¿Por qué no creo en Dios? – Ética

4.e. Ética: El fundamento de la moral

La religión siempre se sintió con el derecho a reclamar el monopolio de la moral, lo que dentro de sus propios parámetros normativos es algo bastante consistente: si para eliminar la contingencia hace falta una fe incondicional, para convertir la inmanencia en trascendencia, (o sea: para que podamos alcanzar la trascendencia) el hombre debe perseguir ciertas normas de comportamiento que, necesariamente, deben provenir de la propia trascendencia: de dios. Dentro de la lógica religiosa, es absolutamente imposible que la moral sea algo inherente al ser humano; la moral religiosa, por definición, es algo ajeno a nuestra "naturaleza"; por el contrario, es expresión de voluntad divina, que el hombre ha de obedecer con el objetivo de agradar a dios y acercarse a él; y al mismo tiempo, representa la línea divisoria entre el "bien" y el "mal", entre lo divino y lo demoníaco, pasando por lo "humano" [26]. Sin una tendencia natural a la moral, "pecadores" por naturaleza (según del dogma cristiano, el hombre no solo es un pecador potencial; el hombre nace culpable del pecado original), la moral es un elemento totalmente exógeno a nuestra condición de humanos, un ideal divino, cuya persecusión promete el premio de la vida eterna. Con ésta tremenda carga semántica a cuestas, no sorprende que uno de los argumentos teocráticos esgrimidos con más ahínco sea el que dice que dios debe existir porque existe la moral, el comportamiento ético, la conciencia de la diferencia entre lo "bueno" y lo "malo", en fin, las "normas morales" de la sociedad. Imaginar la no existencia de dios es, según esta idea, una pesadilla insoportable en la cosmovisión del creyente: sin una moral divina el hombre se encuentra perdido, sin rumbo, capaz de cometer las atrocidades más terribles al carecer un marco de accion que le indique la diferencia entre el bien y el mal. El postulado no se detiene en una mera descripción y se transforma en un argumento indicativo y probatorio, ya que si aceptamos que la moral nos fué impuesta por dios, resulta que sin dios no hay moral y (como sí la hay), entonces: dios existe. Otra vez se hace evidente el carácter circular del supuesto argumento, ya que para poder concluír en que la existencia de la moral es una evidencia de la existencia de dios, tenemos que aceptar, a priori, que la moral es un producto divino.

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