¿Puede la economÃa evitar ser normativa?
Los economistas distinguen entre economÃa positiva y economÃa normativa. La economÃa positiva busca establecer hechos: ¿Promueven los monopolios el progreso técnico? ¿Una devaluación mejorará la balanza de pagos? La economÃa normativa, por otra parte, se interesa por cuestiones de polÃtica, sobre cosas “buenas†y “malasâ€. ¿Debe ser progresivo el impuesto sobre la renta? ¿Debe haber una legislación que favorezca la competencia?
La economÃa con perspectiva descriptiva tendrÃa un trabajo parecido al de las ciencias naturales en el sentido de que buscarÃa leyes que describieran las regularidades observadas y teorÃas de comportamiento económico que las explicaran. Pero los economistas, al trabajar con un elemento que es susceptible de cambiar su comportamiento según ideologÃas, aprendizaje, etc., pueden tener otra función, la de proponer comportamientos alternativos. Hay diferentes planos en los que se puede hacer esto. El economista puede proponer unas normas básicas de comportamiento económico que se desprenden de unos pocos principios básicos presumiblemente aceptados o aceptables y cuya consecuencia lógica no ha sido prevista por los agentes económicos. En este sentido el economista serÃa un consultor.
A medida que nos alejamos de las proposiciones bien establecidas en la economÃa, el carácter normativo empieza a estar menos justificado. Por ejemplo, la proposición “debe tomarse la medida A†es normativa. Para que sea aceptable debe ser coherente con unos fines propuestos, asà que mejor serÃa decir “si se quiere alcanzar el objetivo X, debe tomarse la medida Aâ€, o mejor “de acuerdo con la teorÃa T, la medida A tiene como consecuencia que suceda Xâ€. En este último momento la proposición ha pasado a ser descriptiva, en la medida en que la ley enunciada esté en consonancia con la realidad. Como las consecuencias de las medidas económicas son, generalmente, mutidimensionales, la cautela debe ser todavÃa mayor que la expuesta. AsÃ, tal vez la proposición deberÃa ser la siguiente: “de acuerdo con la teorÃa T, la medida A tiene como consecuencias X e Y, mientras que la B tiene como consecuencias X y Zâ€, o incluso se podrÃa añadir, “y de acuerdo con la teorÃa H, las consecuencias de A y B son....†o, bien “de manera que si se prefiere Y sobre Z se preferirá T sobre Bâ€. Asà podrÃamos complicar indefinidamente la complejidad de la proposición.
A pesar del carácter condicional de estas proposiciones para hacerlas descriptivas, la impresión general es que, o bien por usar distintas teorÃas, o bien por interpretar una misma teorÃa desde distintas evaluaciones personales, los economistas pueden estar induciendo solapadamente un carácter normativo no justificado. Hay, cuando menos, dos posturas frente a este problema. La primera consiste en dar la información lo más completa posible en las proposiciones derivadas de las teorÃas para dejar al decisor que decida cuál de los condicionales es el que se aplica en su caso. Según la segunda, el economista da la información que considera relevante haciendo notar cuáles son los juicios de valor que le llevan a esta determinación.
La economÃa positiva no incorpora juicios de valor; sus descubrimientos son tan impersonales como los de la astronomÃa y la meteorologÃa. En este sentido es posible una economÃa libre de juicios de valor; si la economÃa trata acerca de la aplicación de medios para conseguir objetivos, no hay razón para no analizar la asignación de recursos para conseguir cualquier fin. Esto no niega que la mayor parte de las proposiciones económicas de interés añaden juicios de valor sobre un conjunto de hechos y que el sesgo ideológico influye en la elección de las cuestiones que la economÃa trata de investigar. El mejor seguro frente al sesgo de un economista en particular es la crÃtica de los demás economistas. La mejor protección frente a declaraciones especiales en nombre de la ciencia son los estándares profesionales de los cientÃficos.






























