Nº 34: Los "milagros" de cada día


Hace tiempo escuché un programa de radio en el que hablaban de los atentados en las Torres Gemelas de Nueva York. La locutora contaba la historia de un hombre que aquel día no llegó a trabajar porque estrenaba zapatos nuevos y en el camino a la oficina le hacían tanto daño que decidió pasarse antes por una zapatería y comprar otros. Cuando llego al World Trade Center ya se había estrellado el primer avión y no le dejaron entrar en el edificio, eso le salvó la vida. Para ese hombre y para la propia locutora aquello no era una simple coincidencia, todos tenemos ángeles que nos protegen. Historias similares se escuchan cuando hay algún pasajero que ha perdido un vuelo accidentado, es un milagro que no haya sonado mi despertador, es un milagro que no encontrase taxi, es un milagro que olvidase mi pasaporte... Obviamente la expresión "es un milagro" es una frase hecha que no implica que el que la dice crea en los milagros, pero hay mucha gente convencida de que en todos esos casos ha habido una intervención sobrenatural.

Ahora invito a esa gente a que reflexione sobre ello 5 minutos. Estoy convencido de que durante todos y cada uno de los días en los que hubo trabajadores en las Torres Gemelas varios de ellos llegaron tarde, incluso un gran número de días, seguramente la mayoría, varios trabajadores no pudieron ir a trabajar por enfermedad o asuntos personales. Es lógico si tenemos en cuanta que en ambos edificios trabajaban miles de personas, es pura estadística. El 11 de septiembre de 2001 hubo el mismo número de gente que llego tarde o que tuvo que ausentarse del trabajo que cualquier otro día previo, en ese sentido no ocurrió nada que no hubiese ocurrido con anterioridad todos y cada uno de los días en los que se ha trabajado en esas oficinas. Del mismo modo, todos los días miles de personas toman un avión en el mundo y todos los días cientos de ellas pierden sus vuelos, pero ¿cuantos accidentes aéreos hay al año? muy pocos. El número de personas que pierden un vuelo accidentado es el número normal que cabría esperar en cualquier otro vuelo. En ninguno de esos casos ha pasado nada extraordinario ni sobrenatural en cuanto a las personas que se han retrasado o ausentado, lo extraordinario es lo que ocurre a continuación, un atentado terrorista o un accidente aéreo, es ese hecho dramático y poco habitual el que hace que le otorguemos la cualidad de extraordinario al hecho de retrasarse o ausentarse, cuando en el fondo los retrasos y las ausencias son acontecimientos comunes, frecuentes, que ocurren a diario de forma constante. Es la forma en la que funciona el cerebro, esa necesidad instintiva de buscar una relación causa-efecto inmediata la que hace que tendamos a buscar esa conclusión irracional, el pensamiento mágico del que hablaba en el último post.

Veámoslo desde otro punto de vista, si hay un dios o unos ángeles que hacen que te molesten los zapatos, que se averíe tu despertador o que el taxista pase de largo ¿qué deberían pensar las familias de los miles de personas que sí entraron en las Torres Gemelas el día de los atentados o de los cientos de personas que sí tomaron a tiempo un vuelo que terminó cayendo al mar? Deberíamos suponer que del mismo modo en el que interfirió para salvar a unos pocos dejó de interferir para que muriesen muchos, o lo que es peor, que fue su propio deseo que los terroristas tuviesen éxito o que del mismo modo que avería un despertador puede averiar el motor de un avión. ¿Por qué solo atribuimos a ese dios los acontecimientos que conducen a un final positivo y no aquellos que conducen a un final negativo? ¿dónde queda el supuesto libre albedrío que tanto se usa como argumento para justificar el mal en el mundo si al parecer dios no deja de interferir en nuestra vida diaria? Una vez más, el dios omnipresente, omnisciente, omnipotente y omnibenevolente en el que mucha gente cree no encaja con la realidad a la que nos enfrentamos cada día.

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