Carta al embajador de Marruecos en España, a propósito de la condena a los periodistas del Nichane

Exmo Sr. Oman Azziman
Embajada del Reino de Marruecos en España
C/ Serrano 179,
28002 Madrid
correo@embajada- marruecos. es
Excmo. Señor Embajador:
Cuando la revista Nichane publicó, hace cosa de un mes, una serie de chistes que aludÃan a la religión y a la polÃtica, muchos demócratas nos alegramos ante lo que parecÃa abrir un perÃodo de mayor libertad de prensa en su paÃs. Como sabemos, la ironÃa y la crÃtica son sÃntomas saludables de cualquier sociedad democrática, o que al menos se precie de tal.
También en España sufrimos en ocasiones algunos intentos estrafalarios que pretenden blindar de toda crÃtica a los sÃmbolos de la religión, o al querido primo de Su Majestad, y que quieren apagar la mordacidad y la sonrisa, alegando para ello un "respeto por las creencias" que, como personas cultas, no acabamos de comprender. Se supone que la libertad de conciencia está por encima de ciertas susceptibilidades, pero esta verdad de Perogrullo no siempre es compartida por todo el mundo.
Tampoco comprendemos que el floreciente negocio de pantuflas del PrÃncipe de los creyentes no pueda ser objeto de sátira, como cualquier otra de sus aficiones mundanas (la botánica, la banca, el tráfico de mercaderÃas, la minerÃa, la televisión, los seguros o el vino, por ejemplo). Porque, como persona inteligente que es Vd., ya habrá intuido hace tiempo que los divinos atributos que caracterizan al Rey de los pobres no pasan de ser simple protocolo, un signo externo de respetabilidad. De lo contrario, algunos pensarÃan con malicia que su paÃs vive en un régimen feudal, teocrático y policÃaco, y no en una democracia moderna.
Pero lo que sà parece evidente es el escaso sentido del humor del Primer Ministro, el aburrido Sr. Driss Jettou. En ello no se asemeja precisamente al venerado Hassan II, progenitor de Su Majestad, cuya segunda mayor fortuna consistÃa en saber reÃrse de todos, incluso de sà mismo. Y ello aunque, según los chistosos redactores de Nichane, ni Dios reconoce haber intervenido en su aparición en el mundo...
Por supuesto, es posible que el mal talante del Sr. Jettou haya sido causado por asuntos más Ãntimos, familiares incluso. Asà que queremos expresarle nuestro convencimiento de que, a pesar de las oscuras sospechas que circulan por su paÃs, ni las llamadas al orden de las autoridades kuwaitÃes ni las presiones del Majzen podrÃan haber causado efecto alguno en persona tan respetable como él. De ser ciertas esas calumnias, Monsieur Jettou habrÃa demostrado una extrema debilidad y falta de carácter. Y las clases populares de su paÃs saben reÃr, a pesar del debido respeto a las leyes. O precisamente por eso.
Afirma Monsieur Ksikes, redactor jefe de la Nichane, que la decisión de cerrar la publicación fue ilegal, porque el artÃculo 66 de la ley de prensa no permite al Primer Ministro la prohibición total de una revista. Sea como sea, lo que se ha consumado en su paÃs, señor Embajador, es un juicio contra la sociedad marroquÃ. Y la sentencia, tan injusta como ridÃcula, permite suponer que su pueblo todavÃa es considerado por jueces, polÃticos y santones como una masa de ignorantes, iletrados y menores de edad.
Condenamos con firmeza la injusticia cometida con los periodistas Driss Ksikes y Sanaa al Aji. Condenamos la pervivencia en los tribunales marroquÃes de tales prácticas autoritarias y supersticiosas. Condenamos la existencia en su paÃs de leyes absurdas contra la blasfemia. Condenamos que los súbditos de Su Majestad no puedan, con plena libertad, reÃrse de sà mismos, de sus gobernantes, de sus dioses y de sus profetas. Condenamos que en las montañas de su paÃs se exponga en enormes caracteres la trilogÃa Dios, Patria, Rey, como si las teocracias no fueran el residuo de un pasado vergonzoso, y condenamos que la población de su paÃs experimente miedo de decir en voz alta lo que verdaderamente piensa.
Por favor, transmÃtale a su Gobierno todas estas condenas.
Y muchas gracias.





























