Anticristiano, militante, ¿y qué?

En sitios ateos como ArgAtea, como este mismo y como supongo en muchos otros, frecuentemente se puede leer a algunos cristianos (en general católicos) que afirman con amargura que lo nuestro, más que ateísmo, es “anti-cristianismo” (en general “anti-catolicismo”). Sostienen esto por el hecho de que en estas páginas se lee más frecuentemente críticas a su dios o a su iglesia, que a los otros dioses y otras iglesias en las cuales tampoco creemos.

Empecemos por reconocer el hecho. En este sitio, si bien se leen artículos que se aplican a cualquier idea de dios (al menos de un dios personal), otros tienen solo que ver con la biblia, con la iglesia católica, con Yahvé, con Cristo, etc. Nada dijimos hasta ahora del judaísmo, apenas si mencionamos alguna vez alguna campaña relacionada con el fundamentalismo islámico, y nada de nada sobre Zeus, Osiris, etc. Otro tanto se puede decir de ArgAtea, y de otros sitios ateos. Incluso en los foros de debate, normalmente las discusiones se centran en cuestiones bíblicas o de doctrina cristiana y menos veces el debate es realmente sobre la existencia o no de un dios cualquiera.

La pregunta es entonces: ¿Somos ateos, o solo somos anticristianos?

Anticristiano suena un poco fuerte, sobre todo en boca de algunos cristianos particularmente sensibles que se sienten perseguidos cuando escuchan o leen argumentos en contra. Sitios como este no practican el anticristianismo persecutorio. No tenemos nada en particular contra los cristianos ni con los católicos. Pero si rechazamos de la filosofía cristiana ciertos valores que vemos brutalmente discriminatorios, supersticiosos, xenófobos, machistas, morbosos, y una larga lista de etcéteras.

Entonces quizás la respuesta a la pregunta anterior sea “las dos cosas”, aclarando que el “anti” es simplemente no compartir determinadas cuestiones, y no perseguirlas. Claro que muchos de nosotros sabemos que el cristianismo no es la única doctrina religiosa negativa, lo que genera una nueva pregunta:

Si son varias las doctrinas que consideramos negativas, ¿Por qué solo nos la tomamos con el cristianismo?

Posiblemente si viviera en otra sociedad y tuviera la posibilidad, esta página se dedicaría a “combatir” el islam, el judaísmo, el mormonismo, a Sai Baba, etc, y también posiblemente sus seguidores harían la misma crítica que ahora hacen los cristianos. Pero en caso es que nuestra sociedad es en buena medida cristiana, y particularmente católica, y quienes no lo somos y no queremos someternos a sus costumbres, a sus ritos y a su moral, nos vemos muchas veces en la necesidad de enfrentar ciertas “verdades” establecidas, lo que a la larga nos termina mostrando como “anti” esas verdades, o “anti-cristianos”. En general, nuestra insistencia tiene que ver simplemente con que vivimos en una sociedad mayoritariamente cristiana, conocemos más de cerca el cristianismo, sufrimos más de cerca el cristianismo, y nuestros lectores creyentes son mayoritariamente cristianos. Claro que podríamos hablar del fundamentalismo islámico o el fundamentalismo judío, que nada tienen de positivo. pero ni conocemos el tema de cerca, ni sufrimos tan directamente su influencia.

La militancia atea quizás no tendría mayor sentido si las religiones fueran creencias inocuas, sin perjuicio para nadie. Incluso, aun cuando tengan algún perjuicio, pero se desarrollaran en el ámbito privado de cada individuo, quizás no encontraría mucho sentido en esta militancia. Pero en mi sociedad (y en otras tantas) el cristianismo y particularmente el catolicismo pretender influir en las políticas de estado, imponer normas éticas y morales, inmiscuirse en la educación, en la salud, en la sexualidad, en el arte, en nuestros gustos, y como frutilla de la torta, se lleva parte de nuestros impuestos, han apoyado golpes de estado, han justificado la desaparición de personas, protegen a curas pederastas, etc. En este contexto es razonable que una persona sin dioses (o incluso con dioses no cristianos) se sienta invadido, discriminado, y maltratado, y más allá del debate “filosófico” sobre la existencia o no de dios, plantee ciertas cuestiones que tienen que ver con un estado laico, aconfesional, en el que las leyes y la moral no estén teñidas por creencias religiosas elaboradas por pueblos primitivos y bárbaros. Un avance en nuestros reclamos implicaría claramente un retroceso en la cómoda situación de la iglesia, y en definitiva esto es lo que a los ojos de los cristianos (algunos de los cuales el papel de víctima les viene como anillo al dedo), termina convirtiendo nuestro laicismo en anti-cristianismo.

Claro que una vez encasillados como anticristianos, se vuelve tentadora la idea de relacionarnos con algún tipo de demonio. El razonamiento es la falacia de falso dilema: “Ser cristiano es seguir a Cristo, por lo tanto ser anticristiano es seguir al opuesto, es decir a Satanás”. Los ateos no creemos ni en Cristo ni en Satanás, por lo que no son opuestos, sino que son para nosotros dos personajes de un mismo cuento nefasto.

El desafío es, al menos para muchos de nosotros, reemplazar la moral religiosa por una laica, con valores “superiores”, acorde a los tiempos que corren, donde tengan lugar las religiones pero que no vaya contra los que están fuera de ellas. Mientras tanto, los musulmanes verán estas reivindicaciones como un ataque al islam, los judíos como un ataque al judaísmo, y los cristianos como anticristianismo.

Convertir esta entrada a PDF.

Los comentarios han sido cerrados para esta nota