es una traición; y éstos, que pretender mantener unas esencias que comportan necesariamente la progresiva extinción, la inexistencia más o menos próxima, es tanto como mantener una utopía, una esencia que no existe en ninguna parte.»

Estoy seguro que a la Iglesia aun le queda mucha capacidad de adaptación y por mantener su existencia pueden dejar de ser tan publicas y tan propagandistas como lo son ahora.

Se menciona en la cita de la pág. 372 de La fe del ateo, «de hecho se manifiesta continuamente su condición religiosa en mil formas (templos, procesiones públicas, ritos de paso, establecimientos de enseñanza)».

¿Qué templos?, ¿los templos vacíos que mencionaba antes?

¿Qué procesiones?, ¿las que cita en la pág. 80 de «La influencia de la religión en la España democrática», donde dice: «las romerías de la Virgen del Rocío se alimentan de intereses sociales no religiosos, cerca de los que mueven el creciente interés por la ópera en otras capas sociales: pero es la religión, por no decir el fetichismo, el cauce que lo canaliza»?

¿Qué ritos de paso?, ¿esos que comenta en «La influencia de la religión en la España democrática», donde dice:

«Especialmente importante fue este proceso de impregnación aplicado a los “ritos de paso”, sobre los cuales la Iglesia católica mantenía un control mayoritario, a pesar de que, durante la República, importantes sectores de la población (sobre todo urbana) se había liberado del control eclesiástico.» «Durante el nacional-catolicismo, sencillamente, el ceremonial católico, en estos ritos de paso, se hizo prácticamente obligatorio para todos los españoles.» «No es nada fácil conseguir de la noche a la mañana, incluso suponiendo que se desee, el recambio, de instituciones tan arraigadas como las del bautismo, la primera comunión, la boda por la iglesia y el funeral católico.»

En esa guerra se está en la actualidad y la retirada de los crucifijos es una batalla más. En la que Gustavo Bueno desde el bando ateo (para mi el ateísmo «teórico» de Bueno es el más sutil, interesante y elaborado de cuantos conozco, no así su ateísmo «práctico» tal como intento demostrar en este artículo) parece haber construido una tercera postura. La primera postura correspondería al clero que aboga naturalmente por el mantenimiento y extensión de su «marca de empresa» (Bueno llega a decir en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 65, sobre la Iglesia católica: «ella se ha convertido en una agencia de servicios»).

La segunda postura sería la de los ateos-materialistas-indoctos que hacen el siguiente razonamiento, el crucifijo representa al hijo de Dios que resucitó, si Dios no existe no puede tener hijos y para un sistema materialista la resurrección es imposible, por lo tanto, es un símbolo falso que solo debe estar en los sitios donde se aceptan esas mentiras como verdades.

La tercera postura, la del propio Bueno, que siendo ateo defiende el crucifijo para que no pongan en su lugar la media luna.

No es sólo en esta cuestión de los crucifijos donde Bueno se ha alineado con el catolicismo, dice en su libro Zapatero y el pensamiento Alicia, pág. 305, al respecto de los matrimonios homosexuales:

«incoherencia y sinsentido de un “orgullo democrático” ante situaciones en las que un Pueblo que mayoritariamente asume las normas del matrimonio romano (y luego cristiano) deja pasar, sin embargo, una ley que mina la estructura misma de nuestra sociedad de familias; un Pueblo que, si tuviera un orgullo democrático auténtico, debiera haberse plantado ante un gobierno formado por un atajo de ideólogos indoctos e irresponsables, que deciden, en nombre de un progresismo que les da miles y miles de votos, destruir las bases de una sociedad milenaria y plantear más problemas para el futuro de los que puede resolver en el presente inmediato.»

¿Por qué el matrimonio homosexual «mina la estructura misma de nuestra sociedad de familias» y por ejemplo el celibato y el voto de castidad de los curas no?

Dice Bueno en «La influencia de la religión en la España democrática», pág. 55:

«La confesión auricular tenía como condición el celibato del confesor, puesto que solo a alguien que por su situación se mantenía al margen de la familia…»

Qué hubiera ocurrido si en un momento determinado del curso histórico de una sociedad, todos sus miembros decidiesen hacerse curas y monjas, que esa sociedad se quedaría sin familias, después, la sociedad misma desaparecería.

Como ateo también apuesto por un Estado ateo y racionalista, pero en la España actual eso es una utopía antieutáxica, por lo tanto mi segunda opción no es ninguna «confesión religiosa realmente existente» que me tolere como ateo de alguna forma (como una limosna), si no puede haber un Estado ateo y racionalista prefiero un Estado neutro, aconfesional o laico. Que regule a creyentes y no creyentes, de tal forma que se asegure de forma legal (no como limosna) la recurrencia de los ateos en el tiempo.

Lo eutáxico en la España actual es trabajar por un modelo de Estado que tenga en cuenta a esos diez millones de ciudadanos de cada bando, de tal forma que todos podamos vivir y convivir. De hecho se da una situación próxima a esto, hoy en día en España tanto un católico como un ateo pueden vivir unas vidas dentro de su «modelo de mundo». Un católico puede bautizar a sus hijos, ir a misa diaria, dar a sus hijos una educación católica, vivir sin divorciarse, sin abortar sin usar anticonceptivos, casarse por la iglesia y ser enterrados por un cura. El ateo puede hacer todo lo contrario. El problema viene cuando la jerarquía católica quiere imponer su modelo de vida al resto de personas de la sociedad, una jerarquía que nunca entenderá que la existencia de una ley del divorcio no obliga a nadie a divorciarse.

Esto supone un reajuste de determinadas prerrogativas de la Iglesia católica, lo que desde luego no implica su desaparición. Seria también importante que los dos grandes partidos aceptaran ese modelo neutral. A partir de ese punto la guerra se tiene que dar en otros ámbitos, en la divulgación de las respectivas ideas en los medios de comunicación, periódicos, revistas, Internet, radio, televisión, autobuses, &c. Lo que propiciaría o no un trasvase de un bando a otro.

La lista de los reajustes puede ser muy larga, pero un criterio puede ser este, todo aquello particular que invada el espacio general debería ser regulado, empezando por los crucifijos en los lugares públicos dependientes del Estado. La bandera si es un símbolo de todos, el crucifijo no.

Habría que regular cosas como el tocar las campanas para ir a misa, en este caso para prohibirlo.

La presencia de curas militares en el ejercito, no se como esta el tema actualmente, cuando yo hice la mili en los años 1982-1983, el primer domingo de estar allí, preguntaron quien quería ir a misa, la mayoría no quiso ir, cuando marcharon los que si querían ir, a los que nos quedamos nos pusieron a limpiar toda la mañana las dependencias, no hace falta decir que al domingo siguiente todos fuimos a misa. Este es el típico comportamiento clerical que hay que eliminar.

La enseñanza de la religión en los colegios, es otro tema a regular, no me importa que se de en los colegios públicos siempre que sea voluntario y que las asignaturas alternativas no las decida la jerarquía católica, tampoco me importa que den notas si con esto creen que se tomaran la asignatura mas en serio.

Un Estado laico no tiene porque prescindir del estudio de las religiones. El propio Bueno lo dice en la pág. 76 de «La influencia de la religión en la España democrática»:

«Los poderes públicos agnósticos podrían también propiciar la enseñanza crítica de la religión, en la forma de una Historia de las religiones comparadas.»

Esta podría ser una buena asignatura alternativa a la religión católica y también con nota.

Sobre el tema de la financiación de la Iglesia católica por el Estado (visto que no ha logrado su autofinanciación) me remito a la interesantísima cuestión 10ª de Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, titulada «El impuesto religioso» (¿De verdad cree Gustavo Bueno que si alguno de los entrevistadores de la emisoras procatólicas –a los que presuponemos muy afines a esa fe– hubiese leído la parte de ese texto donde habla del ortograma «resurrección de la carne», le hubiera entrevistado sin sentir repugnancia?).

Veinte años han transcurrido desde que se editó aquel libro y hoy cabe preguntarse: ¿el Estado todavía no puede considerar ajena a la Iglesia católica?, a pesar del tiempo que lleva la jerarquía mordiendo la mano que le da de comer.

Un ejemplo surrealista de hasta donde la Iglesia percibe su poder lo encontramos en este texto que pudimos leer en el periódico El Mundo del pasado 30 de noviembre de 2008:

«La festividad del domingo es de origen religioso, así como las vacaciones de Semana Santa o Navidad. Igual sucede con una altísima proporción de denominaciones de personas. Repárese que tanto el presidente del Gobierno como el Rey –y millones de españoles– tienen nombres, no de uno, sino nada menos que de cuatro santos: José Luis y Juan Carlos. Llevando al extremo la sentencia del juez de Valladolid pudiera ocurrir que alguien pidiera la abolición de las festividades mencionadas (con el consiguiente trastorno para legítimos intereses sindicales) o una legislación de Registro Civil que vetara la inscripción de nombres de mujeres o varones con reminiscencias religiosas (con la consiguiente lesión de tradiciones familiares muy arraigadas). Tendríamos un problema, ciertamente.» (del artículo «Ni prudente ni proporcional» de Rafael Navarro-Valls.)

Es otra típica actitud clerical, de limosna y de soberbia.

¿No estaremos ante un caso de «falsa conciencia» por parte de Gustavo Bueno, de pérdida de su capacidad correctora de errores?

No sé si Bueno es consciente de que su imagen de prestigio (indiscutible) está siendo utilizada por determinados medios de comunicación cercanos a la jerarquía católica (hay que recordar que los ateos no tenemos jerarquía) como cuando un circo presentaba la mujer barbuda o el niño lagarto («¡Pasen y vean, el ateo que defiende los crucifijos!») cuando los católicos de base no lo van a entender (dice Pérez Jara en su artículo, pág. 64: «“Analfabetismo” de la mayoría de los creyentes “populares”») y a la jerarquía católica le trae sin cuidado sus argumentos pues no deja de ser un ateo. Solo le interesa que defienda sus posiciones y por eso se le da publicidad.

¿O es que olvida Gustavo Bueno que si la Iglesia católica recuperase el poder perdido en épocas pasadas, le quemarían a usted y a sus libros en la hoguera? Quizás le consuele pensar que este método es mas racional y escolástico que su homologo islámico.

«La sistemática eliminación (incluyendo aquí la eliminación por la muerte o la hoguera) de quienes aportan “materiales” inasimilables o “conflictivos” al sistema de ortogramas dominantes es la causa principal del embotamiento dialéctico y la ocasión para el florecimiento de una frondosa red de recubrimientos apologéticos destinados a desviar los conflictos fundamentales hacia otros conflictos secundarios. La impermeabilidad hace posible el incremento eventual de una certeza o seguridad puramente subjetiva que conduce ordinariamente a la ingenua aceptación, como si fuera la única opción posible, de las propias construcciones ideológicas. La falsa conciencia termina convirtiéndose así en un aparato aislante del mundo exterior (del mundo social, no solamente individual) y su función está subordinada a los límites dentro de los cuales el aislamiento puede resultar ser beneficioso, hasta tanto no alcance un “punto crítico”. Pero en general, cabe afirmar que, cuanto mayor sea el grado de una falsa conciencia, tanto mayor será la evidencia subjetiva, aunque no siempre recíprocamente.» Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión.

Un espacio para dudar. Ateos, agnósticos, escépticos. Reflexión, ensayo, debate. Arte y literatura. Humanismo secular.
Jueves, 12 de Febrero de 2009

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Jueves, 29 de Enero de 2009

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MADRID, 27 Ene. (EUROPA PRESS) – La Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (AMAL) afirmó hoy que algunos autobuses con mensajes ateos que circulan por Barcelona han sido atacados, unos «actos vandálicos» que atribuyó a las recientes crÃ…

Sábado, 24 de Enero de 2009

¿El regreso de las religiones?

Fernando G. Toledo

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