«El pontificado de Juan Pablo II fue un desastre en la historia de la Iglesia»

En esta entrevista, el escritor inglés David Yallop habla de su nuevo libro, El poder y la gloria. Juan Pablo II: ¿santo o político?, en el que desmitifica el aura de perfección de Wojtyla. Además, dice que «entrar al Vaticano es como lavarse en un mar de hijoputez»




© Gustavo Villavicencio Aravena
Especial

David Yallop, en 1984, conmocionó a la opinión pública al argumentar en su libro Por voluntad de Dios, que el Papa Juan Pablo I, había sido asesinado, para frenar su decisión de terminar con la corrupción del sistema financiero del Vaticano y, en particular, la caída del Banco Ambrosiano.
A 23 años de la publicación de este libro, que superó los 150.000 ejemplares en América, Yallop dispara nuevamente como «francotirador», ahora contra la figura del Papa Juan Pablo II, en su último libro: El Poder y la Gloria. Juan Pablo II: ¿santo o político? (Editorial Planeta).
De paso en Chile y sólo por 48 horas, David Yallop conversó en exclusiva con este periodista. No habla español y su inglés a pesar de ser muy claro, es confuso al tratar de justificar aquello muchas veces injustificable y al contar que este nuevo libro le valió «ataques» de sus detractores, más que el primero. Pero no teme en afirmar que ahora quienes lo «condenan» muestran menos argumentos «fácticos» para defender sus críticas.
Su nuevo e irreverente libro no es una biografía de Juan Pablo II, pero no le falta mucho para poder ser considerado como tal, puesto que se trata de un análisis de la obra de este Papa, en el cual se han dejado de lado las ideas preconcebidas. El autor destaca «el ambicioso proyecto de Wojtyla y la pobreza de sus resultados».
Yallop sostiene que la biografía de Wojtyla, que entregó el Vaticano cuando éste fue nombrado Papa, «es falsa», puesto que «no existió su ayuda a los judíos, ni condenó al comunismo, mientras ejerció el cargo de arzobispo en su país, ya que, en realidad, su postura fue la de mantenerse al margen de todo».
Siendo Papa, se comprometió en la lucha por los derechos humanos y la justicia social de los habitantes de Europa del Este y probablemente financió al grupo Solidaridad de Lech Walesa, pero se desentendió de esos mismos problemas.
Según Yallop, «dentro del Vaticano, las relaciones homosexuales están a la orden del día, y el 20% de las promociones internas tiene que ver con este tipo de favores».
El director general de la CIA visitó algunas veces al Papa. No le gustaba a éste el estilo de vida estadounidense, país protestante, pero, sin embargo, colaboró con su política en los casos de la contra nicaragüense.
El Vaticano trató de «ocultar los delitos del padre Maciel», fundador de los Legionarios de Cristo, ya que según Yallop, el padre Marcel había sido clave, en la primera vista de México de Juan Pablo II. De éstos y otros temas más, que dejaran al lector boca abierta, trata este libro de 683 páginas.
–¿«Católico, apostólico y romano»?
–Católico pensante e inteligente… una curiosa mezcla en estos tiempos.
–¿De esos que la jerarquía de la Iglesia teme?
–Muy buena pregunta, pero, ¿sabe? No suelo hablar de mis enemigos. Pero me doy cuenta de que mi trabajo no ha pasado desapercibido para el Vaticano, ya que en el primer libro que yo escribí le daba las gracias a un grupo de personas que habían sido mis fuentes… A los dos días de publicado mi libro, esas personas ya no estaban en Roma. Es lo que se llama «efecto chimenea», se esfumaron. En la Iglesia, cuando alguien molesta, le inventan algo y lo sacan de la cancha rápidamente. Así, uno de mis informantes, que tenía un alto puesto en la Oficina de Prensa del Vaticano, fue enviado rápidamente al África y perdí todo el contacto con él.
–¿Por qué vuelve atacar al Vaticano en este segundo libro, si ya lo había hecho en el primero?
–En mi primer libro la historia fue contada a medias. Este libro viene a ser una secuencia del primero. Se lo explico mejor: es como la elección de Benedicto XVI: vida después de la muerte. Es la misma persona que gobierna, pero con una distinta nacionalidad. Juan Pablo II y Benedicto XVI son siameses. Además, me pareció que era necesario desmitificar la imagen que se había presentado al público, de este Papa «conciliador». Existían muchas biografías pero ninguna crítica o equilibrada. El Papa era presentado como una persona perfecta, desde la niñez a la adultez. Y luego como un Papa infalible. Y yo tengo evidencias iniciales de que la realidad es diferente.
–Pareciera que en esta nueva publicación usted hace suya la frase de Voltaire: «A los vivos les debemos respeto; pero a los muertos sólo les debemos la verdad». ¿Por qué escribir sobre alguien que está muerto y no se puede defender?
–Al hombre muerto no se le debe más que la verdad solamente. Esta misma pregunta me la hizo un Obispo en España, que me trató de cobarde por escribir sobre una persona que ya estaba muerta. Destrozó mi obra y se encargó de atacarme mientras estaba en España. Yo he tomado mi tiempo para investigar; nunca he hecho un juicio apresurado a ninguna persona. Justamente en mi primer libro comienzo a contar parte del Pontificado de Juan Pablo II. Yo tengo argumentos para poder hablar; no soy de esas personas que descalifican sencillamente porque algo no les gustó. Espero volver a España y regalarle mi nuevo libro a este Obispo, sin antes decirle que primero lo lea y después opine; porque estoy seguro que con el primero no lo hizo.
–¿Cuales son sus fuentes?
–Mis fuentes son la misma gente que trabaja en el Vaticano, personas que se tienen que mantener en el anonimato, porque sino pierden su fuente de trabajo o son destinados a otros lugares, lejos de los benefecios de palacio.
–Hace dos décadas atrás sale a la luz el escándalo del Banco Ambrosiano en Roma ¿Cuál es la situación del banco según usted en la actualidad?
–Actualmente hay causas judiciales relacionadas con el dinero del Vaticano. Una de ellas involucra, por ejemplo, a un empresario norteamericano, Martin Frankel, que trabajaba con compañías de seguros en Wall Street. Tomaba de un lado y de otro, robaba. En cinco diferentes estados de EE.UU., en este momento, hay denuncias contra el Vaticano que lo acusan de participar de la defraudación. Y el Vaticano responde «nosotros no tenemos nada que ver». Pero sí tienen que ver. Ellos dicen que nunca se dan cuenta. Tampoco se daban cuenta del Banco Ambrosiano. Otro caso es el dinero de las familias de la mafia, que todavía lavan dinero en el Banco del Vaticano. Y tal vez es dinero que proviene del narcotráfico, la prostitución u otros negocios del crimen organizado. En su estatuto, el Banco del Vaticano establece que su objetivo es la asistencia para fundaciones religiosas. Pero la última vez que verifiqué, en el Banco del Vaticano había 13 mil cuentas bancarias. Pero sólo dos mil eran para fundaciones religiosas. Podría afirmar que es otra institución corrupta que maneja la Iglesia y que actualmente le deja muy buenos dividendos. La mafia lava dinero en el Vaticano y ése es un secreto a voces, todos lo saben, pero nadie hace nada porque todos se benefician.
–¿Según usted cuál fue la relación de Juan Pablo II, con la teología de la liberación?
–La combate desde un primer momento. En su primera visita a México lo deja muy claro. Desde ahí será una continua lucha de Juan Pablo II con esta teología y no darán tregua ni él ni todo su séquito. Juan Pablo II, siempre estuvo aliado con la derecha, eso es clave dentro de su Pontificado o ¿por qué cree usted que salió a saludar al pueblo de Chile, desde un balcón del Palacio de Gobierno, junto al gran dictador Pinochet? Esa es una imagen que dio la vuelta al mundo, una prueba más de este Papa político.
–Se le acusa de ser «el Anticristo de este tiempo». –Claro que lo soy... no tenga duda...el Vaticano ya me acusa de serlo.
–«Quidquid recipitur a modo recipiente recipitur», o como dice el refrán en castellano: “Piensa el ladrón que todos son de su condición”. Me imagino que este no es su caso.
–Imagina bien, pues no es mi caso.


Favores sexuales en el Vaticano

© Washington Uranga
Página/12

–En su libro usted sostiene que el 20 por ciento de las promociones internas en el Vaticano tienen que ver con relaciones homosexuales. ¿Qué tiene que ver este tema con el estilo de gobierno de la Iglesia y con la institución del celibato?
–La conexión con el celibato es que el celibato es para otros. No para ellos. No sé si en este grupo al que se refiere hay una conexión de tipo político. Lo que tienen en común es la búsqueda del poder y la forma efectiva de conseguirlo es establecer una vinculación homosexual con un obispo o un cardenal o ciertos miembros destacados de la curia, de tal manera que esa persona se transforme en su mecenas. Y de esta manera se comienza a subir la escalera. Es el poder, otra vez el poder. Hace poco salió a la luz la situación de un monseñor del Vaticano que reconoció su homosexualidad y amenazó con decir todo lo que sabe sobre el tema. De hecho, si lo hace, le va a doler la garganta. No tengo ninguna objeción a la condición homosexual, lo que me importa es la hipocresía. Salvo en una marcha gay, nunca he visto tanta concentración de homosexuales como en el Vaticano y en las universidades americanas e inglesas. Entrar en el Vaticano es como lavarse en un mar de hijoputez. Juan Pablo II se paraba en la Plaza de San Pedro y a los gritos hablaba contra la homosexualidad, y en el mismo momento detrás de él la estaban practicando. Y cuando alguien estaba a punto de ser denunciado públicamente él los protegía. Es el caso del padre Marcial Maciel, mexicano y fundador de los Legionarios de Cristo. Cuando la gente lo denunció ante el Papa por pedofilia, a través de las declaraciones juradas de siete hombres, lo que hizo Juan Pablo II fue ponderarlo diciendo que era un hombre influyente para bien. Es muy perverso decir esto cuando se están aportando pruebas de que ese hombre abusa sexualmente de los jóvenes que llegan hasta él. Hay muchos amigos cercanos del Papa que eran pedófilos, muchos identificados públicamente, y sin excepción la actitud fue protegerlos, defenderlos, enojarse e injuriar a aquellos que los señalaban.

–¿Cuál es la diferencia entre Benedicto XVI y Juan Pablo II?

–Ninguna. Es la prueba latente de que existe la vida después de la muerte. Este es Wojtyla. Ratzinger y Wojtyla eran culo y calzón cuando Juan Pablo II vivía. Y este hombre lleva hoy adelante una agenda que es la de Juan Pablo II. Ratzinger es Wojtyla sin carisma. Al Papa le hicieron una operación y le sacaron el carisma. Lo que queda es una versión no carismática de Juan Pablo II. Lo que me preocupa es la fuerza creciente del Opus Dei en la Iglesia. Ellos son los que sostienen a Ratzinger y si no tenemos cuidado quizás ellos, los del Opus Dei, sean el futuro de la Iglesia. Si no tenemos cuidado vamos a tener un Papa miembro del Opus. Quizás esto sería bueno, porque serviría para acelerar la destrucción que ya está en marcha.

–¿Usted es religioso?

–Me pregunta algo muy profundo. Es como preguntarme qué es la vida. Depende de lo que quiera decir «religioso». Si por eso se entiende ir a misa, no soy religioso. No voy a misa. Soy una persona que creció en la fe católica, que fue a una escuela católica, con una gran influencia de mi madre católica. Pero no me es fácil contestarle. Durante muchos años dije que era agnóstico. Mi mujer no es católica, es presbiteriana. Ella me ha preguntado: ¿si te mueres, tengo que llamar un sacerdote? Yo dije: no estaría mal. Pero quiero que tengas la seguridad de que no es un reaccionario. Yo quiero un sacerdote con pensamiento liberal, democrático. Si ser religioso es intervenir, como un «buen samaritano», en favor de una persona a la que alguien está atacando en la calle, me considero religioso. Si por religioso se entiende alguien ortodoxo, debo decirle que hay muy poco de ortodoxo en mi. Estaría muy contento de volver a la mirada de Cristo, esa que han abandonado los papas.


Los comentarios han sido cerrados para esta nota